Una adolescente nerviosa y con el miedo devorando su cuerpo llega a aquel oscuro lugar que la espera presumiendo ser su amargo destino. El procedimiento no importa, sólo el objetivo. Un espacio de tiempo basta para que la semilla dentro de ella no germine, aun con el riesgo de desaparecer ella misma con el destello de vida que se suponía llegaría algún día. El acto termina y entonces comienzan las secuelas físicas y mentales. Ahora, esa mujer toma su lugar en las estadísticas.
Imagino la escena y entonces la reflexión llega: abortar o no abortar... esa es la cuestión. Y no se trata de filosofía, sino de una controversia social suficiente para llenar páginas y páginas de libros y periódicos. Al respecto, mi conclusión es que no hay conclusión, o que existe pero a medias.
Hace algunos meses vi un programa donde los distintos puntos de vista (médico, político y religioso) se enfrascaban en un debate de una hora al aire para que al final concluyeran lo que personalmente mencioné: nada por aquí y nada por allá. Todos, profesionales en su ramo, defendían su postura, cada cual soltando su mejor verbo con argumentos propios para convencer al auditorio.
Hoy, en mi bandeja de entrada, un e-mail contenía un video que reavivó en mí el asunto. Su temática era el justamente el aborto, pero de una manera personalmente nunca antes vista. No hablaba de leyes ni de polémicas al respecto, tampoco de estadísticas alarmantes. Simple y llanamente se basaba en el actor protagónico en este dramático acontecer cotidiano.
Un feto no habla, lo sabemos, pero si lo hiciera, ¿qué nos diría cuando unas pinzas toman su mano y la forzan a romperse?, ¿cuál sería su sentir en el momento que su cabeza es desprendida de su cuerpo? Si mis cuestionamientos parecen de mal gusto, lo peor del caso es que sucede a diario.
¿Dónde estás mamá? Reza aquel fondo musical para las imágenes que presenciaron mis ojos mientras un pequeño ser humano era interrumpido en su desarrollo materno para ser depositado en una charola cual si fuera un vulgar rompecabezas. Brazos sin abrazos que recibir; ojos sin miradas para brillar; boca que nunca conocerá una sonrisa; pies que se quedaron con ganas de correr; un corazón con latidos interrumpidos antes de tiempo; y alguien sin nombre y lugar en este mundo... todo ello le fue robado porque defenderse por sí mismo no era ni siquiera una remota opción.
Mucho nos quejamos de los abortos practicados día con día, el debate es inevitable y rebatir la razón nos ha llevado a una pared que nos divide. Sociedad, medicina, religión y moral... mezcla que no lleva a ninguna parte mientras miles, inofensivos e inocentes, jamás conocerán la luz del sol.
Ni modo, el aborto ya es todo un caso, ¿pero no sería mejor comenzar desde abajo? Dar educación sexual de calidad desde niños podría ser un punto a considerar o promover el uso de anticonceptivos. Un poco de conciencia social ayudaría antes de pararse en una sala para llevarlo al cabo, sea o no legal. Los platos rotos los pagan ellas, pero la participación activa y reflexiva puede ir más allá de un solo sexo. Hay cosas que vale la pena pensar más de una vez.
Para ver nacer a un hijo hay hasta quienes graban el parto para recordarlo por muchos años, ¿pero para realizar un aborto sucederá lo mismo?, ¿en qué lado del debate estás tú?
Imagino la escena y entonces la reflexión llega: abortar o no abortar... esa es la cuestión. Y no se trata de filosofía, sino de una controversia social suficiente para llenar páginas y páginas de libros y periódicos. Al respecto, mi conclusión es que no hay conclusión, o que existe pero a medias.
Hace algunos meses vi un programa donde los distintos puntos de vista (médico, político y religioso) se enfrascaban en un debate de una hora al aire para que al final concluyeran lo que personalmente mencioné: nada por aquí y nada por allá. Todos, profesionales en su ramo, defendían su postura, cada cual soltando su mejor verbo con argumentos propios para convencer al auditorio.
Hoy, en mi bandeja de entrada, un e-mail contenía un video que reavivó en mí el asunto. Su temática era el justamente el aborto, pero de una manera personalmente nunca antes vista. No hablaba de leyes ni de polémicas al respecto, tampoco de estadísticas alarmantes. Simple y llanamente se basaba en el actor protagónico en este dramático acontecer cotidiano.
Un feto no habla, lo sabemos, pero si lo hiciera, ¿qué nos diría cuando unas pinzas toman su mano y la forzan a romperse?, ¿cuál sería su sentir en el momento que su cabeza es desprendida de su cuerpo? Si mis cuestionamientos parecen de mal gusto, lo peor del caso es que sucede a diario.
¿Dónde estás mamá? Reza aquel fondo musical para las imágenes que presenciaron mis ojos mientras un pequeño ser humano era interrumpido en su desarrollo materno para ser depositado en una charola cual si fuera un vulgar rompecabezas. Brazos sin abrazos que recibir; ojos sin miradas para brillar; boca que nunca conocerá una sonrisa; pies que se quedaron con ganas de correr; un corazón con latidos interrumpidos antes de tiempo; y alguien sin nombre y lugar en este mundo... todo ello le fue robado porque defenderse por sí mismo no era ni siquiera una remota opción.
Mucho nos quejamos de los abortos practicados día con día, el debate es inevitable y rebatir la razón nos ha llevado a una pared que nos divide. Sociedad, medicina, religión y moral... mezcla que no lleva a ninguna parte mientras miles, inofensivos e inocentes, jamás conocerán la luz del sol.
Ni modo, el aborto ya es todo un caso, ¿pero no sería mejor comenzar desde abajo? Dar educación sexual de calidad desde niños podría ser un punto a considerar o promover el uso de anticonceptivos. Un poco de conciencia social ayudaría antes de pararse en una sala para llevarlo al cabo, sea o no legal. Los platos rotos los pagan ellas, pero la participación activa y reflexiva puede ir más allá de un solo sexo. Hay cosas que vale la pena pensar más de una vez.
Para ver nacer a un hijo hay hasta quienes graban el parto para recordarlo por muchos años, ¿pero para realizar un aborto sucederá lo mismo?, ¿en qué lado del debate estás tú?
hola!
ResponderEliminarla verdad me parece una muy bna nota y si lo pensast asi tú q bn
felicidades por pensar de esta manera y hacer recapacitar a las y los jóvenes