lunes, 31 de diciembre de 2007

Run & Bike 2007

Último día del año. Recuerdos, melancolía... tanto que viene a la memoria en estos instantes y se quedará archivado con fecha de 2007.

Pues bien, estas líneas las dedicaré únicamente al ámbito deportivo, el cual tuve la fortuna de compartir con varios amigos. Y es que hoy pisé por última vez en este año un circuito de carreras y ese hecho me incitó a escribir en este espacio.

Nuevamente 10 kilómetros eran el objetivo, aunque la meta personal de acabar con ellos en 50 minutos quedó rebasada por una surgida en el instante del disparo de salida. Una compañera comenzaba su andar y, al tomar la delantera, en los primeros 100 metros le di alcance. Entonces comenzó el reto.

“Al diablo con los 50, habrá más carreras para lograrlos”, pensé. A veces uno se obsesiona tanto con los asuntos individuales que no deja cabida a otros compartidos que pueden llenarte mucho más como persona. Y no me equivoqué. Cruzar la meta juntos fue más gratificante que haber parado el cronómetro minutos antes, porque el gusto de saberte cómplice de algo que desprenda una sonrisa merece luchar por ello.

Hoy recordé esa lección y la sumo a otras más que este año deportivo me dejó: saber que, por muy lejana que parezca la meta, la preparación y la perseverancia te mantienen en la lucha; que a pesar de que los amigos se separen en el trayecto, al final sabemos que estarán esperando por ti, no importa cuánto tardes; que muchos, en el afán de la impaciencia, arrancan a grandes velocidades, pero en el camino los ves doblegarse; que la vida está hecha de pequeños retos, y en ellos puedes ganar o perder, pero jamás dejar vencerte de manera tan sencilla; y que el reconocimiento material se archiva en algún cajón, pero el instante preciso de un logro compartido se guarda en la memoria... ¿qué vale más entonces?

Sin temor a equivocarme, hoy puedo asegurar que algunos circuitos, un pants, una playera, un par de tenis y hasta una bicicleta me enseñaron más de lo que yo pensé algún día. Cinco o 32 kilómetros, da igual. Lo que he aprendido en esos andares es una analogía con la vida que he saboreado en cada metro recorrido y eso no me lo quita nadie. Levantarse temprano, muchas veces con el frío a cuestas y en fines de semana, vale mucho más que escuchar el despertador a las 10 de la mañana si de convivir con los amigos se trata. Viveros, CU, Cuemanco, Bosque de Tlalpan, ciclotones y la Avenida Insurgentes los revivo nuevamente en espera de ver llegar muchos más.

Otros retos ya están en mis planes, y el 2008 será testigo de esos logros (espero). Mientras tanto, agradezco a través de este medio a todos y cada uno de los que con su energía y constancia me permitieron ser parte de esos momentos que hoy viven en mi recuerdo (ustedes saben bien a quienes me refiero, con nombres y apellidos). Sigamos así no sólo en el año venidero, sino por mucho tiempo más... ¡Salud!

domingo, 23 de diciembre de 2007

Herencia 2mil7

Jamás pensé que un “te quiero” fuera tan doloroso, pero sucedió. Es bien sabido que muchos esperan con ansia el momento para decir esas palabras y el instante resulta memorable, sin embargo, para otros significa una despedida envuelta en el velo de la tristeza... así terminó octubre y comenzó este recuento del año que hoy agoniza.

¿Por dónde empezar? Existen muchos detalles que escapan a la memoria si de hablar de 365 días se trata, aunque me parece pertinente decir que sigo aquí, con la esperanza de muchas cosas y las consecuencias de otras tantas. Tengo pues un saldo positivo a pesar de todo, lo necesario para subsistir y lo fundamental para mantener algunos sueños vigentes.

Hace algunos días pensaba escribir aquello que creo haber logrado, pero hoy lo evitaré por temor a convertirme en números carentes de sentido. Mejor agradeceré por estar sentado aquí, frente al monitor escribiendo en el blog que, desde hace algunos meses, me ha permitido decir algunas cosas, aunque también he callado otras. Gané amigos y perdí a un ser querido; confié varias veces en la ciencia, pero también encontré algunos milagros en el camino; maduré más aunque tal vez perdí un poco de inocencia; y tuve la fortaleza para correr lo suficiente como para cansarme hasta de mí mismo y al día siguiente levantarme nuevamente.

Sí, en el 2007 mis propósitos se realizaron cabalmente, y no me refiero a algo material (que por supuesto puede tener su justificación), sino a aquellos que pocas veces se recuerdan y, sin embargo, muchos pueden cumplirse: una familia, amigos, personas nuevas, desvelos, amaneceres, detalles, gestos, palabras, silencios, instantes, sonrisas y hasta tristezas, pero sobre todo algo único... la ilusión de creer en un mañana.

Brindemos pues por otro ciclo que se cierra y nos deja, para bien o para mal, experiencias irrepetibles... 2008 será también una excepción en nuestras vidas, así que a vivirlo como se merece y yo me encargaré de escribir un poco en sus páginas. Nos leemos el próximo año.

martes, 18 de diciembre de 2007

Queridos Reyes Magos

Veintisiete años bien podrían ser el pretexto perfecto para evitar recurrir a ustedes en estas fechas. Ya saben, dirían que soy muy grande para creer en eso y además de todo los juguetes ya no van con mi estilo. Seamos sinceros, los carritos con los que solía jugar, ahora se han convertido en objetos de diversos tamaños que circulan por las calles llenándolas de histeria y contaminándolas por doquier. La bicicleta, de cualquier modo, me llena un poco más y de ella no hay queja hasta el momento. Ya tengo una, gracias.

Olvidemos pues los juguetes. Si alguna ración de todo lo que abarrota los centros comerciales me correspondiera, créanme, pueden dársela a los niños olvidados en algún rincón del país y del mundo para pintarles una sonrisa y les llene de esperanza al menos por un día. Tal vez lo necesiten más que ustedes y que yo.

Pero dejemos los rollos para otra ocasión. En vísperas de su reparto de regalos han de pensar que chutarse mi carta ha de ser casi una pérdida de tiempo y menos querrán darme algo. Les pido paciencia, por eso la envío con anticipación para que no se nieguen, al menos, a leerla.

Paso entonces a lo siguiente: ¿podrían hacer un breve (o mejor dicho, un amplio) ajuste en la programación televisiva? Para un simple mortal como yo, con escasos canales metidos en esa caja cuadrada, tragarme la industria chismográfica o los bombardeos del otro lado del mundo que me dan las buenas noches antes de dormir, me hacen refugiarme en cualquier rincón de mi cama por la necesidad imperiosa de sentir miedo ante tales cosas.

De la radio tengo menos queja. En todo caso les pediría dejarle las rolas ochenteras y noventeras, con las demás pueden hacer lo que quieran. Ah, y por favor saquen del cuadrante todos los programas que sólo tratan de barrabasadas en horarios que bien podrían rellenarse con asuntos más interesantes.

Invádanme de CD’s (cuando la economía lo pueda), ya saben, de los que me laten. Nunca dejen incurrir al cine en incidencias extrañas para evitar su clausura y regálenme, aunque sea directito de los estudios hollywoodenses, algún largometraje de terror que no pertenezca al apartado “churros de pacotilla”. También les pido seguridad en las dos ruedas que conduzco a altas velocidades y algún buen paisaje para mi lente fotográfica.

Dejen a mis piernas correr otros tantos kilómetros y que no me ataquen los calambres en el kilómetro uno. A mi familia y amigos tráiganles salud (física, no líquida... bueno, sí pero leve), y lo necesario para subsistir a gusto en este mundo medio caótico y medio placentero. Ellos sabrán cuál carril escogen.

Por cierto, ahora que recuerdo, hace un año por primera vez patiné sobre hielo. Me sentía como en el show de Disney presentado en el Auditorio Nacional. Y gracias a mi primo y su tarjeta de descuento al 2 x 1, un hueco hacía falta por llenar para cumplir con la promoción. Entonces ahí va Alejandro, con su paso de borracho paseándose por la pista y luciendo sus mejores acrobacias que por fortuna jamás terminaron en el suelo. Valga este pretexto para pedir unos patines, no para hielo (a menos que me guarde en el congelador un rato), con rueditas basta para aprender. Espero pronto darles batalla a mis primas que me rebasaban como Schumacher corriendo ante el peor novato del automovilismo. No importa que sean unos de $100 porque, créanme, volví a sentirme niño y eso... no tiene precio.

Y si de aquí al 5 de enero se me ocurre algo más, con toda confianza espero poder aumentar mis peticiones. Ojalá que mi carta por internet llegue debidamente y luego no le echen la culpa a la caída del Infinutum para no recibir mis regalos. Ah, y por favor, recuerden que me comí la sopa, hice mi tarea y, sobre todo, me porté muy bien.

viernes, 30 de noviembre de 2007

A la gorra ni quien le corra

Por culpa de Arnold Van Gennep estoy aquí. Él tuvo la idea de acuñar el término “rito de paso” que hoy día me sacó tremendo coraje. Cuando corría el año 1909, el antropólogo francés antes citado dijo que los seres humanos, inmersos en un desarrollo social, llevan al cabo diversas transiciones que lo hacen ir de un estadio a otro, por ejemplo, entre la soltería y el matrimonio (situación apodada boda), la vida y la muerte (llamado funeral) o la edad infantil y la edad adulta (celebración femenina denominada XV años).

Pues bien, me referiré al último caso mencionado. Aclaro que no tengo nada en contra del acto en sí, ya que la historia avala su existencia desde épocas prehispánicas en México. Según estudiosos del caso, los mayas y los aztecas ya lo practicaban, aunque a su estilo y conforme a sus costumbres. No vayan a creer que los antiguos iban al mercado de la Lagunilla a ver los vestidos, luego buscaban al séquito de chambelanes y hasta pagaban una buena lana para apartar la iglesia (si en ese entonces no había). Posteriormente, con el paso del tiempo, las adaptaciones y su evolución le han añadido o quitado elementos.

El asunto está en la forma en que se ha desvirtuado el asunto, al menos así lo veo yo. De verdad no está mal que muchas chavas a esa edad deseen una fiesta de XV, es más, yo he acudido a algunas y el ambiente es muy agradable y glamoroso: el vals, las fotos, el pastel y los padrinos… ¡Ay, los padrinos!, ya salió el punto de estas líneas.

Me refería al coraje personal de anoche porque mi papá llegó con la noticia de que fue escogido para ser padrino de salón. Y más se me subió el color al rostro cuando empezó a platicarme la lista de “los elegidos”, porque, dicho de manera clara y precisa, le pagarán la pachanga a la quinceañera.

La verdad no puedo entender la falta de vergüenza de algunas personas para encontrarle solución a todo de manera tan sencilla. Que si padrino de salón, de vestido, de pastel, de iglesia, hasta de último juguete para la niña… pues claro, después de la “presentación en sociedad” de la chava, seguramente encontrará otros juguetes más divertidos.

¿Pues de quién es la hija, de los “padrinos” o de los padres? ¿Quién se supone que debe hacer el gasto? Ah, pero como eso de apadrinar está de moda, hay que buscar hasta para ropa interior, total, los progenitores no ponen ni un centavo. Ya quisiera yo que en un matrimonio me eligieran “padrino de noche de bodas para la novia”, ahí sí, con todo gusto aceptaba.

Lo peor del caso es cuando los papás les sonríen a todos los invitados y “hacen ver” que socialmente “están a la altura”… caravanas con sombrero ajeno. Pues claro, con la mesa puesta, hasta yo me apunto. Se me ocurre entonces que quiero hacer un viaje a Europa por una semana, ¿entonces busco padrino para boletos de avión, otro para hospedaje y uno más para gastos personales?, ¿qué tal uno para maleta y otro para souvenirs?

Total, a pesar del berrinche que hice, mi papá terminará pagando por el alquiler del salón (como si le sobrara el dinero) y yo no iré a dicho evento. Ahora veo que muchos padres hacen cualquier cosa por sus hijos, incluso gorrear para que les financien su fiestecita. Habría que preguntarles el significado de los XV años para descubrir que, efectivamente, no tienen ni la más remota idea, pero eso sí, que viva la pachanga.

“Algún día has de tener una hija”, me susurra una voz interior. Pues sí, pero conoceré su fecha de nacimiento y de ahí contaré 15 años para saber que, si quiere celebración, será necesario ahorrar. Por cierto, y para no entrar más en discusión, próximamente iré a correr a Veracruz, ¿alguien quiere “apadrinar” mi viaje?

sábado, 24 de noviembre de 2007

Tentaciones

Ya hasta perdí la cuenta. En mi casa, en el trabajo, y sólo falta en el celular, una y otra vez me han llamado para ofrecerme créditos y tarjetas bancarias. ¿De dónde obtuvieron mis datos? Lo ignoro por completo, pero ha sido sumamente molesto “el detalle” de ofrecerme dinero para despacharme compras por doquier y luego tener deudas hasta el cuello. Un día me quejé y hasta número de reporte me dieron, aunque la verdad ya se me olvidó porque no sirvió para mucho, las llamadas continuaron.

Alguna ocasión pensé en divertirme un rato con las personas que llaman, y más si eran mujeres, decirles cosas como “qué voz tan sensual tienes”, “mejor háblame de ti y dejamos para después el asunto bancario”, "si te acepto la tarjeta, ¿la podemos estrenar con una cena?", o “¿a qué hora sales por el pan?”, pero me detuve ante la tentación de hacerlo porque es su trabajo y por más que uno les diga no, finalmente cumplen con su chamba. Ni modo, desistí del cotorreo telefónico.

Y así como ofertas llueven por montones y la publicidad nos invade (llamadas, postales, dinero plástico, folletos y un extenso etcétera), hoy me enteré de algo en cuanto al tema se refiere, y no supe si debía alarmarme o tomarlo como parte de ese mundo que a veces es tan absurdo pero en el que desafortunadamente estamos inmersos.

Resulta que una chica de 16 años recibió vía correo un sobre con un vale canjeable por una cajetilla de cigarros en la compra de otra. El remitente, la empresa Philip Morris International (fabricante de Marlboro), le hizo llegar la invitación para formar parte de la estadística de personas fanáticas del cáncer y el enfisema pulmonar, y convertirse así en una adolescente más que gusten de hacer donitas de humo. Pero contradictorio el asunto: ayer vi en una tienda un letrero patrocinado por la misma empresa tabacalera que decía "No vendo cigarros a menores de edad"... entonces ya no entendí.

Al igual que me sucedió a mí con el asunto bancario telefónico, la chava tampoco sabe de dónde obtuvieron sus datos para enviarle semejante detallito. Pero independientemente de la invasión a la privacidad personal, me preocupa la voracidad de algunas empresas para intentar captar consumidores hacia su marca sin importarles la más mínima consecuencia. Paradójico resulta que muchos se anden peleando por los espacios para fumar mientras otros lo fomentan a muy temprana edad con cartitas metidas en buzones adolescentes.

Por otra parte, y viéndolo fríamente desde el enfoque publicitario, la estrategia podría ser muy eficaz, ya que el nivel de edad manejado por la compañía tabacalera es el adecuado para atraer a posibles consumidores, y más si se le relaciona con el reventón, la buena onda y los cuates... un estilo de vida anhelado por los adolescentes en la búsqueda de identidad.

¿Pero por qué mejor no mandan invitaciones a museos o a actividades culturales? ¿O por qué no fomentar el deporte o labores sociales? No, eso suena muy aburrido. Mejor hay que invitar a los jóvenes a echarse unos jalones de nicotina para hacerlos adictos y terminen su vida en una cama de hospital sin oxígeno o invadidos de cáncer.

Desde luego la parte del emisor del mensaje es clara y precisa, y de ello no tiene culpa porque además de vivir de eso, lo hacen de forma intencionada. Pero también valdría la pena defender al receptor. A veces una reglamentación se pasa por el Arco del Triunfo y, ante ello, la información es nuestra mejor aliada. Entonces hay de dos: aceptar todo cuanto nos ofrezcan, o bien, reflexionar un poco antes de decidir. En ello se nos puede ir más de lo que creemos.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

¿Feo yo?

“Los mexicanos son las personas más feas del mundo”... no lo afirmo yo, lo dijo un señor argentino llamado Jorge Lafauci, que dicho sea de paso, es conductor televisivo o periodista... según. Y como cualquiera en este planeta con un micrófono en la mano y una cámara al frente puede decir cualquier cosa, pues este “ché” no se quiso quedar atrás.

Ante la gran polémica debido a su comentario —no puedo dormir por eso— y la gran baja de autoestima que me ha ocasionado, durante los últimos días me he dedicado a buscar clínicas de belleza y contactado a los mejores especialistas en la materia para ser más guapo y no formar parte de su selecto club.

Pero entre tantas “sabias palabras” del señor, yo me pregunto algo: si en verdad es un personaje famoso de la televisión argentina y se cree el embajador de Miss Universo en donde planta sus pies, ¿no tendrá por ahí unos 15 pesos para comprarse un espejo? Porque cuando vi su foto... con decir que si yo estoy feo, su aspecto no tiene nombre. Es más, Bety la fea es reina de la belleza al lado suyo.

Y luego no quieren que uno ande pregonando aquello de “sencishitos y carismáticos”. Obviamente no pretendo generalizar, porque he tenido la oportunidad de conocer personas argentinas que en nada se comparan con este sujeto en cuestión. Y así como su caso me da risa, de igual forma algunos nacionales tricolores pecan de soberbios, pero involuntariamente divierten con sus acciones y palabras, por ejemplo, ahí tenemos a su tocayo de apellido Vergara. ¿Serán compadres? Porque parece que la lengua le mide lo mismo a ambos ilustrísimos personajes. Además nada le parece a don Jorge. Primero va de juez a esos programas y luego dice que en México a los participantes de su país les hacen chanchuyo, y más todavía, anda de grillero para que no vean el concurso conducido por Adal Ramones. ¿Será un compló? Por lo menos el mexicano divierte de forma voluntaria.

Pero claro, como en este lado del mundo la gente no se queda callada, pues pidió disculpas y dijo que si era necesario, lo hacía de rodillas. Es lo menos esperado, aunque pensándolo bien, mejor no, capaz que su ego se queda embarrado en el piso. Incluso podría jurar por la Virgen que jamás dijo lo que dijo... con dicha afirmación se mete en camisa de 11 varas en territorio tan guadalupano como el nuestro. Luego, en el delirio total, dudó hasta de su estado mental y aceptó estar posiblemente borracho o drogado... más bien serán ambas.

Pues bueno señor Lafauci, fue un gusto haberle dedicado las presentes líneas. Si me dijo feo no importa, total, yo jamás he afirmado que soy un galanazo de TV. Pero lo más chusco del asunto es ver cómo a unos se les suelta la lengua y luego niegan lo dicho. Es peor quedar en ridículo que ser feo. Al menos las cirugías hacen milagros pero a las palabras no se les puede meter el bisturí. Mejor siga hablando en la farándula y formando parte del club de Tiziano Ferro, mientras desconoce que aquí en México hay bellezas para presumir más allá de nuestras fronteras, y si algún día conoce a alguna, verá que su ego-ignorancia no le bastará para admirarlas.

jueves, 15 de noviembre de 2007

La inyección dormilona

A ver si entendí: un sujeto viola a una mujer, es atrapado y su sentencia será la “castración química”. Fin del tema.

Pues sí, lo antes dicho es una propuesta de ley que entraría en vigor para el año 2008 con el objetivo de reducir los índices de violaciones en el DF, cuya cifra puede llegar a siete en 24 horas. Sin embargo, hay varios detalles curiosos y a la vez absurdos.

Comenzaré por mencionar que dicha sentencia aplicable a quien utilice a una mujer como objeto sexual (porque eso es justamente una violación) se trata de una inyección cuyo precio es de 15 dólares, y su función es bloquear la producción de testosterona en los testículos por seis meses, además de inhibir el apetito sexual y evitar la irrigación de sangre al pene, por lo cual una erección resulta imposible.

¿Y ya es todo? ¿Para eso esperar la aprobación de un juez y tanto papeleo? Y luego por qué estamos como estamos con esas estadísticas alarmantes. Hasta ligerita me parece semejante ley. Seis meses “fuera de servicio” se quedan muy cortos en comparación con la vida arruinada a una mujer que además de todo debe cargar con el peso social de ser señalada, el trauma que ésto genera y agréguenle los gastos del asunto en caso de querer abortar (otro trauma de pilón).

Si 12 mil violaciones anuales son pocas para a las autoridades, deberían preguntarles a las mujeres que son víctimas de tal abuso. La respuesta seguramente apuntaría a considerar urgentemente penas más severas y dejarse de aprobar una inyección simplona, porque comprobado está que el 70% reincide en tal acto. Y con más razón volverían a las andadas, si les cortaron la corriente por medio año, obviamente regresarán con la pila recargada.

Por eso yo propongo una ley para castigar como se merece a esos sujetos:

Primero, y retomando la idea de la inyección, en su celda pasarles 10 películas XXX al día y enviarles cinco bailes privados con dos mujeres dedicadas al tubo para que mentalmente estén a tope y físicamente no puedan responder conforme sus bajos instintos les dicten... a ver quién acaba más privado.

Segundo: exhibirlos públicamente los fines de semana (para que no se aburran de estar encerrados nada más) en las principales calles y la gente les aviente de todo, como se hacía antiguamente en la Inquisición.

Tercero: después del medio año de la sentencia, obligarlos a trabajar para mantener a su víctima y todo lo que consecuentemente se refiera por su numerito.

Y cuarto: “como trates serás tratado”, ¿o quién dice que un hombre no puede ser violado? Si para él fue divertido andar haciendo cosas que no debía, a ver si de la misma forma le parece entretenido ser usado de igual manera. Quisiera ver cómo sonríe y disfruta en el papel de víctima.

¿Me vi muy radical con mi propuesta de ley? Sí, tal vez me volé la barda o fumé demasiado. En todo caso, y para acabar pronto, nos ahorramos tanto trámite de rentar las películas, a las chicas del tubo, sacarlos a dar la vuelta, hacer que paguen gastos de su víctima y conseguirle quien le haga el mismo favor “a lo macho”. Mejor sugiero que las autoridades vean los últimos 15 minutos de la película Hostal 2 y considerar que esa sería la mejor ley para aplicar a estos finos y educados ciudadanos. Y no les cuento la escena porque el solo hecho de evocarla me da un dolor en la entrepierna, aunque dicho sea de paso, es lo menos que merece un violador.

lunes, 12 de noviembre de 2007

¿Vaca loca?

Noticia curiosa y amarillista encontré el día de hoy: “Seis muertos en dos accidentes de carretera con la misma vaca en México”. Desde luego que el aspecto de los fallecidos no tiene gracia alguna, ¿pero qué hacía semejante animalote en una vía rápida la noche del domingo pasado? ¿Cómo entró a aquel lugar sin ser vista y sobrevivió a tres, leyó usted bien, tres impactos automovilísticos? Y más aún, ¿por qué se hizo caso omiso del acontecimiento tras la primera volcadura?

Pensando “vacunamente”, la mascota lechera de alguien cuyo hogar se ubica a un costado de la carretera seguramente reflexionaba acerca de la vida y lo miserable que suele ser a veces, y tal vez por eso decidió quitarse la vida. Entonces fue a atravesársele a cuanto coche circulaba por el asfalto… el resultado: varios muertos, menos ella. Objetivo no cumplido para el ser de cuatro patas. Más suerte para la próxima.

Y como ya se me remordió la conciencia por tomar el suceso de manera un tanto chusca, sin pensar demasiado en los familiares de las víctimas que no ven nada de amable en el tema, me pongo a pensar en varios detalles de este caso.

Primero: por muy noche que sea, una vaca no mide 10 centímetros para pasar desapercibida en un lugar transitable.

Segundo: llevar las manos puestas sobre un volante significa ser responsable de otras vidas más, y en ocasiones pareciera que ir en una carretera todo es seguridad y comodidad por el hecho de pagar una cuota. Entonces se olvidan detalles ajenos a nosotros y luego las consecuencias son peores; mantenerse alerta y respetar los límites de velocidad, y más si es de noche, son aspectos fundamentales a considerar.

Tercero: si ocurre algún accidente de estas características, ¿por qué carajos no se tomaron las medidas necesarias para evitarlo dos veces más? Y perdón por la expresión, ¿pero en qué pensaban las autoridades?, ¿habrán dicho: “de seguro la vaca se espantó y no lo volverá a hacer, ya aprendió la lección, déjala que se vaya a su casa”?

Cuarto: ¿el dueño de la acusada no habrá visto la falta de un miembro de la familia en su patio? No es lo mismo perder unas llaves que perder una vaca, digo, el espacio que ocupan ambas no se puede comparar. Seguramente su amo reflexionaba: “algo me falta, veo una gran vacío en mi casa… ya luego busco”.

En fin, para no seguirle con el escalofriante asunto y pensar que un día se me puede atravesar un animal en la carretera, reitero pues mi respeto por el dolor de los familiares de las víctimas, eso jamás provocaría risa alguna, sin embargo, todavía no me explico lo sucedido. Hasta pereciera que se trata de un experimento de ciencia ficción patrocinado por el Pentágono para probar un blindaje especial con tecnología extraterrestre instalado en animales… y éste aguantó tres embates. ¿O será que la etapa de la enfermedad de la vaca loca ya no está de moda y dio paso a la época de la vaca asesina? Al menos ésto es más real que el chupacabras.

Caray, se deben extremar precauciones al conducir y también amarrar a las mascotas para evitar semejantes accidentes. Hay demasiadas hectáreas de cerros y muchísimas áreas verdes como para mandarlas mejor a una carretera, les puedo asegurar que ahí no encontrarán pastura para alimentarse y en cambio pueden cometer atrocidades como la ya ejemplificada. PRECAUCIÓN ANTE TODO.

Y si la película Kilómetro 31 me asustó cuando se aparece el niño que provoca los accidentes en la carretera, no me quiero imaginar qué sucedería si en vez de chamaco se atraviesa una mole pinta de cientos de kilos gritando ¡muuu! y no ¡buuu!... mejor ya no veré películas de terror ni leeré amarillismo animal.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Con la nostalgia de la mano

Pues regresé. La muerte ya me cobró factura donde el principal impuesto fue el dolor, y a cambio me dejó la nostalgia y el recuerdo como principales aportaciones a mi persona. Estos días han sido diferentes, extraños. Sortear adversidades me hizo recordar muchas cosas que tal vez tenía y no me daba cuenta, la principal de todas ellas: la vida.

Y valga preguntar algo que parece tan sencillo pero que muchos pueden no tener la respuesta: ¿Cómo saber si en verdad se vive? Subjetividades al respecto hay demasiadas, sin embargo, hoy saqué mis conclusiones: vivir es el instante espontáneo que te llena cuando la voluntad no lo tenía planeado; aquel preciso momento donde el tiempo y el espacio se conjugan para estar con personas que amas, y que tal vez no estaba escrito en el guión; las consecuencias de decir “sí” a algo que siempre era un “no”.

Hoy las circunstancias me han puesto aquí, frente a un monitor electrónico que significa para mí la complicidad y el desahogo que muchas veces necesitamos por más que lo neguemos. A veces las risas vienen, otras tantas las lágrimas van, pero al final nos mantenemos en pie. Bien lo dijo un amigo: “Cuando estás en la oscuridad es porque el amanecer se acerca”, y hoy comienzo a creer firmemente en su frase.

Día de Muertos... fecha que trae consigo momentos vívidos en la memoria. Un homenaje a la vida a través de ese proceso inevitable del cual no tenemos escapatoria. Lágrimas que ruedan y se llevan en sus manos tristezas y sufrimiento, elementos básicos para poder vivir lo opuesto a ellos. Así vivimos, así morimos.

Confieso que es difícil regresar a estos rumbos porque con la ausencia no será igual, pero nada es en vano, todo sucede por algo. "La vida es un viaje, no un destino"… disfrutemos pues del trayecto.

Gracias a todos mis muertos por darme una lección de vida.

martes, 23 de octubre de 2007

Día dos

Llegué aquí por pura inercia, porque una lágrima me dijo que las palabras son un buen refugio y tal vez en algún momento me lo crea. Comienzo así el segundo día acompañado de su ausencia y de la resignación que no se asoma por ningún lado.

La costumbre de verla dormir por la mañana me hizo voltear a buscarla y encontrar sólo un lugar vacío, ahora sagrado. La medianoche me sirvió de poco y se tiñó de nostalgia. Hoy duermo más y sueño menos. El destino y sus jugarretas me han hecho vulnerable, y me lo demostró con este gris amanecer que contemplo.

Afuera llueve, en mis ojos también. Los recuerdos me invaden y no pretendo huir de ellos, son el único consuelo que me queda como argumento para mantenerme en pie. Miro al cielo y no encuentro respuestas, ya no sé si vale la pena buscarlas.

Ayer fue el regreso a casa más difícil que recuerdo, de hecho traté de demorarlo lo más posible, tomé una ruta que me alejara y, cabizbajo con las manos en los bolsillos, al cruzar la puerta…

¿Cómo explicarme entonces la partida de alguien que durante 16 años fue amiga y compañera inseparable? Lo curioso de la muerte es que en un día puede derrumbarte y, en franca batalla con ella, quiero creer que aún tengo argumentos para vencerla antes de que suceda lo contrario.

lunes, 22 de octubre de 2007

En silencio

Termina octubre y con él, una historia. A veces la muerte nos da una bofetada, tal vez para hacernos valorar la vida y recordarnos nuestra condición finita. La resignación no llega fácil, mucho menos la idea de un vacío que no nos llena.

Hoy descubrí con asombro el correr del tiempo; habrá que acostumbrase a ello. ¿Pero por qué el calendario se deshoja presuroso?, ¿cuál es su preocupación por huir y llevarse a algunos de nuestro lado? Esta noche no entiendo al segundero que con cada uno de sus pasos me ahoga una esperanza.

Si las lágrimas que derramo pudieran regalar soplos de vida; si acaso cada metro que he corrido pudiera cambiarlo por instantes de existencia; si las cosas que me rodean equivalieran a momentos en su compañía; si las letras que he escrito se transformaran en minutos con ella... todo, todo lo entregaba.

No existe argumento válido que el alma acepte en estos casos, la lógica no funciona. Ver su mirada en aquel retrato observándome fijamente me hace sentir débil y apenas atino a mirarla a los ojos. Afuera, el frío y la lluvia se han marchado, pero adentro el deshielo permanece. El silencio me rodea y temo ver de frente a mis pensamientos.

Mis pupilas, vacilantes, tiemblan como queriendo soltar otra lágrima que ansía rodar por mi mejilla. Caray, ¿quién inventó la muerte? Tal vez la vida misma, tal vez ambas venían de la mano y en algún momento se separaron por su bien y para mal de otros. Sabemos que es lo único que tenemos asegurado al nacer, lo he repetido cientos de veces y aún así no logro convencerme de ello.

Me pregunto si hoy seré capaz de enfrentar mis miedos. Sí, miedo a algunas circunstancias que me rodean; al cáncer que desvanece a algunos y nos hiere a otros; miedo a estar y no estar; a las palabras y al silencio; miedo de negarme el derecho de llorar y dejar que la insensibilidad me convenza; miedo de querer renunciar a todo y de pretender huir lejos para jamás volver a encontrarme; miedo de las ocurrencias del destino y a perder la fe... miedo a mí mismo.

Aquí y ahora mis palabras se resquebrajan. La sonrisa por hoy fue clausurada. Sé que en algún momento regresará, no sé cuando, pero quizá algún día recordará que existo y entonces me visite. Mientras tanto, por hoy aquí me quedo, jugando a ser mortal y creyendo que en un tiempo y espacio aquellos que se han ido se reencontrarán conmigo cuando el punto final de mi vida también llegue. Dicen que por eso hay que valorar la vida, cada instante que transcurre, cada momento en compañía... dicen. Quisiera ver reflejadas esas ideas en mi forma de pensar pero simplemente no puedo. La vida sigue, cierto, pero hay momentos en que se detiene... hoy es uno de ellos.

martes, 16 de octubre de 2007

¡Acabemos con el asfalto!

Se acerca el día. La expectación crece y las ansias aumentan conforme avanzan los minutos. De mi participación en las carreras, ninguna ha tenido más relevancia que ésta y no porque pretenda ganarla (entre 30 mil participantes seguro habrá quien haga un mejor tiempo que yo), sino por el ambiente creado en torno a ella. Servirá además como pretexto para celebrar mi cumpleaños cuatro días previos al evento.

Soy Ave de Fuego, integrante del club de disfuncionales del deporte... hoy corro 10 kilómetros, mañana me tomo cinco cervezas; hoy me subo a la bicicleta y pedaleo dos horas, mañana no me levanto de la cama. No importa, ahí estaremos miles con el mismo objetivo de llegar a la meta.

Y si de objetivos hablamos, mi reto es parar el cronómetro en 50 minutos. ¿Cómo le haré? Aún no tengo la respuesta pero prometo encontrarla. Todavía traigo en las piernas los últimos 15 kilómetros andados del pasado Tune-Up (y la lengua de corbata), así que confío en mi mejor referencia.

El Bosque de Tlalpan, un parque cercano a mi casa y el circuito de CU son mis mejores argumentos para prepararme debidamente. De ellos, y de que no me dé mucha flojera, dependerá mi resultado, pero más allá de él, confío en la buena fiesta que se armará el 11 del 11.

Sigan y apoyen al 1421, o ya por lo menos digan que invitarán las chelas y con eso me motivo. Espero contar con su presencia, aunque entre tanta gente ni los vea y luego nos reclamemos mutuamente.

Saludo también a los otros dos clubes: No corredores que corren... sepan que el lunes 12 no podrán levantarse de la cama y más les dolerá ir a trabajar en ese estado, pero qué más da, si soportamos la jarra de un sábado por la noche, una cruda deportiva no puede ser peor; a los de Cartel Endorfina... por favor no sean tan arrasadores en su andar y déjenos creer aunque sea por un rato que todos podemos tener un momento de gloria; y a mi club, Aves de Fuego... desearles que la pachanga de ese fin de semana les sea leve y evitar en la medida de lo posible los litros de cerveza (si supieran cuánto me duele decir eso) para llegar al menos en estado decente a la competencia.

Como sea, a todos les deseo una buena y exitosa competencia... ¡Nos vemos en la meta!

lunes, 15 de octubre de 2007

Bigotes de hojalata

Y como el ave fénix, resurgió de sus propias cenizas, o más bien, lo volvieron a levantar. Además se sumó a la lista histórica de los de mano caída (no me refiero a preferencias sexuales): el manco de Lepanto, Álvaro Obregón, y ahora Vicente Fox.

Hoy, hoy, hoy… mejor dicho, antier, antier, antier, en el puerto jarocho alguien tuvo la brillante idea de poner una estatua del ex presidente para rendirle honor a su magnífico mandato en territorio mexicano, con eso que resolvió el problema de Chiapas en 15 minutos, le dijo a un cubano “comes y te vas” para atender a su cuate Bush, generó miles de empleos, se consiguió un humilde rancho para vivir cuando dejó la presidencia (con jeep y Hummer incluidos), y se casó con la “primera dama” vestida a la moda internacional como si fuera celebridad y compraba toallas a precio de remate… pues una estatua es lo menos que merecía Don Chente. Es más, se debería cambiar el nombre a la avenida Reforma por el de Vicente Fox de Sahagún alias el chiquillo tepocata… hasta apantallante suena.

Y luego no quieren que uno critique tales actos. Seguramente en Veracruz sobra el dinero para gastarlo en monumentos metálicos de personajes ilustres, o tal vez al alcalde lo puso de su bolsa, porque los impuestos de la gente seguramente no se tocaron para mandar a hacer al Chente de hojalata. ¿Pues no que los recursos deben aplicarse en asuntos de verdadera necesidad para el pueblo? Además se les ocurrió ponerlo en una plaza de la costera. Ojalá le caiga un tsunami y se lo lleve mar adentro para que los tiburones se coman la estatua y después se indigesten (¿no verdad?, qué culpa tienen los pobres escualos). Mejor sería fundir ese metal y hacer bancas para algún parque o barrotes para ventanas.

Total, que plantaron la efigie a las dos de la mañana para que pocos fueran testigos del acto cívico. Lo malo para los desvelados fue que horas después la tumbaron al más puro estilo de Hussein y hasta la mano le rodó. Pero como los blanquiazules tienen convicciones muy altas, la volvieron a poner en pie, aunque ya medio raspado y con los bigotes despeinados. Si así fueran de aferrados para resolver asuntos sociales otro México tendríamos.

En fin, mientras unos dicen que la estatua es un agradecimiento por las buenas acciones de Fox, otros les responden tirándola y gritándole consignas, ¿quién tendrá la razón? Si la democracia (tan predicada por el ex mandatario) es la voz de la mayoría, entonces mi pregunta ya tiene respuesta. Mejor hubieran puesto una efigie de miss Veracruz, porque mostrar al turismo un pedazo de metal con semejante cara que tiene, caray… Boca del Río posee atractivos naturales bastante agradables como para echarlo a perder de tal manera.

Y para rematar mis líneas, les pido un gran favor a los lectores de este post: en el próximo medio maratón recuérdenme pasar lo más lejos posible del Chente metálico, capaz que no le atornillaron bien los pies al suelo y se me cae encima. Demasiado cuesta prepararse para entrarle a la competencia como para terminar con un chiquillo de dos metros en la espalda. Ahora que si me regala una camionetita como la suya… como y me voy.

martes, 9 de octubre de 2007

¡Ah qué Madrazo!

Algunos toman esteroides anabólicos y ganan, otros consumen sustancias prohibidas y rompen marcas, pero hoy supe de uno que, sin necesidad de meterse cosas raras, impuso un récord olímpico. Su nombre es Roberto Madrazo, conocido político mexicano, que se voló la barda pero de forma tan inocente al punto lamentable de dar risa.

Resulta que a tan afamada celebridad se le ocurrió entrarle al maratón de Berlín y seguramente se acordó de su investidura que le otorga el poder del fraude, pues en el kilómetro 20 curiosamente desapareció su registro de marcha y nuevamente apareció en el kilómetro 35, cronometrando de manera espectacular 21 minutos en dicho tramo de la pista, por lo cual ganó la competencia en su categoría.

En resumidas cuentas: 15 kilómetros en 21 minutos... ¡ni el correcaminos! ¿Pues a quién quería verle la cara este señor? ¿Le habrán dicho que en carreras de este nivel, e incluso en las más básicas de cinco kilómetros, su tenis lleva puesto un chip para marcar los tiempos durante el trayecto? Y dice haber participado en 36 maratones... ajá. Tal vez le dijeron que se trataba de una competencia por la presidencia mexicana e hizo gala de sus mejores mañas para ganar, aunque claro, al final quedó como el hazmerreír del público a nivel mundial.

Ah, pero no se iba a dejar de las malas lenguas que lo difamaron. Entre otras cosas, dijo que nunca hizo trampa porque no pretendía terminar el recorrido y además nunca se declaró ganador... ¿y entonces cómo interpretar el momento cuando cruzó la meta con los brazos en alto? Ya sé, era su equinoccio personal de primavera y, como en Teotihuacán, se estaba cargando de energías. Y nosotros tan mal pensados, ¿verdad? Dijo también que se sintió mal y por eso se detuvo en el kilómetro 21, curiosamente se volvió a sentir bien 15 kilómetros después y, más aún, le volvió la vida para echarse los siete restantes. Luego, al más puro estilo Peje, acusa un compló político en contra de su fundación que se llama ni más ni menos que Maratón, para que se vayan dando cuenta de sus buenos manejos. Seguramente el señor se mordió la lengua más de una vez con tales justificaciones.

¿Pero realmente hizo trampa o los cronómetros se equivocaron? Al respecto, he sacado mis conclusiones. Una de dos: o fue presa de una abducción extraterrestre durante un lapso de tiempo o, lo más factible, tomó un atajo conocido sólo por él. Si ocurrió lo primero, le recomiendo que acuda con Jaime Maussan para dar su testimonio, y si fue lo segundo, qué risa y vergüenza me da su caso.

De su papel político mejor ni hablo, prefiero guardarme esas palabras para gastarlas en mejores cosas, pero eso sí, para quienes hacemos deporte dignamente (o al menos no engañándonos de tal manera), puedo asegurar que a México ya lo puso en ridículo en el ámbito internacional.

Propongo pues que se le castigue como a los positivos del doping, finalmente se trata de un triunfo disfrazado de engaño. Y para que realmente sienta el rigor de esos 42 kilómetros, debería recorrerlos uno a uno pero de rodillas, de paso le ponemos a cuestas una imagen religiosa y paga penitencia por cada “detalle erróneo” cometido por su persona.

Ya, ya, no hay que ser tan alarmistas, si se trata de algo sin importancia, como dijo una compañera política del señor. Total, en su bancada ya están acostumbrados a los fraudes, pues ahora uno deportivo no está mal, digo, para variarle un poco. Además amenazó con participar en la carrera Nike de 10 kilómetros en noviembre, y siguiendo su gran ejemplo, utilizaré su estrategia: me voy corriendo cautelosamente detrás de él y a mitad de la competencia, cuando mande la Robert-señal, hago como que se me desató una agujeta, fingiré entonces que me la amarro y rápidamente me atravieso el camellón para retomar el camino y así llegaré en solitario a la meta para festejar con los brazos en alto mi triunfo tal y como él lo hizo (caray, ni eso le dio pena hacer).

En fin, ¿qué se puede ya esperar de semejantes personajes? Si tenemos a uno boxeador y político, pero resulta que no es ni uno ni otro, o a aquel que tiene afición por los table-dance aunque su “verdadera vocación” valga un comino... un fraudecito deportivo qué más da. Así se las gastan algunos para hacernos reír. A ver si algún día se me ocurre ir a correr después de una buena jarra, y con la cruda a cuestas aplico la táctica de Don Robert, para ahorrarme unos cuantos kilómetros... de un Madrazo.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Una pareja ¿dispareja?

Algo tienen las mujeres maduras que llaman la atención de algunos. A veces unos añitos de más proporcionan un condimento especial que otras relaciones no poseen. Basta con recordar aquella frase tomada de la célebre canción escrita por puño y letra de Ricardo Arjona para una fémina de cuatro décadas: “¿Qué es lo que tengo que hacer señora para ver si se enamora de este diez años menor?”. Sí, en ocasiones no bastan palabras para expresar la compañía (y tal vez algo más) que da una mujer mayor.

Recuerdo que a mis 18 años me enamoré de alguien con tres más que yo, y quizás por ese detalle la relación tuvo algo de emotivo, un poco de buenos momentos y mucho de confianza hasta entonces jamás vivido con alguien del sexo opuesto. Pero entonces llegó el destino y clausuró eso que parecía tener todo menos futuro por algunas circunstancias que ya no viene al caso mencionar.

En ocasiones reflexionaba y me decía: “¿con una mujer mayor? Apenas llegaste a los 18 y tú ya quieres con una que rebasó las dos décadas”. Se trataba de un leve trauma digno del diván de Freud que en aquel entonces no me importaba superar mientras estuviera con ella y la pasara bien. Nueve años después el tema se quedó guardado en algún lugar del olvido y casi puedo asegurar que, en ocasiones, la edad no es sinónimo de madurez. Entonces, tres años mayor o tres años menor... deberíamos analizar primero el grado de edad mental de la persona en cuestión.

Pero si de mujeres mayores se trata, mi caso es tan simplón como un chiste de Pepito contado 50 veces, si no, pregúntenle a doña Adelfa y a su juvenil novio Reinaldo, quienes recientemente se dieron el “sí” en un registro civil argentino. El detalle está justamente en la diferencia de edades: ella tiene 82 y él 24. La historia de ambos dice que ella permanece a su lado desde que murió la madre del joven y después de un tiempo la relación terminó en amor. Seis años de noviazgo les duró el asunto y de ahí a firmar el papel para matrimoniarse... tan-tan, final feliz.

Algo así como casarme con mi abuelita o acudir a un asilo para ver a quién me ligo. Ahora imaginemos la luna de miel, se me hace que la balanza hormonal está un poco dispareja. Pero si así son felices pues qué más da. Si vemos fríamente el asunto, la señora a estas alturas ya encontró (y amarró mediante un documento) a alguien para cuidarle sus pasos, y el chamaco de igual manera firmó una herencia que no le caerá nada mal. Pero no seamos pesimistas ni prejuiciosos, el amor no tiene edad, ¿o hay alguna duda?

Y doña Adelfa no quiere casarse por la iglesia porque le parece ridículo... conste que ella lo mencionó y luego critica a los prejuiciosos. Yo digo que nunca haría eso, en primera porque las de 80 no son de mi estilo, y en segunda porque ir al cine o a un antro con mi octogenaria esposa no me cabe en la cabeza. Y algunas de 30 se quejan porque según ellas, se quedarán a vestir santos. Por favor, a los 80 todavía se tiene atractivo, y si dicen que se les pasó el tren... algunas todavía alcanzan el cabús.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Somos los campeones

Freddie Mercury no ha muerto. Algunos dicen que su existencia terminó en 1991 pero hoy me resisto a creerlo. Al filo del mediodía, cual si fuera invocación para su espíritu musical, sonaron los acordes de una Rapsodia Bohemia que dejó perplejos a mis cinco sentidos ante tal interpretación orquestal. Y no podía ser para menos teniendo frente a cientos de espectadores a la Filarmónica de la UNAM que dejó escapar de sus partituras algunos recuerdos bajo una premisa llamada Queen.

Fueron ocho años de ausencia de aquel recinto universitario. Pasar junto a él una y otra vez me hacía recordar la deuda pendiente, sabía que mi regreso a sus butacas era inminente tras ese periodo de tiempo y hoy no hubo mejor excusa para hacerlo. Entonces el reloj se acercaba a las 12 horas y una escalera me condujo a aquella maravillosa vista panorámica de la sala Nezahualcóyotl que lucía repleta. El momento no podía ser mejor.

Y el repertorio comenzó. La acústica de la sala dejaba entrever cada sonido emanado de los instrumentos y era casi preciso aguantar el más mínimo aliento que pudiera interrumpir el andar de sus notas. Todos los sentidos estaban inundados de música, y los pies y manos parecían tener un tic nervioso que jugaba a la par de los acordes detenidos solamente cuando los aplausos del público no se hacían esperar al final de cada melodía.

I want to break free desempolvaba los recuerdos; We will rock you sacó a relucir las palmas de los presentes; Crazy little thing called love hizo moverse en sus asientos a más de uno; We are the champions, ¿qué decir de semejante rola?... era un ir y venir de interpretaciones que no dejaba lugar a dudas: Queen se escribe todavía con mayúscula.

Por otra parte, la dupla Poli-UNAM echó a tierra aquel pretexto de que ambas instituciones no pueden pararse juntas en un mismo sitio: coro y orquesta formaron un ensamble que ni mandado a hacer. Con ambas, la experiencia vivida me durará un buen rato.

No tengo más palabras. Con tales eventos a veces lo que se quiere expresar no surge de forma alguna. Me resta guardar en la memoria el programa fechado el domingo 30 de septiembre, y saber que cuando el reloj marcó las 2 de la tarde sólo pude pensar algo en voz baja: con este concierto, aunque sea por hoy... Somos los campeones.

jueves, 27 de septiembre de 2007

El arte del buen mentir

Tres amigos decidieron ir a la playa el fin de semana a pesar de que el lunes siguiente tenían un examen importante para decidir, en gran parte, su calificación final.

Uno de ellos, preocupado ante tal situación, les propuso a los demás posponer dicho viaje porque prefería dedicarle tiempo a estudiar.

—Le inventamos un pretexto al maestro, ya ven que es medio despistado —dijo uno.

—Sí, ¿recuerdan cuando sacamos el acordeón y no nos cachó?, ¿o qué tal cuando metimos entre sus papeles una tarea atrasada? Ni cuenta se dio —replicó el segundo.

—Ya sé, podemos llegar tarde y decirle que de regreso se le ponchó una llanta al coche y por ese incidente no llegamos a tiempo, que en domingo por la noche difícilmente se encuentra en servicio una vulcanizadora en la carretera y por eso nos retrasamos tanto. Ya verán que nos dará oportunidad de hacer el examen otro día —agregó otro.

Todos conformes con el plan, se divirtieron a más no poder. Ya de vuelta en la ciudad, y con el cansancio a cuestas, recordaron la mentira piadosa que dirían para lograr posponer el examen. Llegó entonces el lunes y se presentaron un poco tarde ante su maestro.

—Profesor, queremos pedirle atentamente un gran favor. Sabemos que usted es una persona flexible y atenderá nuestra solicitud. Fíjese que ayer por la noche veníamos de visitar a mi tía y en la carretera se nos ponchó una llanta del coche. Como el lugar más cercano para repararla estaba a 30 minutos de ahí pues tuvimos que regresarnos y por eso nos retrasamos más de lo debido. La verdad ya no pudimos llegar a tiempo para el examen y, como no queremos reprobar, sólo le pedimos hacerlo otro día, cuando usted nos diga.

Después de meditarlo un poco, el maestro accedió y sólo les puso una condición: que la prueba escrita la hicieran los alumnos en salones diferentes.

—¿Ven?, les dije que era fácil de convencer. Hoy sí estudiamos un rato y mañana pasamos el examen —asentó uno de ellos con tono de burla.

Llegado el día, cada alumno estaba en un salón distinto y frente a ellos, un papel tenía gran parte de su calificación final.

—Pues bien, como lo acordamos, hoy les haré la última prueba del año. Y por ser ustedes una excepción, hice unas modificaciones al formato del examen —dijo el profesor a cada uno. En sus manos tienen una hoja que contiene sólo dos preguntas y la regla es sencilla: la calificación que saquen aquí será la de su historial académico. Será sumamente fácil que aprueben con 10 porque dichas preguntas están regaladas, según mi punto de vista. Tienen tres minutos para resolverlo, no requieren de más. Así que adelante, el examen es todo suyo.

Los alumnos voltearon la hoja y la primera pregunta decía: “¿Con qué país colinda México al norte?”

—Uh, este maestro además de darnos más tiempo para estudiar, nos pone semejantes preguntas tan regaladas. Creo que esto será más fácil de lo que pensé —dijo uno de ellos.

—Ja, qué manera de tomarle el pelo al profe —dijo el segundo—, pospone nuestro examen y además de eso nos calificará con dos preguntas, por lo pronto la primera está facilísima.

—¡Estados Unidos!… qué bien, ya sólo me falta una pregunta para tener 10 —pensó el tercero.

... pregunta dos: “¿Cuál de las cuatro llantas se le ponchó al auto en su viaje de regreso el domingo?"...

Moralejas:

1. Para mentir, hay que poner especial atención en los detalles más insignificantes.

2. Hay personas que sólo esperan una oportunidad para joderte, y lo hacen de la manera que menos esperas.

3. Que le hayas visto la cara de tonto a alguien por mucho tiempo no significa que se la verás toda la vida.

4. “Dos (tres, cuatro) cabezas piensan mejor que una”… no siempre aplica.

5. Decirse enfermo es el pretexto universalmente aceptado, ¿por qué cambiar cuando siempre ha funcionado? (lo malo es pretender que sea epidemia).

6. Si tienes un examen final nunca estudies una noche antes, el conocimiento no llega por ósmosis.

7. La próxima vez que planees algo con tus cuates, no entrometas escuela, trabajo, noviazgos o matrimonios... seguro algo fallará.

martes, 25 de septiembre de 2007

Drama social de moda

Oliviero Toscano hizo nuevamente de las suyas. El fotógrafo italiano se dio a la tarea de mostrar sin tapujos el tema de la anorexia femenina, y lo hizo exhibiendo en vallas publicitarias a una mujer desnuda que padece este mal. No menos se podía esperar del hombre de la lente si revisamos su historial de Benetton que le ha valido una lista de críticas por la crudeza en algunas de sus imágenes. Lo rescatable en este caso, según mi punto de vista, es el hecho de colocarlas en las calles y causar ruido respecto al tema.

Isabelle Caro, joven francesa cuyo peso corporal apenas llega a los 31 kilos, es la “modelo” de Toscano utilizada para abrir los ojos de forma directa frente al problema social que padecen muchas mujeres no sólo en Europa sino en todo el mundo. Su valor reside en querer mostrarse sin miedo y así evitar que otras más sean presa de la misma trampa. Ojalá lo logre.

Y más allá de conflictos personales que arrastren a alguien a terminar en ese problema, valga en este espacio mi crítica a aquella publicidad que vende aspiraciones fuera de contexto. Por ejemplo, hoy veía un catálogo de una tienda departamental donde se ofertaban las prendas de la temporada otoño-invierno. Sí, muy guapas las modelos y con ropa que las hacía lucir extraordinarias, ¿pero dónde queda la realidad de la mayoría de las mujeres cuya complexión no les permite adquirir una blusa o un pantalón así? Para un sector de la sociedad, sobre todo adolescentes y jóvenes, las marcas son una referencia y con base en ellas adquieren un estilo de vida, y a veces llegar a él significa someterse a dietas mágicas, ejercicios, cremas, aparatos y demás… algunas no dudan en sacrificar cualquier cosa con tal de lograrlo.

La publicidad tiene algo de promesas y algo de aspiraciones, cierto, pero a veces es avasalladora en sus objetivos porque en ellos suele olvidar un hecho primario que debería defender: la salud humana. Pasarelas y concursos de moda muchas veces van en detrimento de la realidad y hacen que algunas mentes pierdan esa noción. Un comercial o una revista en manos de una adolescente puede ser el detonante de un mal que se experimenta en soledad.

Y finalmente, sólo como curiosidad te pregunto a ti que lees este post: ¿cuántos comerciales con mujeres mexicanas has visto en tu vida y que hayan llamado la atención en el ámbito internacional?, ¿cuántos espectaculares con las mismas características recuerdas?, ¿apoco no es más fácil toparse con modelos extranjeras que llenan espacios vendiendo deseos donde muchas no tienen cabida pero que anhelan fervientemente?

Estas palabras son también para las mujeres que sufren en silencio, en algún rincón de su habitación a la medianoche o a quienes el espejo les juega una trampa cada vez que lo miran a los ojos. Su realidad puede transformarse para bien y así evitar ser parte de las estadísticas. Y para los que hacen (o lleguemos a hacer) publicidad, ojalá que la conciencia social no nos abandone al momento de elaborar un anuncio, ya demasiado tenemos con los males a nuestro alrededor como para seguirle echando leña al fuego.

sábado, 22 de septiembre de 2007

¿Ole?

Año 2007. Tenemos tecnología de punta: celulares, videojuegos, autos y computadoras. Existen aviones que nos ponen al otro lado del mundo en cuestión de horas. A estas alturas, una película completita cabe en un disco de 11.5 centímetros de diámetro y podemos meter 450 canciones en el mismo espacio. Hasta se presume que el hombre puede ir de paseo más allá de las fronteras terrestres.

Todo parece maravilloso. Puedo tener dos o tres novias por internet y aumentar la cifra según mis aptitudes cibernéticas. La ciencia y la medicina avanzan a pasos agigantados con el correr de los años, no se diga las artes y el deporte. Pero como en todo bello cuento, el lado negativo aparece... ya decía yo que no podía ser todo color de rosa.

Comienzo pues el debate en torno al tema. Yo, desde ahora, fijo mi postura: repudio por completo las corridas de toros. Jamás he ido a una, y tampoco me interesa. He visto por televisión la manera en que el público se alborota cuando el animal cae muerto ante los pies del torero. ¿Y cuál es el chiste? ¿Demostrar valentía ante un ser vivo que no tiene el mismo desarrollo intelectual que nosotros? Valdría más mantener una familia o educar debidamente a los hijos, diría yo.

Mis ojos repasaban hoy unos videos donde los cuernos terminaban ensartados en algunos cuerpos humanos y todo mundo se angustiaba ante tal acontecimiento. Luego iban otros más en su auxilio a salvarlo de semejante apuro y el susodicho salía todo quebrado en medio de un mar de aplausos. Yo me he lesionado dos veces por practicar deporte y nadie fue para ponerse de pie y reconocer mi esforzada participación en la cancha, tal vez porque en lugar de tener enfrente a un toro de 2 toneladas, tenía a un portero de 60 kilos, y éste no poseía cuernos sino un par de guantes medio desgastados.

Y nos jactamos de ser civilizados. La idea nacida en España y que tomó tintes modernos en el siglo XVIII ha heredado cruentas batallas entre un animal de cuatro patas y otro de dos, donde, si el primero muere, qué a todo dar, y si la parca recoge al segundo, ay pobrecito. La tortura disfrazada de espectáculo público es algo inconcebible desde mi perspectiva. He visto tambalearse a un animal mientras escupe sangre a borbotones con banderillas clavadas en su cuerpo y una espada ensartada, porque ya no le queda ni la voluntad de huir de ese lugar, y el acto es "sublime". Ah pero eso sí, dramático resulta cuando el torero vuela por los aires y lo rematan con unos pisotones en el suelo... por favor, es como querer andar de rodillas en el periférico esperando acabar sin un solo rasguño.

Entonces si hablamos de tradición, ¿por qué no llevar al estadio Azteca espectáculos donde algunas personas se metan a la cancha en compañía de tigres, elefantes y jirafas, para ver quien sale vivo? Digo, si era común en el Coliseo de Roma heredemos pues esos eventos.

Me pregunto dos cosas: ¿cuál ha sido el delito de los toros para que sean sentenciados a morir de tal forma?, y lo que me tiene más preocupado, ¿qué motiva a alguien a ponerse frente a miles de kilos movidos por cuatro patas y con dos cuernotes para “ganarse el respeto” de la multitud? Si se trata de jugarse la vida, probemos lanzarnos de un edificio o cruzar una vía cuando pasa el tren.

Esto debe tener raíces rituales, algo genético o qué sé yo, pero si la evolución ha servido para algo, quiero creer que no es sólo para mantenernos de pie y caminar derechos. Hay cosas por las cuales aún me siento tan primitivo pero bien podríamos vestirlas “de luces”.

Y hablando de salir en hombros, vino a mi mente aquella anécdota en la cual el exceso de tequilas me hizo acabar en tales condiciones ante una multitud, y esa ocasión ni capote ni espada llevaba... ¡qué bueno que tampoco había toro!

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Kilómetros de vida

La oscuridad continuaba y el frío prevalecía. Dos mil personas, tal vez un poco más, nos reunimos con el mismo objetivo que instantes más tarde sería cumplido. El reto personal, 15 kilómetros, significaba una barrera por vencer y la mentalidad estaba dominada por ese deseo. Entonces la hora llegó y nos abrimos paso a través del asfalto en la ruta señalada.

Kilómetro uno: el cuerpo comenzaba a acondicionarse para el esfuerzo a realizar. Kilómetro dos: permanecía en el paisaje el bosque de Chapultepec. Kilómetro tres: “ni te quejes que faltan 12”, pensé. Kilómetro cuatro: las piernas empezaron a responder según lo planeado. Kilómetro cinco: la avenida Reforma nos dio la bienvenida e invitaba a recorrer su tramo correspondiente. Kilómetro seis: el sudor, consecuencia del calor, venció a la baja temperatura del ambiente. Kilómetro siete: observé algo muy especial que llamó mi atención y por un momento desvió mi concentración…

RUN ELY decía aquel cartel sostenido por manos de un hombre acompañado por su esposa, según deduje. Se trataba de una pareja que, como muchas más, sacrificaba unas horas de sueño para ir a apoyar a algún familiar o amigo que corre en esas competencias. Sin duda resulta motivante ver a personas conocidas, e incluso desconocidas, aplaudir y alentar a los participantes para llegar la meta, ¿qué mejor manera de comenzar un domingo familiar?

Pues bien, Ely contó esa mañana con el apoyo de sus familiares y de esas seis letras plasmadas en una cartulina blanca. Sin embargo, lo que hizo desconectarme un momento de mi ritmo de competencia fue el dibujo que se mostraba junto al breve texto: un moño de color rojo.

De inmediato giré la cabeza en ambos sentidos para ver si acaso entre los cientos de corredores podía conocer de vista a Ely. Tenía curiosidad de ver a aquella mujer que, a pesar de su enfermedad simbolizada en esa cartulina, poseía no sólo las agallas de correr sino también la fuerza para sobreponerse a su situación y participar en el evento. Sin duda, un ejemplo humano digno de admirar y que rebasa cualquier deseo de llegar primero a la meta. Cuando te sabes en manos del destino por alguna causa que quisieras fuera ajena a tu persona, unos no pasarían de la queja y la frustración, pero otros rompen con ese esquema y van más allá de quedarse en cama o atormentarse por lo irremediable.

Kilómetro ocho o nueve: no detuve demasiado mi marcha y entonces continuó la suma de distancia. Atrás quedó la pareja que apoyaba a Ely y nunca supe quién era ella. Minutos después, la meta llegó y en mi mente quedó una duda: ¿habrá terminado la carrera? Tal vez no importaba, lo realmente especial era saber que existen personas con esas ganas de vivir y las demuestran. Más allá de una medalla conmemorativa que a todo corredor se le cuelga en el cuello al finalizar, a Ely sin duda la vida ya le ha dado su reconocimiento.

Una enfermedad en ocasiones es el pretexto perfecto para dejar de lado algunas actividades, pero otros más la toman como un reto para demostrarse a sí mismos —y a los demás— que la voluntad vale más que cualquier adversidad. El deporte da sorpresas y la vida también. Aquel domingo ambas se conjugaron, y seguramente más de uno fuimos testigos de lo especial que es una competidora, no por su padecimiento sino por lo que realmente vale como persona… correr por la vida es lo que hacemos a diario y aquella mañana alguien me hizo recordar esa lección.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Estrellitis

El mundo de los espectáculos nunca ha sido de mi total agrado: que si la mosca parada en la cabeza de Luismi, el embarazo de no sé quién, si se le vio en un restaurante con fulano...

Cuando era niño soñaba con ser famoso, cantante, artista o algo semejante, pero ahora las ganas me han bajado de intensidad al saber de programas y “periodistas” que, con tal de obtener su nota, se meten hasta en el baño del sujeto en discordia. Ya me imagino la primera plana de una revista gritando mi romance con la Tigresa, o que la Pau me invitó a una party en su yate, o sea, ¡mega fashion!

Hoy, estando en mis cinco sentidos, ya no me veo con los pies postrados en ese mundo. Prefiero ver de lejecitos a quienes se suben a un escenario y admirar a alguien cuyo trabajo sea decente, al menos, para tildarlo de artista. Sin embargo, esta tarde vi algo que realmente me puso a pensar. Lo descubrí al ver el video donde reapareció la tan sonada y casi colapsada Britney Spears. La verdad no me viene a la cabeza algún adjetivo para nombrar su situación, y no me refiero a sus escándalos personales porque finalmente cada quien hace con su vida lo que le da la gana, sino más bien al mundo existente detrás de ella.

Comprobado está que le llegó la fama por donde menos la esperaba y ¡zas!, la caída después fue brutal. Recuerdo haber visto a esa colegiala inocente bailar y cantar letras simplonas pero eficientes para la mercadotecnia que se movía a la par de su cadera. No importaba lo que emanara de su linda boca, bastaba un rostro bello, un cuerpo con medidas precisas y una actitud puberta para destilar hormonas. Ya luego vino aquello de salir a escena creyendo ser domadora de serpientes enroscadas en el cuello, y posteriormente lo máximo en su carrera: el maravillosamente asqueroso beso con Madonna.

Buenos tiempos aquellos para la chava, pero el dinero, las parrandas, las “buenas” amistades y un par de acostones con sus respectivas consecuencias le dieron en la torre. Reitero que me importa un comino su vida porque seguramente de igual forma le ha de importar la mía, lo feo del caso es la genial idea para querer revivirla (“artísticamente” hablando) cuando apenas y se puede mantener en pie.

¿A quién le urgiría mandar al escenario a una mujer fuera de ritmo presumiendo sus kilitos de más, y encima de todo hacer creer al público que en esa situación podía cantar? Si planearon eso como un empujoncito a su carrera, más bien creo que el resultado fue un tremendo sentón.

Si fue plan publicitario, definitivamente está reprobado el autor de semejante acto, a menos que hubiera fumado de la buena. Se veía que de la jarra con sus cuates se fue a actuar porque esa coreografía ni mi abuelita se la cree. Yo bailé mejor en segundo de primaria una rola de Cri-Cri y ni las gracias me dieron por aquel impresionante papelón. Ahora sí ni las luces y un pelotón de bailarines le ayudaron a la pobre.

Decepcionante desde luego, pero peor tantito la estrategia de volverla a aventar a la fama de esa manera. No es necesario analizar profundamente el asunto para darse cuenta de que primero se debería poner orden en su vida —si quiere—, porque tal vez ya le gustaron las parrandas y así es feliz, para luego proponerle el retorno a su lugar musical (si aún lo conserva).

En sus inicios, la mercadotecnia vio en ella una mina de oro y hoy se está tronando los dedos. ¿Cómo reposicionar a la Britney de antaño? Eso sí es un reto a la creatividad, porque lo que una vez fue Baby, one more time, hoy es un Baby one more try.

jueves, 6 de septiembre de 2007

¿Para qué estudiar?

Eran las ocho de la noche y yo, con unas ganas angustiantes de escribir algo, no tenía ni idea de cómo empezar. Ningún tema asaltaba mi cabeza y los minutos pasaban, así que eché un vistazo a un diario electrónico y entre tantas noticias una me provocó risa, pero luego me hizo analizar el asunto.

No le haré comercial al producto, sólo diré que era una guía de estudio para presentar el examen de ingreso a la universidad. ¿Y cuál es lo extraño en ello si hasta yo en mis tiempos de pubertad tuve una? Pues simple y llanamente que está resuelta.

¿Maravilloso? ¿Innovador? ¿Deslumbrante? Todo lo contrario diría yo, porque promueve un producto que, dicho en palabras de los mismos emisores-vendedores, terminará con esos días de estarse quemando las pestañas en la biblioteca o de la frustración al saberse rechazado por la institución universitaria a la cual se aspira.

Publicitariamente hablando, la página web tiene el coco wash que todo producto debe llevar consigo para atraer al posible comprador: ventajas del mismo, testimoniales y la garantía de su efectividad. Pero lo alarmante es que, paradójicamente al esfuerzo que significa dar un paso así, promueve el no-estudio. Me explico: explícitamente indica que no es necesario aplicarse durante varias semanas para conocer los diversos temas, basta con repasar la guía una noche antes del examen y listo, como por arte de magia el aspirante entrará a las aulas. Seguro, como si fuera tan sencillo chutarse las 580 páginas en word de semejante mamotreto electrónico. Sólo con leer la cifra ya me dio flojera y, seamos sinceros, si en un mes a veces medio se estudia una guía, en una noche por supuesto que será bien fácil estudiar y sobre todo aprenderse temas de matemáticas, inglés, física, química, biología y demás.

Yo recuerdo que para entrar a la prepa mi guía tenía hasta atrás el apartado de respuestas. Era como una tomada de pelo pensar que, estando en la edad del relajo y teniendo a unas cuantas páginas el asunto resuelto, iba a estar día y noche estudiando. Más fácil no podía ser. Era casi como tener el examen contestado. ¿Por qué entonces no ahorrarse semejante protocolo y permitir a todo aquel poseedor del librito mágico entrar automáticamente a la universidad? Ya quisiera yo tener esa dichosa guía para mi examen profesional y así dejo de preocuparme tanto. Me voy de vacaciones un mes y una noche antes del majestuoso evento, de regreso en el autobús, le echo una leidita al manual y ya está... ajá.

Imagino la vida así: el artista que minutos antes monta su recital y le sale a la perfección; los maestros de la música ofreciendo conciertos cuando leyeron sus partituras previo a la hora del evento; el abogado defensor del acusado con argumentos sacados de la chistera antes de entrar a la sala; o aquel deportista que se prepara para su competencia al llegar a la pista. Hasta dónde hemos llegado. Y pensar que así se pretende elevar el nivel de la educación. Más bien será el fomento a la flojera, aunque a muy bajo costo. ¿No tendrán algo así para resolver mis problemas? Solicito pues “El manualito de último momento”.

jueves, 30 de agosto de 2007

Al rato...

Durante estos últimos días he reflexionado acerca de la cultura del tiempo que muchos predican en este país. Me refiero a los periodos para hacer cosas que van desde entregar una tarea escolar hasta concluir algún proyecto con determinado grado de importancia.

Y valga este post para dejar mi queja, porque involuntariamente también yo me he visto involucrado en ese círculo vicioso que me ha arrastrado al límite del hartazgo. Algunos me aconsejarían acudir a terapia psicológica, otros dirían que de plano la neurosis ya me atrapó, pero estoy seguro que a más de uno les quedará el saco, y no me lo digan, sólo medítenlo como acto de autoacusación.

El terreno publicitario donde me muevo es un claro ejemplo. Todo lo quieren al final, cuando faltan cinco minutos para entregar lo requerido. Entonces retrasan el trabajo de uno y por consecuencia el de otro, y así sucesivamente. Hay días en que reina la tranquilidad absoluta pero llegado el momento, todos a correr. ¿Por qué debe ser así? Por la sencilla razón de querer arreglar las cosas al último, cuando el tiempo ya nos ganó y, encima, deseamos que las cosas salgan bien.

Y esto va más allá de la publicidad. Hasta he pensado que, tristemente, es una mala costumbre cultural. Por citar algunos casos: para verificar el auto se tiene todo un mes y en el último día ahí están las largas filas; los políticos, que se la pasan hasta las cuatro de la mañana para aprobar un presupuesto anual, ¿y antes? a echar la flojera (bueno, eso ya no es noticia en ellos); los centros comerciales atiborrados el 24 de diciembre para las “compras de pánico”, ¿y por qué no hacerlas unos días antes?; los pagos de luz, agua, tenencias…

Luego no nos quejemos de los niveles de stress que nos atacan. ¿Apoco no andamos pregonando que “tenemos mucho trabajo”? Pues claro, si pretendemos resolver las cosas cuando el reloj nos pone en jaque, cualquiera se vuelve loco.

Me resisto pues a vivir así. Mis neuronas se extinguen por culpa de las prisas involuntarias, y lo peor es que muchos ya ven ese ajetreo como algo normal… normal sería tener una mejor planificación de las cosas, ver que el tiempo no está a nuestra disposición sino al contrario, y sobre todo sabernos responsables de nuestros actos debidamente organizados.

Y ya no me sigo quejando porque en cinco minutos necesito entregar una documentación que me pidieron desde hace 15 días y aún no la he buscado, tampoco he pagado lo que debo y mañana es el corte quincenal… y ahora que me acuerdo, tenía una cita hace media hora, tendré que inventar un pretexto para que me esperen. ¿Y si mejor me voy a dormir? No, eso tenía que hacerlo anoche y se me olvidó.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Ayudemos

Hablemos un poco de algunos recuerdos. Fue hace 22 años y yo tenía entonces cuatro de edad. El rumbo era la escuela en compañía de mis padres mientras media ciudad caía de rodillas ante el desastre natural cuya réplica terminó por dejar sobre el suelo aquellas heridas de casi ocho grados heredadas hasta el presente.

La memoria no me da para mucho ahora, pero cuando veo imágenes de esos días grises no logro entender la magnitud de tal acontecimiento. Bien dicen que la realidad en ocasiones supera a la ficción. Hoy no lo dudo.

Hace unos días la naturaleza hizo una vez más de las suyas con tal furia sobre suelo peruano que el recuerdo mexicano me fue inevitable. Escombros, hogares destruidos, familias desintegradas, lágrimas… ¿habrá algo peor que eso? Quisiera pensar que no, pero sabemos que puede suceder. Entonces por qué ser indiferentes ante tales casos. El desastre no respeta nacionalidad y mucho menos idioma o ideología.

Unos años atrás fui testigo presencial de personas latinas que en otro continente te tienden la mano mejor que los mismos residentes de aquella zona. Una noche perdido con mi hermano a más de 40 minutos del hotel donde nos hospedamos, el mapa nos era insuficiente para ubicarnos y justamente alguien que compartía nuestro idioma supo orientarnos cuando otros reflejaban en su rostro un tono que rayaba en la burla. Quedó pues de manifiesto que Latinoamérica es una aquí y en cualquier rincón del mundo. No dejemos que ese lazo que va más allá de políticas y competencias deportivas se quiebre. Quienes conformamos esa población no tenemos etiqueta alguna que nos haga valer más o menos. Seamos conscientes de ello.

Anoche en el supermercado reservé algunos pesos para víveres destinados a manos peruanas que lo necesiten. No fue algo ostentoso, pero que de multiplicarse por miles seguramente ayudaría a mitigar el dolor ajeno del cual tenemos referencia. “Por un par de cervezas menos el fin de semana no me moriré, pero sin estas latas de comida y esta agua envasada un niño tal vez no sobreviva”, pensé. En realidad no pierdo mucho y alguien puede ganar más de lo que creo.

Por favor tómense estas líneas no como argumentos para levantarme el cuello o pretender adjetivarme erróneamente como el dadivoso. Si así fuera, el primero en reclamármelo sería yo, porque no se trata de una limosna sino de una necesidad que tal vez el día de mañana nosotros la requiramos, ¿has pensado en ello? Hoy día tenemos en puerta al huracán Dean. En mi ventana la lluvia no ha cesado desde hace horas y vivo a cientos de kilómetros del lugar donde el viento golpea con más fuerza.

Aquí estoy pues, cómodamente sentado y escribiendo. Tal vez tú estés igual o con una taza de café en la mano, con un cigarro encendido o viendo la televisión. Te invito a levantarte, a sacrificar ese café o ese cigarro por un día y mejor cooperar con algo para quienes la necesidad no era opción pero les llegó sin pensarlo. Si en tu bolsillo sobran 15 pesos, puedes transformarlo en un desayuno para un niño. Tú decides. Los seres humanos estamos expuestos a las tragedias naturales, pero también tenemos la capacidad de salir adelante de ellas. Recuerda que somos muchos… y una playa se forma por millones de pequeños granos de arena.

viernes, 17 de agosto de 2007

Mundo de leyes

¡Qué barbaridad! Y yo me quejaba del reglamento de tránsito metropolitano por sus promesas viales de primer nivel. Créalo, hay leyes más… ¿cómo decirlo?, más, más… ¿raras?, ¿curiosas?, ¿absurdas?

The Times publicó un listado de textos legislativos de lo más extravagante. Por ejemplo, si usted va de turista soltero a Indonesia por un mes, le tengo una muy mala noticia: la práctica sexual personal, es decir, sin compañía alguna, tendrá que suspenderla porque está penada. Si por alguna razón en una noche solitaria se le ocurre ver una película candente, de esas catalogadas XXX y después de una hora la temperatura corporal le sube tanto y le dan ganas de… ya sabe qué por cuenta propia, puede ser decapitado. Así como lo lee. Lo que pueden costar 10 minutos de gloria terrenal a solas (falta ver quien será el chismoso, porque no creo que ande pregonando por las calles la práctica de semejante acto sexual en privado).

Otro caso, un tanto asqueroso, es la ley en Gran Bretaña que da oportunidad a las mujeres embarazadas de orinar o defecar en la vía pública. Lo grave del asunto es que el recipiente para hacerlo puede ser el casco de cualquier oficial de policía. ¡Pobres uniformados! Con semejante ley, tienen dos opciones: resignarse a ser usados como baño público o, de plano, renunciar.

Pero hay más: a los hombres sólo se les permite hacerla de fuente donde el chorrito se hacía grandote y se hacía chiquito, con la restricción de que sea en la llanta trasera de su automóvil y apoyados con su mano derecha sobre el coche. ¿Y si no soy zurdo? ¿De cuánto será la multa? Y no por regar la vía pública, sino por haber nacido diestro.

Los taxistas de Londres se pueden reservar el derecho de subir a un pasajero con un perro rabioso, que cargue con un cadáver o lleve la peste… no fuera en México porque por carga extra, fuera cual fuera, capaz que cobran una lana extra.

En Florida, EU, una mujer puede terminar en la cárcel si salta de paracaídas en domingo. ¿La versión mexicana dictaría tres días de arresto si te lanzas del bungie en viernes por la tarde? Ni lo que cuesta el brinco.

Y para rematar estas leyes, una más que dejaría miles de muertos cada fin de semana en territorio nacional (en caso de aplicarse): en El Salvador todo aquel que conduzca un vehículo en estado de ebriedad puede ser ejecutado por un pelotón. Así hasta yo me abstengo de echarme unas cuantas chelas. Ya me imagino ir por Reforma a 100 kilómetros por hora y cuando una patrulla me detenga, en vez de aplicarme al alcoholímetro, me aplique 15 balazos… ni la cruda me dejarían disfrutar.

Rarezas de este mundo pues, ya lo vemos. Ojalá alguna idea parecida no llegue a las cabezas de los legisladores mexicanos, no vayan a pedir quemar en la hoguera en pleno Zócalo a todo aquel que falte un día al trabajo. Eso jamás sucederá porque ellos mismos estrenarían la ley. Aunque viéndolo bien, a algunos microbuseros se les podría aplicar eso de los plomazos por conducir peor de lo que tratan a los pasajeros.

Política finalmente. ¿No podrían mejor inventar leyes contra la inseguridad o la delincuencia? Algo contra aquellos que contaminan o acaban con la naturaleza es más importante que saber si alguien se masturba o no… vaya forma de perder el tiempo.

miércoles, 15 de agosto de 2007

¡Goooooya!

Hay amores que duran tres años, lo comenté en un post anterior. Hay otros más a fuerza que por voluntad a causa de embarazosas situaciones. También están aquellos que por extrañas razones masoquistas a veces no nos dejan dormir. Pero hoy quiero hablar de uno que, como todo amor, tiene sus lados negativos. Me encargaré pues de esa parte oscura del romance, aunque al final me quedo con el grato sabor de boca que me hace evocarlo.

Confieso entonces mi amor por la UNAM (al menos cuando digo esto me refiero a la institución en sentido femenino, de no ser así, varios ya hubieran puesto en duda mis preferencias sexuales). Ahí se han forjado demasiados recuerdos a lo largo de once años, algo que ninguna otra escuela me ha regalado. De ellos hablaré en otro momento porque sin duda merecen un espacio aparte. Ahora toca el turno, como decía, de explorar algunos de sus puntos negativos.

Pues bien, hoy al realizar un trámite en la Facultad en la cual estudié, debí hacer un pago para acreditar una documentación. Enorme fue mi sorpresa al ver la cantidad señalada: ni más ni menos que un peso. Eso vale una revisión de estudios para titulación. ¿A quién le agradecemos o le reclamamos las bondades universitarias?, porque pensé pagar con un cigarro y pedir mi cambio, pero como no fumo, tuve que sacar la moneda.

No concibo una universidad con tales magnitudes e importancia con semejantes cuotas. Ya sé aquello de la gratuidad y la lucha por mantener la educación sin costo, ¿pero qué hay de todos aquellos que llegan en su auto o tienen para las chelas de los viernes y pagan, de rigor, 20 centavos por un semestre? Me cuestan más los chicles para refrescar el aliento.

Tampoco exijo pagos de miles de pesos, sin embargo, considero que todos podemos aportar una cantidad decente para recibir educación por seis meses en la mejor universidad de Latinoamérica. ¿Sería mucho pedir? Así se podrían mejorar aún más algunos servicios.

Caso aparte es el de la sobrepoblación estudiantil. ¿Por qué mantener a alumnos que ni siquiera se toman la molestia de acreditar la mayoría de sus materias y así se quedan “fosilizados” por años, mientras muchos más no reciben una oportunidad de estudiar cuando deseos les sobran? Puede ser que por ahí algunos talentos se desmoronen porque les cerraron las puertas cuando otros se la pachanguean de lo lindo sabiendo que los años pueden pasar y su estancia en las aulas es segura.

Sin duda son dos puntos que me preocupan, pero me queda el consuelo de la conciencia que me hace respetar a la UNAM, admirarla, colaborar con ella aunque sea en detalles como no rayar los libros de las bibliotecas o no maltratar sus instalaciones, y lo mejor de todo... saberme universitario por siempre y predicar con ese espíritu. La fama que se tiene es por demás conocida, no en vano en un viaje a tierras europeas alguien que me vio con su logo en una playera me dijo con acento un tanto extraño: “me saludas a los Pumas”. Detalles por mejorar siempre quedan pero aún así orgullosamente puedo gritar ¡GOOOOOYA!

De obesidad y contaminación

Hace algunos días llegó a mis manos un periódico de distribución gratuita que tenía en su interior un par de opiniones enviadas por lectores de la publicación. Ambas llamaron mi atención por el tono de crítica que manejan y sus pocos argumentos para sustentarla. Y cómo no, si les dan un pedacito de página para soltar su verbo y encima de eso, decían cada cosa que... bueno.

La primera de ellas, con referencia a la obesidad en México y su posible causa, acusaba directamente a las empresas trasnacionales y a su “bombardeo de comerciales” de los productos chatarra que consumimos, y por consecuencia del sobrepeso que muchos padecen. Pues estimada lectora, le tengo una mala noticia: la publicidad no es la causa de que muchos gorditos paseen por este país. O a ver, dígame usted, ¿cuándo ha visto un solo comercial de los productos y golosinas que los niños consumen en sus escuelas? Jamás en mi vida he sabido de anuncios televisivos y radiofónicos donde pasen los chicharrones caseros de Doña Chuche de cinco pesos, o las quesadillas de Don Poncho. Ya ni hablemos de los sopes, gorditas, hamburguesas y demás comida rápida que venden casi en cada esquina y mucha gente adquiere como parte de su dieta cotidiana.

Acusación falsa, desde luego. Y para rematar su opinión, pide al gobierno regular el contenido de los comerciales. ¿Por qué mejor no regula usted sus hábitos alimentarios? Lo más increíble de todo, dice, es que no cambiamos. Lo increíble, diría yo, es que le eche la culpa a los medios informativos de lo ocurrido en su entorno. Por ejemplo, cerca del lugar donde trabajo existen muchos establecimientos y puestos en los cuales venden un sinfín de productos poco nutritivos, pero también existe comida de calidad más barata que la llamada “chatarra”. Si me alimentara mal es por decisión propia y no porque la tele me lo diga.

¿Acaso dejar de ver la “caja idiota” o apagar la radio mejorará los niveles de salud en México? ¿Será ese el remedio para acabar con el sobrepeso? Yo creo que no. Mejor revise primero su alacena, su refrigerador y los lugares donde come, y luego envía su punto de vista por favor.

Luego, la segunda opinión, se acerca a la propuesta de que los autos dejen de circular un sábado de cada mes. “Se me hace absurdo”, dice claramente el lector, mientras critica la consulta que hizo el gobierno del DF para algunos temas al respecto. Dice además que no tiene tiempo para votar por cosas tan tontas. Ah, pero eso sí, hace un berrinche literario de grandes dimensiones porque según él, los gobernantes no piensan en la gente de clase media como él.

No tiene tiempo para dedicarle al asunto, dice, pero curiosamente ha de querer circular toda la semana porque por ser contribuyente ya cree tener derecho a contaminar más este planeta. Y finaliza su opinión diciendo que el transporte público es una verdadera porquería de inseguridad y mal funcionamiento. Ahí le concedo el beneficio de la dudototota pero señor, menciona que para mejorar la circulación se deberían revisar los estudios de tráfico y contaminación donde el 30% de ese tránsito corresponde al transporte pesado que cruza la ciudad. Pues será muy buen estadista, pero al hacer su comentario no se fijó que usted forma parte del 70% restante (a menos que tenga un camión de redilas). ¿Entonces quién contamina más?

De todo se quejan muchos pobladores. ¿Por qué mejor no dicen: yo propongo...? En esta vida resulta más fácil criticar y echar culpas al ajeno que dar un paso voluntario hacia el mejoramiento de algunos asuntos. Y a ese periódico, por muy gratuito que sea, le recomiendo revisar las opiniones que llegan a su redacción antes de publicarlas en tirajes de miles... ya ven, también yo sé quejarme.

lunes, 13 de agosto de 2007

¿Niño prodigio?

Es lunes 13 de agosto y mis piernas exigen descanso. Y cómo no, si ayer a las nueve de la mañana ya había completado mi segunda carrera oficial de 10 kilómetros. Entre el frío y la subidita de unos 200 metros que me retó a darle batalla, finalmente detuve el cronómetro en un tiempo mejor del planeado… seis minutos menos respecto a la primera vez que me atreví a correr semejante distancia.

¡Qué bonito es correr así! Disfrutar el recorrido mientras el Ipod agota su energía a la par de la mía y, además, saberse un poco sano es maravilloso. Desde los entrenamientos a las seis de la mañana hasta el recibimiento de la medalla al finalizar el evento, todo, es una agenda que disfruto y se me ha vuelto vicio.

El nivel aumenta siempre y cuando haya disciplina y voluntad. No crean que a veces levantarse con la oscuridad a cuestas es delicioso, pudiendo apagar la alarma y dormir un par de horas más. Pero el esfuerzo lo vale. Miles cumplimos el mismo objetivo de cruzar ese arco de meta y nos motivamos así a seguir en la siguiente competencia.

La zona de pre-arranque, el disparo de salida, el circuito y las fotos. El ambiente es único. Pero seguramente alguien del otro lado del mundo no piensa igual, o tal vez me equivoque. Supe de su existencia hoy mientras leía las noticias por internet y su caso me pareció absurdamente maravilloso.

Perdón, ¿dije absurdamente maravilloso? Así es y lo reitero. Se trata del llamado “niño prodigio del maratón”. Para no hacer el cuento largo, se trata de un chamaco que a sus seis primaveras corrió hace un año 65 kilómetros sin parar. Leyó usted bien. El equivalente a un ultramaratón y un poco más. Esa distancia para mí es una utopía, ni de rodillas o arrastrando llegaría a la meta, es más, ni en ambulancia después de que mis piernas se resquebrajaran allá por el kilómetro 23 o menos.

Imaginemos al niño seguir por ese camino del deporte. Jamás se ha sabido de algo similar, y si se le canaliza debidamente en ese ámbito atlético sin duda podríamos estar frente a un caso único en la historia. Lo malo de Buddhia Singh, como se llama el infante, es que su padre y representante lo trata indebidamente, porque no creo que golpearlo, colgarlo bocabajo del ventilador del techo y dejarlo sin comer durante dos días sea parte de su entrenamiento... al menos esa estrategia a mí no me funcionaría.

¿Así pondrá a prueba su resistencia física?, ¿las del ventilador serán sesiones de meditación? Pero a los seis años de edad eso es una aberrante tontería. Está bien que desee tener en la familia a un triunfador pero que tampoco exagere. Y encima de todo acusó al pequeño atleta de recolectar fondos y no compartirle ni un centavo... como si el entrenador hiciera las cosas correctamente. Se me hace que vio muchas películas de Rocky y sometió a su hijo a semejantes rutinas de ejercicio.

El tiempo dirá pues si Buddhia en verdad está hecho para tales competencias o si las exigencias de su progenitor le han obligado a ponerlo en ese lugar. Si es lo primero, mi reconocimiento para el “niño prodigio del maratón”, y si es lo segundo, que al padre lo metan al tambo por abuso de menores y al niño lo manden a la escuela para que tenga una vida normal.

lunes, 6 de agosto de 2007

¿Dónde estás mamá?

Una adolescente nerviosa y con el miedo devorando su cuerpo llega a aquel oscuro lugar que la espera presumiendo ser su amargo destino. El procedimiento no importa, sólo el objetivo. Un espacio de tiempo basta para que la semilla dentro de ella no germine, aun con el riesgo de desaparecer ella misma con el destello de vida que se suponía llegaría algún día. El acto termina y entonces comienzan las secuelas físicas y mentales. Ahora, esa mujer toma su lugar en las estadísticas.

Imagino la escena y entonces la reflexión llega: abortar o no abortar... esa es la cuestión. Y no se trata de filosofía, sino de una controversia social suficiente para llenar páginas y páginas de libros y periódicos. Al respecto, mi conclusión es que no hay conclusión, o que existe pero a medias.

Hace algunos meses vi un programa donde los distintos puntos de vista (médico, político y religioso) se enfrascaban en un debate de una hora al aire para que al final concluyeran lo que personalmente mencioné: nada por aquí y nada por allá. Todos, profesionales en su ramo, defendían su postura, cada cual soltando su mejor verbo con argumentos propios para convencer al auditorio.

Hoy, en mi bandeja de entrada, un e-mail contenía un video que reavivó en mí el asunto. Su temática era el justamente el aborto, pero de una manera personalmente nunca antes vista. No hablaba de leyes ni de polémicas al respecto, tampoco de estadísticas alarmantes. Simple y llanamente se basaba en el actor protagónico en este dramático acontecer cotidiano.

Un feto no habla, lo sabemos, pero si lo hiciera, ¿qué nos diría cuando unas pinzas toman su mano y la forzan a romperse?, ¿cuál sería su sentir en el momento que su cabeza es desprendida de su cuerpo? Si mis cuestionamientos parecen de mal gusto, lo peor del caso es que sucede a diario.

¿Dónde estás mamá? Reza aquel fondo musical para las imágenes que presenciaron mis ojos mientras un pequeño ser humano era interrumpido en su desarrollo materno para ser depositado en una charola cual si fuera un vulgar rompecabezas. Brazos sin abrazos que recibir; ojos sin miradas para brillar; boca que nunca conocerá una sonrisa; pies que se quedaron con ganas de correr; un corazón con latidos interrumpidos antes de tiempo; y alguien sin nombre y lugar en este mundo... todo ello le fue robado porque defenderse por sí mismo no era ni siquiera una remota opción.

Mucho nos quejamos de los abortos practicados día con día, el debate es inevitable y rebatir la razón nos ha llevado a una pared que nos divide. Sociedad, medicina, religión y moral... mezcla que no lleva a ninguna parte mientras miles, inofensivos e inocentes, jamás conocerán la luz del sol.

Ni modo, el aborto ya es todo un caso, ¿pero no sería mejor comenzar desde abajo? Dar educación sexual de calidad desde niños podría ser un punto a considerar o promover el uso de anticonceptivos. Un poco de conciencia social ayudaría antes de pararse en una sala para llevarlo al cabo, sea o no legal. Los platos rotos los pagan ellas, pero la participación activa y reflexiva puede ir más allá de un solo sexo. Hay cosas que vale la pena pensar más de una vez.

Para ver nacer a un hijo hay hasta quienes graban el parto para recordarlo por muchos años, ¿pero para realizar un aborto sucederá lo mismo?, ¿en qué lado del debate estás tú?

lunes, 30 de julio de 2007

El amor dura tres años

Nunca he estado casado, y aunque es una opción en mi vida —no una obligación—, por el momento disfruto de mi soltería. Es que eso de entrar a los terrenos del matrimonio me resulta tenebroso, empezando por escribir la palabra. No porque le saque al compromiso, pero es justamente ahí donde encuentro la primera contradicción: si se supone que quieres pasar el resto de tu vida junto a otra persona por voluntad y común acuerdo, ¿es verdaderamente necesario firmar un papel, hacer pachanga y jurarle a Dios amar, respetar y bla, bla, bla a esa persona? Luego tardan más los preparativos para semejante evento que el enojo de ambas partes para llevarlos derechito y sin escalas al divorcio.

Recientemente llegó a mis manos un libro, recomendación de una compañera de escuela, titulado El amor dura tres años. Sus páginas me han arrancado algunas sonrisas y regalado momentos en los cuales muchos caen sin quererlo pero tal vez lo sabían (espero no llegar a ese punto).

En resumen, dice: “Al principio todo es hermoso, incluso tú. No das crédito a estar tan enamorado (…) te casas lo antes posible: ¿para qué reflexionar cuando uno es feliz? El segundo año, las cosas empiezan a cambiar. Te has vuelto más tierno (…) Defiendes el matrimonio delante de tus amigos solteros, que ya no te reconocen (…) El tercer año, ya no resistes la tentación de fijarte en las señoritas ligeras de ropa que iluminan la calle (…) Pronto llega el momento en que ya no puedes soportar a tu esposa ni un segundo más, ya que te has enamorado de otra. El tercer año trae consigo una noticia buena y otra noticia mala. La noticia buena: asqueada, tu mujer te abandona. La noticia mala: empiezas otro libro”.

Espero no hayan sido las anteriores líneas una pedrada indirecta hacia alguien que lea este post, créanme, no es la intención. Sólo manifiesto mi grado de curiosidad y buen humor hacia el tema. También yo me he visto envuelto en semejantes enredos amorosos. Al respecto, confesaré una anécdota personal: en alguna ocasión me atreví a decir que alguien que no me correspondió como yo quería era el amor de mi vida. A estas alturas trato de recordar si la cerveza que me tomé cuando dije semejante barrabasada estaba caliente y agitada, o tal vez hayan sido los cigarros de chocolate que me fumé y habían caducado. Lo malo fue la desmentida gracias a un programa de televisión, lo bueno, que fue del canal 11 donde salieron unos especialistas y no lo me lo dijo Walter Mercado o algún charlatán con tarifa telefónica de 20 pesos por minuto.

En alguna relación furtiva o con poco futuro llegué a toparme con esos tres años que narra el texto, aunque afortunadamente no llegué a esa cifra, me di cuenta mucho antes. El amor de la vida, como bien lo dijo un personaje conocedor de esos asuntos, se encuentra allá por los 60 años, cuando llevas buen trecho compartido con alguien y con un proyecto de vida en común realizado, no por las hormonas que se destilan una noche o por un "te quiero" sin sentir.

No niego que existen momentos gratos en compañía y de repente las mariposas revolotean en el estómago cuando ves a alguien, o que el mundo perfecto en un instante se posa a tus pies… pero lo grave está quedarse en ese ambiente de fantasía porque a veces cuando uno despierta ya le creció la familia, amaneces con un anillo ensartado en el dedo o con las restricciones y censuras que conlleva aquello de “hasta que la muerte los separe”… luego puede llegar ese tercer año que marca el texto y entonces confundir el famoso dicho por: “hasta que la otra nos separe”. ¿Cuál eliges?

viernes, 20 de julio de 2007

Oríllese a la orilla

A ver si es cierto. Hoy viernes 20 de julio de 2007 entra en vigor el reglamento de tránsito (corregido y aumentado), y tendremos una educación vial de primer mundo. Deberíamos preguntar primero quién lo conoce bien a bien, porque supe de algunos policías que a un día del estreno del sonado librito no tenían ni la más remota idea de su contenido. Otros más vendían los ejemplares a 15 pesos cuando debían ser regalados a los automovilistas. ¿No que ahora sí muy transparente el asunto?

Pero seamos optimistas, aunque el acontecer urbano en cuatro ruedas se torne aburrido. Ya no se sentirá la adrenalina al darse una vuelta prohibida y saberse fuera del alcance de un policía; no se podrá recordar amablemente a la progenitora de algún uniformado, tampoco reírse de su clásico “oríllese a la orilla”; los chamacos no dejarán de molestar porque les quitaron la pantalla que los entretenía en medio del tráfico cotidiano; y ya no se podrán tener alrededor de las placas aquellas luces neón que hacían parecer a los autos árboles navideños ambulantes. Y ya mejor no le sigo, podría terminar hundido en la depresión vial.

Apenas ayer en una excursión por la ciudad puse atención en la cultura de los automovilistas: uno estacionado en plenas líneas peatonales, otro que se pasa el alto y aquel que da una vuelta prohibida. Esos momentos los disfruté tanto y casi lloro de emoción porque sé que nunca más se volverán a repetir. Oh sí, seguramente los extrañaré.

Ah, pero lo bueno de todo es que con las multas se podrán acumular puntos. Con cada papelito expedido por manos de los polis estaremos más cerca de canjear un retiro de licencia por tres años. Ya le copiaron su estrategia al cine, a ver si al menos dan una credencial para presumirla. También si se paga la infracción antes de tres meses tendrá 50% de descuento… ni la gran barata de algunas tiendas departamentales. Imagino a los vigilantes viales ofertando multas por doquier: ¡Lleve su infracción, llévela, llévela!

Caso nostálgico será el de los radares. En el recuerdo quedará aquella motocicleta que circuló a 238 kilómetros por hora en Churubusco, o el del Nissan 350Z que alcanzó los 230 kilómetros por hora en el periférico. Nunca más volverán a suceder.

Lo que me tiene un tanto preocupado es que la Secretaría de Seguridad Pública informó que solamente los uniformados con ciertas características podrán levantar las susodichas infracciones, ¿y los otros polis seguirán con las mordidas entonces? Újule, así no le entro al juego. Además sólo se imprimieron 100 mil boletas para las multas. Bueno, esperaré unos tres días a que se acaben y entonces podré salir en el auto sin cinturón de seguridad, con vidrios polarizados y hablando por celular, al fin que para entonces ya se habrán agotado los papelitos de las infracciones.

Veremos pues cuánto aguanta este nuevo reglamento. Ya conocemos eso de que al principio todos serios y al pie de la letra, y luego se nos va la memoria y regresamos a lo de antes. Así que ya saben, o nos portamos bien o podemos pasar unas horas en el bote.

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...