martes, 19 de junio de 2007

¡Quiero mi acordeón!

Siempre lo he dicho y lo sostengo: estoy en contra de los exámenes como forma de evaluación escolar. Tal vez mi afirmación no sea tomada a bien por muchos, pero veo esas pruebas escritas más como argumento de miedo que como verdadera vía de aprendizaje.

Recuerdo el primer día de clases en la secundaria y bachillerato cuando los profesores ponían claras las reglas del juego: 15% trabajos, 15% exposición, 10% asistencia, 20% trabajo final y 40% exámenes. Y comenzaba la negociación fallida por parte de los alumnos al proponerle que la prueba valiera un 10% (o de ser posible menos) en la evaluación final.

Entonces todos acudíamos a las estadísticas y a los pronósticos para tratar de visualizar nuestro futuro semestral: tener un 10% en los trabajos, 10% en la exposición, 10% de asistencia, 15% en el trabajo final y 15% en el examen… ya estaba lo necesario para exentar. Lo malo era cubrir exactamente lo previsto, de lo contrario, cualquier detalle porcentual que se escapara nos pondría a rezar por nuestras almas.

Y cuando la fecha del examen se acercaba, todos a temblar. Pero había otra opción, lejos de repetir como disco rayado las fechas, los nombres o las fórmulas la noche previa a semejante angustia: los universalmente famosos acordeones.

Confieso que en mi vida hice sólo uno aunque a la mera hora ni lo utilicé porque no sé dónde lo perdí. Hasta para guardarlo debidamente resulté malo. Pero me divertía siempre al ver la creatividad de mis compañeros para hacerlos. Algunos se escondían debajo de la falda, o bien, escritos en la banca, en el suelo o de plano el más rústico y elemental que lo sacaba de su mochila colocada frente a él… claves aquí, claves allá, todo valía.

Pues para beneplácito de la nación mexicana, la UNESCO reveló que nuestro país ostenta el segundo lugar mundial en corrupción estudiantil. Caray, se requiere de un gran esfuerzo para lograr semejante posición. ¿Y cómo no? si los exámenes son sinónimo de aprenderse datos y más datos para escribirlos en una hoja aunque al siguiente día se olviden.

Qué flojera dirían algunos, mejor acudamos a la tecnología digital. Ipods y celulares no sólo entretienen y comunican, también sirven de ciber-acordeones o en el mejor de los casos, con una lana se ahorran tanto trámite. Dependiendo la calificación requerida, es el número del billete el que hablará.

No nos espantemos pues ante esta realidad. Lo que propongo es mejorar el sistema educativo para evaluar al alumno. No concibo el esfuerzo de cuatro meses reflejado en un papel que dará cuenta de la “capacidad” de un estudiante para acreditar o no una materia. Por años así ha sido y todos sabemos lo que pasa detrás del asunto.

Alguna vez supe de un caso donde el profesor pedía a sus alumnos como requisito para presentar el examen un acordeón. Puede sonar absurdo pero también despierta la creatividad para elaborarlo y, como no queriendo la cosa, realmente estudian lo fundamental de un tema, ¿o acaso no es eso lo elemental del papelito enroscado?

Permítanme buscar el que extravié y les diré de qué trataba… ¿Ven? conmigo ni esas cosas funcionan, pero exenté con 9 la materia. ¿A quién le doy las gracias?

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