Hoy debía dormir temprano para sanar la desvelada que me puse anoche. Sin embargo, mis ojos se mantienen abiertos y mis manos sobre el teclado para escribir recuerdos que llegaron a mi mente hace unos minutos. A ello le agrego un par de canciones a ritmo de mariachi con ánimo purépecha y unas pinceladas de lugares que añoro cuando la nostalgia se apodera de mi ser.
A decir verdad, estando aquí sentado frente al monitor en viernes por la noche, no pude hallar mejor pretexto para quedarme en casa que la simple idea de disfrutar el paseo de instantes por mi memoria.
Pues bien, en primera instancia le debo este pequeño lujo a mi mamá, quien me heredó vía sanguínea el gusto por aquella tierra bañada de cultura, tradición e historia, sin olvidar a todos los que han sido parte de este breve andar por los cientos de kilómetros recorridos una y otra vez para estrechar una mano o recibir un abrazo. La distancia y el tiempo lo valen.
¿La primera vez que anduve por aquellos rumbos? No lo recuerdo pero tampoco importa. Cuando el destino te coloca en un punto del mapa sin saber lo que ahí encontrarás, lo demás es lo de menos. Noche y alfabeto me faltarían para describir experiencias, detalles y personas gracias a las cuales se mantiene viva esta llama en la memoria.
Recordaba la canción que rodaba junto a los últimos kilómetros de la carretera antes de llegar a Morelia en un anochecer naciente y me acercaría por primera vez a Pátzcuaro y a la magia de su tradicional celebración de Muertos. Desde entonces a la fecha, aquellas calles empedradas y el andar en el asfalto, junto al reflejo de las nubes en los lagos, me transportan a los sitios donde el regreso es inevitable.
Carnitas, artesanías de madera, corundas, danzas, buñuelos, atole blanco, música, paisajes... lista interminable. ¿Falta algo por decir que el recuerdo olvide? Tardes apacibles e invadidas de tranquilidad con las estrellas como techo han sido el argumento ideal que jamás escribí porque la imaginación se vio rebasada por ello.
Concluyo pues con un fragmento de canción robada de la inspiración de alguien para adueñármelo. Sus líneas caen mejor que nada en este preciso momento, porque a fin de cuentas... “qué lindo es Michoacán, tú si tienes de qué presumir, tus lagos azules, tus llanos dorados y esa tierra linda donde yo nací”.
A decir verdad, estando aquí sentado frente al monitor en viernes por la noche, no pude hallar mejor pretexto para quedarme en casa que la simple idea de disfrutar el paseo de instantes por mi memoria.
Pues bien, en primera instancia le debo este pequeño lujo a mi mamá, quien me heredó vía sanguínea el gusto por aquella tierra bañada de cultura, tradición e historia, sin olvidar a todos los que han sido parte de este breve andar por los cientos de kilómetros recorridos una y otra vez para estrechar una mano o recibir un abrazo. La distancia y el tiempo lo valen.
¿La primera vez que anduve por aquellos rumbos? No lo recuerdo pero tampoco importa. Cuando el destino te coloca en un punto del mapa sin saber lo que ahí encontrarás, lo demás es lo de menos. Noche y alfabeto me faltarían para describir experiencias, detalles y personas gracias a las cuales se mantiene viva esta llama en la memoria.
Recordaba la canción que rodaba junto a los últimos kilómetros de la carretera antes de llegar a Morelia en un anochecer naciente y me acercaría por primera vez a Pátzcuaro y a la magia de su tradicional celebración de Muertos. Desde entonces a la fecha, aquellas calles empedradas y el andar en el asfalto, junto al reflejo de las nubes en los lagos, me transportan a los sitios donde el regreso es inevitable.
Carnitas, artesanías de madera, corundas, danzas, buñuelos, atole blanco, música, paisajes... lista interminable. ¿Falta algo por decir que el recuerdo olvide? Tardes apacibles e invadidas de tranquilidad con las estrellas como techo han sido el argumento ideal que jamás escribí porque la imaginación se vio rebasada por ello.
Concluyo pues con un fragmento de canción robada de la inspiración de alguien para adueñármelo. Sus líneas caen mejor que nada en este preciso momento, porque a fin de cuentas... “qué lindo es Michoacán, tú si tienes de qué presumir, tus lagos azules, tus llanos dorados y esa tierra linda donde yo nací”.