Tengo 10 minutos para pensar en todo y nada.
Pienso en las lágrimas que llevé de copiloto rumbo a la universidad y en la salud de un ser querido que me mantiene preocupado.
Pienso en mi examen profesional y en la manera de sobrevivir para llegar de pie a él.
Pienso en las distracciones de mi trabajo que me tienen inconforme conmigo mismo, y en la manera de resolver una relación distante con alguien a quien de verdad quiero.
Pienso en San Valentín que vivió hace mucho tiempo, y que siglos después, me siento tan muerto como él.
Pienso en esta canción que me pide mentirle a mi corazón sin tener razón.
Me pregunto si todos los laberintos tienen salida.
Pienso en las tres horas que dormí hace una semana y en las 10 horas que dormí ayer.
Pienso en las pastillas de fluvoxamina que esperan ser ingeridas por dos semanas.
Escucho la misma canción y me recuerda que me estoy hundiendo en la oscuridad del mar.
Pienso en los fantasmas que habitan en mi cabeza y en mi debilidad para exorcizarlos.
Pienso en la manera de huir de mí mismo.
Pienso en los ánimos que me dan muchos amigos y en el eco de sus palabras que pretendo se quede en mí.
Pienso en las coartadas del destino que a veces lo toman a uno como pretexto para divertirse.
Pienso que Dios quiere jugar conmigo a las escondidas.
Pienso en la imperiosa necesidad de ya no querer pensar en nada.
Pienso…
Pienso en las lágrimas que llevé de copiloto rumbo a la universidad y en la salud de un ser querido que me mantiene preocupado.
Pienso en mi examen profesional y en la manera de sobrevivir para llegar de pie a él.
Pienso en las distracciones de mi trabajo que me tienen inconforme conmigo mismo, y en la manera de resolver una relación distante con alguien a quien de verdad quiero.
Pienso en San Valentín que vivió hace mucho tiempo, y que siglos después, me siento tan muerto como él.
Pienso en esta canción que me pide mentirle a mi corazón sin tener razón.
Me pregunto si todos los laberintos tienen salida.
Pienso en las tres horas que dormí hace una semana y en las 10 horas que dormí ayer.
Pienso en las pastillas de fluvoxamina que esperan ser ingeridas por dos semanas.
Escucho la misma canción y me recuerda que me estoy hundiendo en la oscuridad del mar.
Pienso en los fantasmas que habitan en mi cabeza y en mi debilidad para exorcizarlos.
Pienso en la manera de huir de mí mismo.
Pienso en los ánimos que me dan muchos amigos y en el eco de sus palabras que pretendo se quede en mí.
Pienso en las coartadas del destino que a veces lo toman a uno como pretexto para divertirse.
Pienso que Dios quiere jugar conmigo a las escondidas.
Pienso en la imperiosa necesidad de ya no querer pensar en nada.
Pienso…