lunes, 14 de febrero de 2011

¿Y quién diablos fue San Valentín?

Para beneplácito del algunos (sobre todo comerciantes y la industria hotelera express) y para indiferencia de otros, el calendario llegó puntual con su día 14 del segundo mes bajo el brazo. En lo personal soy partidario del segundo grupo, pues estoy convencido que en cuestiones sentimentales la creatividad y los detalles valen más que un signo de pesos; el resto es mera publicidad efectiva.

Mucho se pregona el día y el color rojo abunda por aquí y allá, sin embargo, hay quienes se dejan cautivar por la idea venida quién sabe de dónde y sin el menor indicio de por qué los globos, flores y peluches son el mejor pretexto para hoy. Pues bien, atendiendo un poco a la figura de San Valentín y al show que gira en torno a él, aquí la historia de tan afamado personaje.

Corría el año 270 en territorio romano cuando el emperador Claudio II prohibió a los jóvenes unirse en matrimonio porque, según decía, a la hora buena de echarle pleito a los enemigos en la guerra estarían pensando en sus familias y no precisamente en partirles su mandarina en gajos a los rivales. Entonces entró en escena un sacerdote llamado Valentín, a quien no le pareció el decreto y comenzó a casar parejas en secreto. Pero cual si fuera un gran chisme que cualquier lavadero envidiaría, el jefe romano se enteró y, tras arraigarlo 60 días en los oscuros sótanos del Coliseo para investigar su caso (versión extraoficial agregada por el autor de este blog), sentenció a muerte al “cupido moderno”.

Así pues, mientras el sacerdote pasaba sus últimas vacaciones todo-pagado en una celda y esperaba la hora final, Asterio, el carcelero, le presentó a su hija Julia (quien era invidente de nacimiento) para que el letrado Valentín la instruyera. No obstante, el encargado de vigilarlo lo ridiculizó y le dijo que si en verdad era muy ducho, le devolviera la vista a la niña. ¿Pues qué creen? Para su asombro, el milagro se hizo, aunque la cortesía de nuestro buen héroe no le bastó para salvarse de morir justamente en un 14 de febrero. Y antes de que el destino lo alcanzara, le escribió una última carta a su alumna, la cual firmó: “de tu Valentín”. Fin de su historia y principio de su legado.

Mal plan lo que le sucedió al tipo. Hasta por promover el amor puedes terminar ajusticiado. Como sea, tal vez fue lo mejor que le pudo haber sucedido, pues en tiempos modernos casar parejas en secreto ya no es tan secreto, así que Valentín sería un desempleado más en este país e incluso las cartas están casi extintas porque el e-mail les ha jugado una mala partida.

Total, que los restos de nuestro buen personaje están descansando en una ciudad italiana mientras varios siglos después las tiendas y gran parte de sus consumidores tal vez no estén enterados de su verdadero significado. Pero agradezcamos su contribución histórica, pues sin ella los cines y un sinfín de comercios pasarían un lunes sumamente aburrido. ¿Será que Valentín se equivocó de profesión y debió haber sido administrador de empresas? Quizás en vez de terminar en el patíbulo hubiera salido en la portada de la revista Forbes. Uno nunca sabe.

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...