domingo, 26 de diciembre de 2010

2010 historias personales

Hoy, mientras los kilómetros de carretera se inundaban de paisajes, mi memoria hacía un recuento de los momentos vividos durante el año que agoniza y no tuve más remedio que terminar escribiendo algunos de ellos. Siete horas no bastan para recordarlos todos, pero bien vale la pena hacer el intento, y aunque una hoja es apenas el mínimo necesario, aquí va un breve repaso de lo acontecido en 2010.

Llené mi anecdotario deportivo con un sinfín de pasajes: me caí de la bicicleta a 5 km/h y me reí como loco yo solo, pues nadie estuvo presente para compartir mi hazaña; pisé nuevos territorios invadidos por imponente naturaleza; estuve a punto de la hipotermia por mover las piernas a un grado centígrado a las 5:30 am, pero el disfraz esquimal entró al quite; conocí personas poseedoras de interminables cualidades, todas ellas vestidas con un atuendo deportivo que me enseñó mucho más de lo que pude imaginar un día; sumé dos kilos más de medallas, pero nada comparado con el número de amigos que gané a través de las pistas; y, sin duda la mejor experiencia, haber terminado mi primer maratón con la fuerza suficiente para sonreír en la foto de la meta (mis premios: el uso del elevador por tres días, una uña desprendida de su lugar, el orgullo instalado en las nubes y la promesa de volver a repetirlo).

En el ámbito personal, algunos me dieron la espalda y les agradezco por ello, pues gracias a su fino detalle pude navegar a la deriva y enfrentarme a mí mismo. Sus acciones hicieron que el futuro se me cayera a pedazos, pero afortunadamente tuve la paciencia para poder armar nuevamente el rompecabezas. Hoy les notifico que ya viven acompañados por el mejor de mis olvidos; del resto se encargará la vida misma.

También llegué al tercer piso de edad y me congratulo de haberlo hecho, quizás, en un momento muy especial, pues fue justamente en noviembre cuando apareció un destello de luz en medio de la oscuridad. Gracias a quienes compartieron conmigo mis “veinti-diez”.

Mención especial merecen los seres queridos que partieron de esta vida, pero que sin duda viven eternamente en mi recuerdo; ellos estarán incluidos no solo en este recuento sino en el resto de los años venideros.

Y, como en toda buena trama, lo mejor queda para el final de la historia: mi familia. A toda ella le debo mucho más de lo que puedo describir con palabras, pues fue mi principal motor para salir adelante cuando el abismo frente a mí presumía ser bastante profundo. A mis padres y mi hermano por convertirse en los autores intelectuales y materiales de todo cuanto en mi persona ocurrió. Siempre han estado en los momentos buenos y malos; jamás me cansaré de decirles GRACIAS… saben que cuentan con este sujeto que a veces le da por escribir y otras tantas por no dejar de correr.

Así pues, las siete horas de regreso a casa transcurrieron sin mayor contratiempo y la cita con este blog era necesaria. La navidad quedó atrás y restan solo algunas horas de este 2010 que se va y deja una herencia única en mi vida. Dicen que “año nuevo, vida nueva”, pero yo puedo presumir de haber renacido antes que el calendario se agote. Resta vivir, aprender y mejorar, porque hacia atrás… ni para tomar impulso. Nos vemos, y leemos, en 2011.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Anochecer universitario

Hoy decidí apoderarme del carril derecho: trote ligero, movimientos cadenciosos y la convicción de disfrutar nuevamente cada kilómetro recorrido en territorio universitario. Para comenzar, un túnel sinuoso nos dio la bienvenida a la pista que tapizamos de color azul, y el señor Mercury se encargó de ponerle adrenalina a nuestras piernas. A continuación, un disparo acompañado de fuegos artificiales puso en marcha el cronómetro y miles de pasos ansiosos comenzaron su andar; entonces la noche tomó un nuevo significado.

A un costado, cientos de personas en las tribunas mezclaban gritos de apoyo con aplausos, mientras el estadio esperaba nuestro regreso. La salida no tuvo mayor contratiempo y muy pronto nos vimos cobijados por el frío que para nadie fue pretexto. Los primeros mil metros fueron superados y a lo lejos se observaba una oleada de corredores atacando la subida inaugural de la ruta. Comenzaba la montaña rusa de asfalto que invitaba a recorrer sus veredas.

Por momentos olvidé todo cuanto he aprendido de técnicas para correr, pues mis brazos se movían a la par de los acordes musicales en mis oídos, mis piernas se abalanzaban en coordinación con el ritmo que marcaba Billy Joel, y la respiración era dictada por las letras puestas en mi boca. Recordé entonces que este deporte es capaz no solo de enfrentarnos a nosotros mismos en momentos extremos, sino también de regalarnos el placer de divertirnos como lo hace un niño.

Y así, con el cronómetro escondido bajo la manga para no darle importancia, los kilómetros anunciados con luces rojas avanzaron uno a uno. Más adelante tocó el turno de atestiguar la presencia de valores únicos vestidos con playeras corredoras: el compañerismo que nuestras mascotas nos regalan sin condición alguna, el apoyo familiar proveniente de una voz infantil que grita ¡vamos!, y la entereza de personas con capacidades distintas que se rehúsan a ver pasar la vida y deciden formar parte de ella. Esos detalles no se incluyen en los paquetes de las carreras, pero sin duda valen más que el precio pagado para participar en ellas.

Seis, siete, ocho kilómetros se escaparon y, con el cielo como techo iluminado por algunas estrellas, la última gran subida nos puso a todos a sudar; se anunciaba el fin del viaje. El estadio nuevamente nos recibió entre sus brazos para darnos la despedida y el saludo de compañeros puso broche de oro a la clausura, por este año, del circuito universitario: ahí donde se escribieron viejas glorias y se tejen nuevas ilusiones.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Nostalgias del tercer piso

Fue un 7 de noviembre cuando terminó mi hospedaje en el vientre materno y decidí cambiar aquella cómoda oscuridad por la primera bocanada de aire que me dio vida. Mi madre, la autora material del acto, recibió así a su segundo y último hijo: la familia estaba completa.

Después llegaron mis primeros pasos, las palabras en mi boca y los centímetros verticales ganados día con día; las aulas escolares, los maestros, mis cuadernos y su contenido distribuido entre cuadrículas y rayas; los juegos de futbol en un estacionamiento empedrado, las escondidillas e incontables caídas que me enseñaron a andar en mi primera bicicleta; mi viaje de descubrimiento michoacano y el posterior enamoramiento por su gente, pueblos y tradiciones.

Hoy, fiel a su costumbre, el calendario se despojó de sus hojas para vestirme con un año más de vida y regalarme minutos de memoria literaria. Debo confesar que me resulta imposible resumir todo cuanto me ha sucedido y quisiera dibujar con palabras, pero no pasaré por alto el hecho de tener una gran fortuna con los pequeños detalles que llenan mi existencia.

Agradezco, pues, por los kilómetros de buenos amigos a través de las carreras, el paisaje de Chapultepec que me cuida las espaldas en el piso nueve, los ojos de cristal instalados en mi lente, y el rincón en internet que me fue concedido para despachar palabras blogueras al por mayor. Mención especial merecen las personas que a través de los años han aportado una dosis de enseñanza y apoyo a mi persona; algunas continúan físicamente conmigo y otras más viven en mi eterno recuerdo. A mis padres, hermano y familia, principales motores de este breve recuento inaugural de los años 30… gracias por existir.

Y para empezar bien mi día, ya tuve mi primer regalo: correr 13 kilómetros en territorio universitario con dos grados centígrados a cuestas. No encontré mejor manera de llegar al tercer piso. Simplemente me sentí vivo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Día de Muertos en Janitzio, Michoacán: la leyenda

Corría el siglo XVI. Eran tiempos de la conquista en México, y en el actual territorio de Pátzcuaro el rey Tangaxhuán II debía decidir entre enfrentar con su ejército a los españoles o huir lejos de una batalla que inevitablemente llegaría.

Para evitar su caída, en el palacio de Tzintzuntzan llenó sacos con parte de un tesoro y los colocó en cuatro embarcaciones. Oro, plata y piedras preciosas acompañaron al rey, la reina y la princesa Mintzita en su escape hacia el sur, mientras los pobladores observaban con miedo cómo abandonaban su tierra.

En medio de la oscuridad de la noche y a través del lago, las canoas se detuvieron frente a la isla de Janitzio ante el llamado de su gobernante que salió a su encuentro y, tras dar muerte a los remeros, el monarca, el gobernante y las dos mujeres abordaron otra lancha luego de hacer hundir los tesoros que llevaban consigo.

Pero con la invasión extranjera había llegado también la persecución: el español Nuño de Guzmán, presa de su ambición, capturó y torturó a Tangaxhuán para hacerle confesar el lugar donde escondía sus riquezas. Con el fin de salvarle la vida de aquel tormento, la familia real decidió recuperar el tesoro para entregarlo, por lo que Mintzita rogó a su marido, Itzíhuappa, le preguntara al gobernante de Janitzio el lugar donde las canoas habían sido hundidas.

El llamado “hijo del agua”, valiente guerrero del ejército purépecha y experto buceador, supo por palabras de su padre el sitio exacto en el que yacían las riquezas, pero éste nunca le mencionó de los remeros muertos. Entonces navegó de inmediato a través del lago hacia el punto indicado y al llegar a él se sumergió en sus profundidades.

El brillo del oro y los destellos despedidos por los diamantes captaron su atención: había encontrado el tesoro que salvaría la vida de Tangaxhuán II. Sin embargo, algo le impedía llegar adonde se hallaban las riquezas. De repente, su rostro se llenó de terror y su cuerpo tembló ante lo que sus ojos veían: veinte cadáveres pálidos y descarnados que cuidaban los valiosos objetos; eran los guardianes infernales encargados de resguardarlos.

La impresión de aquella imagen bajo el agua hizo que Itzíhuappa perdiera el conocimiento, lo que le provocó un desmayo y por ello jamás pudo regresar a la superficie. Se convirtió así en el guardián número veintiuno de aquel tesoro escondido por los purépechas y tan anhelado por los españoles.

Cuenta la leyenda que la princesa Mintzita murió en espera de ver nuevamente a su amado y es durante la Noche de Muertos que ambos regresan; ella, en la orilla del lago con la esperanza de encontrarlo, y él surge entre las sombras del agua. Aparecen para recibir las ofrendas de los vivos en el territorio gobernado por Curicaueri, dios azul de las aguas o guardián del paraíso; el paso hacia el reino de los muertos a través del lago y la ciudad, según consideraban sus habitantes.

Y así, mientras las llamas de los cirios se vislumbran tenues, un manto estelar fulgura en el cielo y el lago gime como un alma en pena, los dos príncipes volverán por una noche a visitar “el lugar que se tiñe de negro”.

viernes, 22 de octubre de 2010

jueves, 21 de octubre de 2010

Inteligencia y belleza finalmente hacen clic

Algunos afirman que la inteligencia y la belleza no pueden conjugarse en una misma persona. Tenemos, por ejemplo, el caso de Giouse Cozzarelli, candidata a Miss Panamá, quien aseguró que Confucio fue el inventor de la confusión. O qué decir de Ninel Conde cuando entristeció al ver a niños y ancianos afectados por el surimi. En esos momentos, ni San Escote las salva y aplica el típico “calladita te ves más bonita”.

Pero no generalicemos al respecto. Hoy conocí a una mujer cuyos atributos físicos son directamente proporcionales a su intelecto, y por la cual más de uno levantaría la mano para formar parte de su vida. De nacionalidad rusa, 21 años de edad, piel blanca, 1.65 de estatura, cabello lacio con caída a media espalda, ojos claros, experta en computación y con una fortuna estimada —casi— en 220 millones de dólares… ¿usted le diría que no?

Su nombre es Kristina Svechinskaya, y si ya pensaba buscarla para proclamarse su fiel admirador, déjeme decirle que esta chica, considerada la más sexy en su ambiente profesional, es una hacker integrante de un grupo de estafadores que intentó robar 220 millones de dólares a través de internet. Ella, tan guapa e inteligente como es, no discriminaba a nadie en su trabajo: lo mismo desviaba cuentas de pequeños negocios, que de bancos estadounidenses e ingleses.

¿Ya se le esfumó el enamoramiento? Pues faltaba mencionar que sus travesuras cibernéticas podrían costarle más de 40 años en prisión; usted dice si la espera cuatro décadas para pedirle matrimonio. Lástima; deberá cambiar su pantalón ajustado y botas de cuero por un aburrido atuendo color caqui. Ahora, que si la extraditan a México, podría operar desde el interior de su celda con una computadora portátil que alguien le pasara de contrabando... ah, perdón, eso no sucede en nuestro país.

Con este caso nos damos cuenta de la organización en dichas mafias, pues al menos 37 personas en Nueva York y 11 más en Gran Bretaña conformaban el equipo de Kristina. Si a sus 21 primaveras “la hacker más sexy del mundo” es capaz de aparecer millones de billetes verdes en cuestión de segundos, Confucio y el surimi se quedan cortos. ¿Verdad que hay de “inteligencias” a inteligencias? El detalle es ver en dónde se aplican cada una.

Moraleja: nunca hables antes de pensar y no dejes en manos de Kristina el cuidado de tus ahorros; en ambos casos las consecuencias pueden ser funestas.

Por cierto, me dijeron que Hipócrates inventó la hipocresía. Voy a investigar si es verdad y regreso más tarde…

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cien años universitarios; treinta momentos personales

Hoy, en el cumpleaños número cien de la UNAM, le rindo un homenaje a través de los treinta mejores momentos que he vivido en ella. Seguramente me quedaré corto al enumerarlos, pero son los que asaltan mis recuerdos en este momento (lo primero que viene a la memoria es lo más sincero):

El instante en que leí aquella carta que decía: “La Secretaría de Servicios Académicos tiene el agrado de comunicarle que ha sido seleccionado para ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México”.

Mi primer día de clases en el CCH Sur.

Las retas de futbol en las canchas y las visitas al Jardín Botánico, consecuencia de un extraordinario balonazo cuyo destino no era la portería.

Mi primera tarea: Esbozo de historia universal, de Juan Brom.

El olor de los libros en la biblioteca y el empastado azul de los textos.

Las escapadas académicas a lugares de interés (ahí nació mi gusto por la fotografía).

El tercer turno escolar; por mucho, el mejor de mi vida académica.

El menú de rigor al salir de la escuela: papas a la francesa y banderillas con cátsup y mostaza.

El saludo y la sonrisa de aquella chica vestida de amarillo el primer día de quinto semestre.

La prisa de las siete de la noche, los martes y viernes, para ver a la mujer arriba mencionada.

Las clases de Física y Biología.

Las horas libres dedicadas al descanso sobre el pasto de alguna jardinera.

El compañero Ricardo, fan de la NFL, que me plantó un balonazo en la cara porque, según él, “no le entendí la jugada”.

La procesión de Día de Muertos y la llegada a la Facultad de Medicina para ver la mega ofrenda. Desde entonces me adentré en el estudio de la tradición, hasta llevarla a mi tesis universitaria.

La carta de bienvenida a Ciencias de la Comunicación.

Mi primer día, a las siete de la mañana, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

Los discursos políticos del Mosh en la explanada (de todo se aprende).

Mi primera y única gran jarra en la Facultad.

Las visitas a “las islas” para los encuentros futboleros.

Las horas de estudio en la Biblioteca Central.

Los 10 meses de huelga durante los cuales me rehusé a cambiar de universidad.

Rosalía Flores: profesora, amiga y asesora de tesis.

La “quema de batas” en la facultad de Química. ¡Sublime pachanga!

Los nervios el día de mi examen profesional, y mi titulación 45 minutos después.

La visita al Espacio Escultórico y a "la serpiente”.

El deleite auditivo del Huapango gracias al concierto de la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl.

El deleite visual del Huapango gracias al Taller Coreográfico de Gloria Contreras en el teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura.

El concierto de Queen Sinfónico de la OFUNAM y el coro Alpha Nova.

Los entrenamientos y las carreras nocturnas en el circuito universitario.

Vivir para presenciar los cien años de vida de nuestra universidad y gritar: ¡LARGA VIDA A LA UNAM!

martes, 21 de septiembre de 2010

Ni Chana ni Juana; simplemente, El Coloso

Emiliano Zapata, José Stalin, Luis Donaldo Colosio, Benjamín Argumedo, Vicente Fernández… no estoy jugando lotería sino barajando los posibles nombres para bautizar semejante mole de 20 metros carente de identidad alguna. Es que a quién se le ocurre hacer un “Coloso” sin ponerle, al menos, un divertido apodo. Su autor material, el escultor Juan Carlos Canfield, dijo que es un personaje medio perdido en la historia; no es guerrero, tampoco militar. Luego, la SEP aseguró que el monote no tiene nombre ni apellido. ¿Usted de qué le ve cara?

Pero aplaudo la intención, quizás involuntaria, de poner a desfilar un rompecabezas para reflejar lo que México es actualmente: una figura desarticulada (ni siquiera la espada que portaba está completa), sin color, con una mirada en blanco viendo a la nada, y que da cuenta del derroche económico bicentenario, consentido por unos cuantos, en aras de presumir la opulencia de la cual carecemos como sociedad. Si la intención fue esa, finalmente alguien se atrevió a plasmar la realidad, aunque sea en una figura de poliuretano.

Y para los que se preguntan dónde acabará instalado el Hombre X luego de su pasarela por el Paseo de la Reforma, todo parece indicar que será en la basura. Pero yo tengo una propuesta más sensata y menos fatalista: reciclarlo con el objetivo de utilizar su material para construir viviendas, o bien, ponerlo en adopción. ¿Qué tal promoverlo para comerciales de máquinas de afeitar? Otra alternativa es mandarlo a hacer casting a Hollywood y verlo próximamente combatiendo contra Godzilla en la pantalla grande.

En fin, el jolgorio ya terminó y ahora sólo resta esperar la siguiente centuria para ver qué nos depara el colosal destino. Tal vez para ese entonces la incógnita termine y se revele la identidad de tan polémica figura. Pero les doy un adelanto: el tipo que hoy es víctima de la polémica resultará ser el jinete del Caballo de Troya; de su interior emanarán insurgentes que combatirán el régimen establecido, y una nueva independencia se llevará al cabo. Todos serán felices y el tricentenario tendrá, efectivamente, una verdadera razón de ser.

Finalmente, de dos detalles estoy seguro: primero, quizás sea yo quien deba hacer casting para escribir guiones cinematográficos; y segundo, a menos que próximamente se descubra la fuente de la eterna juventud, no estaré presente para corroborar mi hipótesis. Qué lastima. Hubiera sido magnífico estar en primera fila para comprobar el hecho.

domingo, 19 de septiembre de 2010

1985: el rostro de la tragedia nacional

“Siete de la mañana, 19 minutos, 42 segundos: tiempo del centro de México. Sigue temblando un poquitito, pero pues vamos a tomarlo con una gran tranquilidad. Vamos a esperar un segundo para poder hablar”… y luego, nada. En ese momento, la voz de la conductora Lourdes Guerrero se apagó y la pesadilla comenzaba. Poco más de dos minutos bastaron para que la ciudad cayera de rodillas ante un sismo de 8.1 grados y la memoria de los mexicanos quedara tatuada por aquella fatídica fecha: 19 de septiembre de 1985.

“Algo había pasado. Nos sacaron a todos del metro y afuera todo estaba nublado, sólo veíamos una nube de polvo que cubría el cielo y a gente gritando”, comenta un testigo del peor terremoto acaecido en territorio nacional. El edificio Nuevo León de Tlatelolco estaba completamente destruido; el Hotel Regis, en ruinas; los edificios A1, B2 y C3 del Multifamiliar Juárez, derrumbados; el Centro Médico Nacional, reducido a escombros. La imaginación jamás había concebido una catástrofe de tal magnitud, pero en ese momento la realidad logró imponerle su sello. El equivalente a una detonación de 114 bombas atómicas, de 20 kilotones cada una, había hecho mella en suelo mexicano.

El recuerdo personal es vago. Mis papás dicen que íbamos rumbo a la escuela y, con cuatro años de edad en mi vida, no comprendía lo que pasaba. Al día siguiente, 20 de septiembre, una réplica inquietó tanto a mi familia como a los vecinos. “Agarra a tu hermano”, fue la orden repentina, y en brazos de mi papá bajé la escalera para finalmente levantar la mirada hacia el edificio, quizás esperando lo peor.

Las verdaderas cifras nunca fueron reveladas, pero se habla de más de 35 mil víctimas y 150 mil damnificados. Hubo escasez de agua, un colapso en las redes telefónicas del país, 880 edificios en ruinas, y el parque beisbolero del Seguro Social adaptado como morgue. La tragedia no respetó jerarquías, pues lo mismo se llevó entre sus manos a personas públicas (“Rockdrigo” González y Félix Sordo, entre ellos), que a otras más reconocidas únicamente por sus familiares y amigos.

Sin embargo, y a pesar del sombrío panorama que azotó al país, miles de civiles se convirtieron en héroes anónimos al donar su voluntad para remover escombros y rescatar a personas que incluso permanecieron sepultadas durante 10 días. Manos desconocidas se unieron con un mismo fin y las brigadas no se dejaron esperar. No importó la condición social, tampoco la profesión u oficio: México era uno solo, y sus ciudadanos, millones de altruistas que compartían el mismo dolor, pero también la misma esperanza.

Luego de 25 años del temblor que cimbró la conciencia nacional, debemos preguntarnos qué hemos aprendido. ¿Tenemos una eficaz cultura de la prevención? ¿En las escuelas es suficiente un “no corro, no grito, no empujo”? ¿Estamos realmente preparados para enfrentar un acontecimiento de tales dimensiones? Un cuarto de siglo atrás quedaron aquellas desgarradoras imágenes de las cuales hoy nos queda una triste herencia. ¿Cuál es la lección entonces?

Hoy, al echar un vistazo a las fotografías y videos del terremoto, aún me sorprende la capacidad destructora de la naturaleza; resulta inexplicable observar las toneladas de escombros convertidas en tumbas. No obstante, más allá de la desesperación y la zozobra, una improvisada organización permitió nuevamente el milagro de la vida a más de uno. Por todos ellos, víctimas y rescatistas, la memoria no debe morir; por todos ellos, el recuerdo debe ser permanente; por todos ellos, el 19 de septiembre no es un día más en el calendario.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Semblanza maratónica

Aquella mañana tenía un cúmulo de pretextos para no cumplir el objetivo: cansancio, dolor, posibles calambres, una pared, eventual deshidratación y agonía. Sin embargo, en mi mente me había tatuado cuatro letras y, a pesar de cualquier circunstancia, estaba convencido de que las vería llegar para levantar los brazos hacia ellas… porque de ahí al cielo sólo existe un paso.

El termómetro estaba a la baja, pero el grupo contagiaba una enorme vibra que hacía olvidar los escasos grados centígrados en el ambiente. Entonces un disparo al aire encendió mis sentidos; le puse play a mis piernas y el Ipod empezó a correr. La ansiedad en el cronómetro poco a poco se liberó para dar paso a una experiencia extraordinaria, mientras la vialidad se veía invadida únicamente por miles de piernas en busca del mismo fin.

El sabor del kilómetro uno fue muy especial, pues me hizo recordar mis inicios en este deporte y ahora, en mi primer maratón, la idea de verlo multiplicado por 42 era un sueño al alcance de mis piernas. Me armé de paciencia, mantuve un ritmo tranquilo pero constante y no solté las pulsaciones porque sabía que más tarde me harían falta. Avanzamos e invadimos el asfalto de una ciudad que abría los ojos en un domingo nublado. Las calles se tornaron diferentes: rostros familiares con gritos de apoyo, pancartas con letras llenas de vitalidad, manos extendidas que contagiaban energía, y un mar de metros que invitaban al mayor de nuestros retos. Puentes, avenidas y cruceros serían testigos del esfuerzo, la esperanza y la gloria.

Playeras y caras conocidas devoraban el trayecto. Se trataba de compañeros corredores con quienes los entrenamientos se convirtieron, más que en simples sesiones, en verdaderos momentos de aprendizaje. Estando ahí, compartiendo el mismo circuito, supe que todo había valido la pena y el triunfo sería uno mismo, más allá del tiempo final o las circunstancias individuales. “¡Vamos equipo!”, se convirtió entonces en una frase cuyos alcances sobrepasan cualquier obstáculo.

Así vi pasar los kilómetros mientras recordaba mis experiencias previas: mi primera carrera de 10, mi debut en medio maratón, mi marca en 26, pero cuando apareció el número 34 sabía que todo podía pasar. “Bienvenido a tu nueva experiencia”, me dije, pues nunca había dado un paso más allá de ese número, ni siquiera en entrenamientos. No había vuelta atrás. Me concentré, subí el volumen a la música y estaba dispuesto a apoderarme de los metros restantes. Kilómetro 36: un niño y una niña, ambos de aproximadamente seis años de edad, ayudaban emocionados a repartir bolsas con agua. Me acerqué y él me extendió su mano; me regaló líquido y al recibirlo sentí una extraordinaria vibra que me inyectó energía para continuar. Uno a uno vi caer los números y cuando arribé al 37 mis piernas querían entrar en conflicto con mi mente, pero ésta última ganó la partida. El 42 supo a gloria y algunos pasos adelante mis latidos se escuchaban más fuerte que el ambiente alrededor mío. El alfabeto resulta escaso para describir ese preciso momento…

Algunas personas dicen que antes de morir se presenta, en cuestión de segundos, un flash-back de momentos especiales en su vida. Ayer me sucedió lo mismo, pero en poco más de cuatro horas y, aunque mi corazón no se detuvo, comprendí que en circunstancias difíciles los recuerdos y todo cuanto ha sido parte de nuestra existencia pasada (bueno o malo) nos fortalece y acudimos a ello para seguir adelante. Así es el maratón: una dosis de preparación física mezclada con grandes cantidades de voluntad.

Las cuatro letras tatuadas en mi mente habían llegado; estaba justo bajo sus pies y en ese momento, cuando vi hacia arriba, levanté los brazos hacia ellas para no bajarlos nunca más. El objetivo se había cumplido.

¿Conocen una palabra que sea sinónimo de sueño hecho realidad? Yo sí, y se llama META.

martes, 31 de agosto de 2010

Independencia y religión: mézclese bajo su propio riesgo

Hoy amanecí sumamente preocupado y con tremenda angustia en mi corazón, pues el Episcopado anunció que es pecado no festejar el bicentenario. Pero al investigar un poco sobre el tema, llegué a dos conclusiones: que Moisés nunca publicó una versión extraoficial de sus mandamientos y por ende jamás hubo más de 10, y que los responsables de emitir “el nuevo pecado” quieren hacer de la historia una pachanga según creen conveniente, aunque, por supuesto, nada convincente.

Como la magia de internet es maravillosa, pude encontrar en algún rincón de la telaraña mundial el edicto de excomunión dedicado a Miguel Hidalgo para darme cuenta de las contradicciones religiosas en torno al tema. Y seré sincero: en primera instancia el documento me causó curiosidad por su kilométrica sobredosis de verborrea, sin embargo, es un caso digno de análisis porque aquellas letras católicas expresan más maldiciones, literalmente, que las que yo he dicho en toda mi vida. Aquí una muestra:

“Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, Hijo y Espíritu Santo; y de los santos cánones, y de la Inmaculada Virgen María madre y nodriza de nuestro Salvador; y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominios, papas, querubines y serafines y de todos los santos patriarcas y profetas, (…) juntamente con todos los santos elegidos de Dios, lo excomulgamos y anatematizamos, y lo secuestramos de los umbrales de la iglesia del Dios omnipotente, para que pueda ser atormentado por eternos y tremendos sufrimientos”.

“Que sea condenado donde quiera que esté, (…) aún en la iglesia. Que sea maldito en el vivir y en el morir (…) Que sea maldito interior y exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea maldito en su cerebro. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes, en su frente y en sus oídos; y en sus cejas y en sus mejillas; en sus quijadas y en sus narices; en sus dientes anteriores y en sus molares; en sus labios y en su garganta; en sus hombros y en sus muñecas; en sus brazos, en sus manos y en sus dedos. Que sea condenado en su pecho, en su corazón, y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas, en sus músculos, en sus caderas, en sus piernas, pies y uñas de los pies (…)”.

Acepto que a veces soy exagerado para escribir, pero creo que hace mucho tiempo, en una galaxia muy cercana, el Pontífice Pío VII me ganó de manera contundente ese honor. En fin, pobre Miguel Hidalgo. Con semejantes deseos para su persona el infierno debió quedarle muy chico. Lo que más me dolió en su caso fueron los dientes molares y las uñas de los pies; sé lo que se siente en vida y no se lo deseo a nadie.

Pero ahora nos vienen con el cuento de que el cura independentista se confesó antes de morir y así, cual simple telenovela, de último minuto se salvó de todo el choro arriba descrito; lo ocurrido el 29 de julio de 1811 jamás sucedió, y no hay más pretexto para no festejar. Fin de la polémica. Resulta que quienes mandaron tan lejos como pudieron a Don Miguel, lo aborrecieron y casi lo queman en leña verde, hoy nos dicen todo lo contrario. Si hasta el Cardenal Juan Sandoval mencionó que Hidalgo fue excomulgado por violar conventos para robar sus bienes y ultrajar religiosas. Ah, perdón… como la pachanga está cercana, nunca dijo lo que dijo. ¡Qué va, estaba bromeando! ¡Salud!

Mejor desempolvemos el sombrero que pa’ luego es tarde; saquemos banderas, encendamos fuegos artificiales. No vaya a ser que el disfraz de Grinch Bicentenario me vaya a mandar derechito y sin escalas a visitar al maligno. Hagamos caso a los intelectuales religiosos; nadie mejor que ellos para aconsejarnos, pues total, si en su gremio abusan de los niños, ¿que nosotros no abusemos del tequila?

¡Viva México!

martes, 24 de agosto de 2010

El lado oscuro del bicentenario

Cualquier pretexto es bueno para
interrumpir la marcha del tiempo y
celebrar con festejos y ceremonias
hombres y acontecimientos (…) Cada
año, el 15 de septiembre a las once de la
noche, en todas las plazas de México
celebramos la fiesta del Grito; y una
multitud enardecida efectivamente grita
por espacio de una hora, quizá para
callar mejor el resto del año.

OCTAVIO PAZ, El laberinto de la soledad


¿Para qué sirve la historia? ¿Nos enseña algo? ¿Hemos aprendido de ella? ¿O sólo se trata de un montón de anécdotas, personajes y fechas anidados en libros que se repiten como letanía para pasar exámenes escolares o, en el mejor de los casos, recordar que es momento de comprar banderas, sombreros y vitorear a los héroes vestidos de gloria por el discurso oficial?

Septiembre está a la vuelta de la esquina y hoy, luego de 200 años del inicio de la independencia —no de su consumación, lo cual debiera ser el verdadero motivo para conmemorar—, existe un México que presume sus dos caras tan contradictorias: el secuestrado por la delincuencia (30 mil víctimas en tres años y medio), el desempleo (5.2% de la población económicamente activa), la falta de educación (aproximadamente 300 mil menores que no acuden a la escuela), y la pobreza extrema (20 millones de personas en esa situación); y, por otra parte, aquel plagado de eventos patrioteros tan cuestionados por su despilfarro de dinero… todo en nombre de la historia.

¿A qué juegan las autoridades? Derrochar casi 3 mil millones de pesos bajo el pretexto de que el país está de manteles largos, cuando en realidad se está cayendo a pedazos, sin duda es “la mejor forma de celebrar”. Actitud irresponsable y vergonzosa, desde luego. Pero ya que la pachanga es inminente, y más allá de pretender entablar un diálogo con sordos, existen detalles desafortunados que poco o nada se mencionan al respecto. Para muestra tres botones:

Los pasajes telenoveleros que nos han contado acerca de los héroes independentistas y revolucionarios. Si bien es cierto que de una u otra forma cada uno de ellos tiene su lugar en los acontecimientos históricos, muy poco se dice de los verdaderos personajes de carne y hueso que actuaron en las batallas por la libertad: Miguel Hidalgo, señalado por Allende como traidor, toleró en su movimiento el saqueo y el asesinato y ordenó matar a 300 prisioneros españoles sin proceso alguno; Agustín de Iturbide, acusado de enriquecimiento ilícito, abuso de autoridad y conducta violenta, se proclamó emperador una vez consumada la independencia, pero tiempo después lo fusilaron por traidor; y Francisco Villa, intolerante y cruel, permitía a sus tropas saquear, violar y matar, incluso tuvo más de 20 mujeres en matrimonio además de un contrato con Hollywood para filmar sus batallas.

¿Suena tenebroso? Pues tal vez lo sea, pero ya lo mencionó Alejandro Rosas en su libro Mitos de la historia mexicana: “el sistema político mexicano, por medio de su particular concepción de la historia, durante el siglo XX fragmentó la verdad, se encargó de crear bandos irreconciliables y negó la naturaleza humana de los protagonistas de la historia nacional”.

Luego, las deficiencias en los libros de texto conmemorativos del bicentenario entregados a los alumnos de educación básica. En ellos la historia se reduce a simples datos interesantes y la misma SEP aceptó “algunas fallas” en su contenido, además habrá libros complementarios a finales del año, pues hubo una pequeña falta: el periodo de la Conquista a la Colonia… ¿tema nada importante? Y aunque me resistí a creerlo, en las páginas de historia de sexto grado aparece la palabra “sovrevivieron”… ¿le habrán hecho el anti doping a quien escribió semejante barrabasada? ¿O las palabras en mi diccionario ya son obsoletas? ¡Esa es nuestra educación bicentenaria!

Y finalmente, el fino detalle de elegir una canción “digna” del bicentenario en manos de Aleks Syntek y Jaime López, calificada por algunos como cursi, boba, pobre y alejada de nuestra realidad. Al escucharla, tan simplona como es, sobra decir que sabe a nada y se comprueba así el tamaño mental que poseen algunas autoridades para hacerse de un tema musical que “identifique” a los mexicanos. Basta con analizar cinco palabras del coro: “Shalalalalala, el futuro es milenario”. ¿No se supone que un milenio son 1,000 años? Hagamos cuentas: si la Independencia fue hace 200, la Revolución hace 100 y estamos en 2010… ¿dónde está entonces la relación con el citado milenio? Ya del resto del tema mejor ni hablar.

Si en verdad se busca una pieza con auténticos matices mexicanos, ¿por qué no el Huapango de Moncayo? Aunque tal vez sea mucho pedir a las autoridades que lo conozcan y, en consecuencia, lo oficialicen en su bizarro festejo. ¿Y qué hay del mariachi? También sobra música regional característica de los pueblos mexicanos y autores e intérpretes con los cuales la gente se identifica plenamente.

Así pues, en nuestras manos está celebrar desde nuestro asiento y ver pasar la historia que nos han contado o involucrarnos en ella para formar parte de sus páginas. Un legado va más allá del grito desde Palacio Nacional y festejar no siempre significa absorber tequila como esponjas. Quizás una visión más crítica de nuestro pasado y presente nos lleve a planificar un mejor futuro. De nosotros depende construirlo.

Y a ti, ¿a qué te sabe la historia?

lunes, 16 de agosto de 2010

¿A qué saben 34 kilómetros?

El kilómetro 7 de la carretera Picacho-Ajusco marcó el punto de salida y la lista de indispensables estaba cubierta: botellas con bebidas energéticas estacionadas alrededor de la cintura, geles en espera de inyectar glucosa al organismo, música invasora de energía en los oídos, y cronómetro abrazando la muñeca izquierda. Eran 8:22 de la mañana y, cobijados por el frío que aún prevalecía en el ambiente, comenzó nuestro andar.

El objetivo del día señalaba 34 kilómetros, sin embargo, mi entrenamiento consistiría en tres puntos fundamentales: aprender a administrar la energía durante el recorrido, cubrir la distancia en su totalidad a un ritmo cómodo pero constante y, sobre todo, disfrutar el trayecto. Así que no faltaba más y los pies se pusieron en marcha.

A casi 3,000 msnm apareció la primera gran postal: el Valle de México que despertaba envuelto por nubes y le otorgaban un aspecto fantasmagórico. Más tarde, al bordear la montaña con el Pico del Águila asomado cerca de nosotros, el segundo regalo a la vista hacía su aparición: distantes, el Popocatépletl y el Iztaccíhuatl mostraban su grandeza dándole al paisaje una inigualable perfección.

La suma de metros continuaba en medio de maizales que tapizaban de verde el campo, de borregos que hacían sonar sus cencerros a la orilla de la ciclopista mientras desayunaban el pasto mojado, de un señor que domesticaba un caballo en el patio de su casa, y de ese olor tan peculiar que posee la atmósfera rural, aun inserta en la gran urbe. Incluso por momentos eran únicamente las pulsaciones cardiacas las que se mezclaba con el trinar de las aves o el cantar de un gallo.

De repente escuchamos rugir algunos motores en un camino paralelo al nuestro y más adelante, cuando vimos “La Cúpula”, supimos que era la señal: habíamos llegado al cruce con la carretera federal a Cuernavaca; nos encontrábamos a la mitad de nuestra ruta. Teníamos completada la distancia de ida y el regreso daba inicio.

Minutos más tarde recordé la frase que un amigo me dijo alguna vez: “el maratón empieza en el kilómetro 30”… y justo en ese momento me encontraba instalado en ese punto. Una pared amenazaba con bloquear el camino pero las piernas parecían no derribarse ante tal reto. La energía fluía constante, y cuál fue mi sorpresa al saberme fuerte después de tres horas de entrenamiento. La estrategia había funcionado para ser mi primera vez en gran distancia. La lección fue clara: paciencia y concentración son la clave para cumplir el objetivo.

Luego de 3 horas y 27 minutos el punto de partida se veía cercano nuevamente, pero ahora mostraba un rostro distinto: era nuestra meta. Llegué cantando Somos los campeones, y aunque quizás al siguiente día me costaría un esfuerzo sobrehumano levantarme de la cama, por hoy nadie me arrebataría la magnífica experiencia que el running me regaló.

Esa mañana fuimos cuatro. Cada quien a su ritmo, cada cual con su estrategia, pero todos con el mismo objetivo llamado maratón. Antes de emprender el regreso y abordar el automóvil, uno de ellos dijo: “nosotros hacemos lo que el 80% de la población no hace… gracias por estos momentos”. Y entonces todos sonreímos.

jueves, 12 de agosto de 2010

¿Por qué un maratón?

Esta historia comenzó el 1 de octubre de 2006. Aquel domingo, cuando las manecillas estaban a punto de las 8 horas, supe que existía un lugar llamado Circuito Gandhi donde participaría en mi primera competencia de 5 kilómetros. Enfundado en una playera anaranjada, pants azul y tenis blancos, me sumergí en el asfalto y 27 minutos después el objetivo se había consumado. Y lo confieso: esa misma tarde juré nunca más volver a correr, pues me dolía hasta la escasa voluntad que me sobró siquiera para mover un dedo.

El día siguiente fue crucial: por la mañana, y todavía con la cruda deportiva en cada centímetro de mis piernas, visité la página web donde se almacenaban mis resultados y fotografías. Los instantes que a continuación sucedieron fueron sin duda los responsables de mi continuidad en estas andanzas: la impresora se encargó de materializar mi certificado que presumí a cuanto familiar cruzaba por la sala de mi casa, mi lugar 87 en el evento simplemente me supo a gloria, y la medalla sustituyó al diploma de la primaria en la pared. Entonces advertí una extraña sensación de instalarme nuevamente dentro de mis tenis para regresar a las pistas…

Probé otros 5 K nocturnos y luego di el salto a 10 K. Pero lo mejor estaba por venir: conocí a algunos amigos con quienes tuve la oportunidad de compartir carreras e incluso momentos más allá de ellas, y descubrí que no se trataba sólo de poner los pies en marcha, sino de transformar esos instantes en experiencias almacenadas hoy día en un lugar especial de la memoria. Después llegó el reto del medio maratón, el ascenso en la Torre Mayor y el Tune-Up 26 K, pero siempre acompañado por personas que me apoyaban lo mismo con su compañía que con una llamada o mensaje telefónico (responsables al respecto existen muchos y quienes se saben parte de esta historia seguramente acaban de expulsar una sonrisa de sus labios).

También fui testigo, a través de varios corredores, del poder que tiene la voluntad para hacer frente a distintas adversidades, pues una enfermedad, discapacidad o detalles que muchos ven como negativos, otros los convierten en un reto para demostrar al mundo, pero sobre todo a sí mismos, que la palabra “límite” es apenas una referencia en el diccionario. “Correr por la vida es lo que hacemos a diario”, escribí un día, y más de una vez he sido testigo de ello. El próximo 12 de septiembre será mi turno de comprobarlo.

Si hace cuatro años alguien me hubiera dicho que estaría inscrito en un maratón, sin duda hubiese dudado de su cordura y estabilidad mental, sin embargo, el que hoy parece estar carente de dichas cualidades es quien escribe las presentes líneas. Pero no importa. He leído que más de uno suele llamar “loco” a quienes corren cualquier distancia y, si nos referimos a 42 kilómetros, entonces creo tener asegurada mi membresía en algún manicomio. Hoy diré que mi estrategia no es dejar atrás a otros corredores, tampoco ganarle al cronómetro, sino vencerme a mí mismo y exorcizar mis propios límites.

Así pues, mi siguiente reto está a la vista y hoy, a un mes de correr mi primer maratón, siento los mismos nervios y emoción que cuando hice mis primeros 5 kilómetros. Las circunstancias actuales son distintas, pero muchas personas que me han inspirado siguen conmigo y sé que estarán ahí, física o mentalmente, cuando llegue a la meta… porque esto también es por ustedes.

martes, 27 de julio de 2010

Test del corredor

¿Sabes qué tipo de corredor eres? ¿Naciste o te hiciste? A continuación, responde las siguientes preguntas y al final comprueba tus resultados:


1. ¿Alguna vez te han llamado “loco”?

2. ¿Tus familiares no entienden por qué sales de casa con tanta prisa a las 6 am?

3. ¿Los domingos sales a correr cuando otros regresan del antro?

4. ¿Corres bajo la lluvia, y más aún, lo disfrutas y cantas mientras lo llevas a cabo?

5. ¿Durante el último año has cambiado el TV y Novelas o El libro Vaquero por revistas deportivas?

6. ¿Te has burlado de los automovilistas detenidos por el tráfico mientras caminas o corres alegremente sobre la banqueta?

7. ¿Durante alguna fiesta o reunión familiar has rechazado las bebidas alcohólicas y prefieres refresco o agua de sabor (aunque te vean raro)?

8. ¿Tienes tu refrigerador repleto de cerveza sin alcohol?

9. ¿Tus amigos borrachos te respetan porque eres “bebedor isotónico”? (Ellos no saben qué diablos significa, pero suena apantallador).

10. ¿Has inventado algún pretexto para pagar la inscripción a una carrera en vez de invitar a tu pareja al cine o a cenar?

11. ¿Olvidas tu aniversario de bodas pero jamás la fecha del maratón?

12. ¿Estás convencido de que tendinitis no es un auto europeo?

13. ¿Crees que las ampollas son trofeos?

14. ¿Quitaste de la pared tu diploma de la primaria y en su lugar colgaste la medalla de tus primeros 5 K?

15. ¿Cuando llegas al trabajo todos tienen cara de flojera menos tú?

16. ¿Le pides a los Reyes Magos unos tenis y un short?

17. ¿Has viajado cientos de kilómetros para correr 10?

18. ¿Cuando vas a la montaña corres entre las plantas, pasas sobre ríos, esquivas piedras, te ensucias de lodo, y lo disfrutas como un niño de seis años?

19. Mientras todos piden tacos, tamales o pambazos, ¿tú pides pasta, ensalada y fruta con granola?

20. ¿No te aprendiste los verbos en inglés pero sabes perfectamente qué es “fartlek”?

21. ¿En tu lista del supermercado no pueden faltar las barras energéticas?

22. ¿El único y mejor Top Ten es el que suena en tu Ipod?

23. ¿”We are the champions” es tu segundo himno nacional?

24. ¿Tienes más playeras deportivas y pares de tenis que trajes y zapatos?

25. ¿Estás convencido de que correr no significa acumular kilómetros, sino que se trata de una auténtica experiencia de vida?


Ahora comprueba tu diagnóstico según el número de respuestas positivas:

1 a 10: corredor en formación. Te encontraste con este deporte porque alguien te invitó o porque una mañana no tenías nada qué hacer y se te ocurrió ponerte los tenis para salir “a ver qué pasaba”. Te aficiona practicar el running en parques y circuitos de no gran kilometraje, y eres aficionado a las competencias de 5 y 10 K; quizás un medio maratón está en tus planes futuros, aunque por ahora lo ves como una mera ilusión.

11 a 20: corredor asiduo. Tu felicidad depende, en cierta forma, de correr 2 ó 3 veces por semana. A veces sacrificas la jarra del sábado por la noche para despertar temprano el domingo e irte con tus amigos a practicar este deporte; acto seguido, desayunas en el mercado pero pides quesadillas sin aceite y, en vez de refresco, tomas jugo de naranja. Has probado los 21 K y te ubicas en la delgada línea que separa tu estatus de corredor básico de corredor plus.

21 a 25: gran corredor. Estás totalmente enganchado en este vicio e incluso eres influencia potencial para otros más. Sueles correr a las 5 de la mañana o a las 10 de la noche sin importar el clima. No puedes faltar en maratones, triatlones y en todo lo que se ponga en tu camino. No tienes cura y eso te llena de satisfacción, pues sabes que la palabra "límite" sólo existe en el diccionario.

jueves, 22 de julio de 2010

Ladrón que roba a ladrón

¿Alguna vez ha caído en manos de un policía que lo orilló a la orilla para después mostrarle su afilado colmillo cual si fuera el mismísimo Drácula? ¿Qué sintió el José María Morelos que habitaba en su billetera antes de ser entregado al ciudadano uniformado? ¿Un agudo remordimiento recorrió su cuerpo luego de dar en adopción obligada su billete, cuando su destino bien pudo ser la adquisición de un six chelero? ¿Cuántas palabrotas procesó por minuto después de que subió la ventanilla de su auto tras escuchar la famosa frase célebre: “puede retirarse y maneje con precaución”? ¿Le ha pasado o soy el único que imagina tales circunstancias?

¡Guardiaaas! ¿Apoco no se antoja evocar aquellos comerciales galletosos cuando nos pasa algo similar? Aunque tal vez no haga falta. Una de cal por todas las que van de arena: ayer un policía fue asaltado en el Centro Histérico de esta gran urbe. Las calles 20 de Noviembre y Nezahualcóyotl fueron testigos de cómo la cartera y arma de fuego del poli cambiaron de dueño en un tris. Ante tal acto, los compañeros de la víctima se aplicaron a buscar a los ladrones, pero ya sabemos que en el DF es más fácil encontrar un billete de 250 pesos en la charola de las limosnas antes que hallar una rata de dos patas.

Desde luego que el acto en sí es reprobable, pues la inseguridad está rebasando a toda instancia competente que intenta, por lo menos, controlarla. No podemos ver como algo “normal” las noticias infestadas de asaltos sin solución. Hoy vemos con preocupación y una pizca de morbo la manera en que la delincuencia levanta la mano y nos muestra que ni los policías están a salvo de semejante plaga.

Pero lo olvidaba: estamos en México donde todo pasa y nada sucede. Y si pensábamos que discutir con un policía es igual que reclamarle una falta a un árbitro (con ambos sabemos que llevamos las de perder y jamás les ganaremos), hoy hubo alguien que les dio una lección. Sólo esperemos que no se haga costumbre darle baje a los Señores Justicia, ya que entonces ni el Chapulín Colorado podrá ayudarnos. Sin embargo, no debemos ser tan pesimistas, porque ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón, y no existe mejor lugar que nuestra ciudad para comprobarlo.

miércoles, 14 de julio de 2010

Onceavo mandamiento: no te tatuarás

No cabe duda que Guanajuato tiene un imán muy especial para atraer personas dotadas con gran intelecto. Primero fue el intento de multar por besarse en la vía pública, y ahora resulta que llevar puesto algún tatuaje o piercing es sinónimo de pérdida de valores, según dijo la titular del Instituto de la Mujer de ese estado. Así pues, una vez más queda al descubierto el criterio y sabiduría de algunos servidores públicos.

Me pregunto qué pasaba por la mente de esta persona al declarar tales barrabasadas, y más aún, mencionarlas en una plática sobre valores de la familia. Lo grave del asunto, desde mi punto de vista, es que sea justamente una mujer la que utilice como ejemplo la fotografía de otra fémina para confirmar su brillante hipótesis. Mencionó también que en Guanajuato más del 85% de las familias registran violencia intrafamiliar gracias a la pérdida de valores como el citado ejemplo. Aceptemos entonces que la señora ha descubierto el hilo negro: los dibujos corporales y aretes colocados donde sea son culpables de los golpes e insultos al interior de un hogar. Sólo falta que lance su campaña: ¡Des-tatuajicemos Guanajuato!

Tal vez la titular de IMUG vio muchos noticieros y se enteró que actualmente en Arizona existe una ley discriminatoria, ante lo cual no quiso quedarse atrás e inventó algo similar para darse a conocer. ¿Sabrá que existe un sitio en el DF que se llama El Chopo o lo habrá visitado alguna vez? Si no lo ha hecho, mejor que se quede guardada en su casa, porque cuando plante sus pies en dicho territorio, un infarto a su persona será inminente. Además, ¿cuál famoso científico ha demostrado que existe una relación directamente proporcional entre el número de tatuajes de una persona y su comportamiento social? Otros, por su parte, se disfrazan de traje y su actitud deja mucho que desear.

Y ya que estamos emocionados con la moralitis hasta el tope, al respecto tengo una sarta de propuestas para “normar la conducta y promover el bienestar de nuestra sociedad” (hasta me escuché como político): vestir a las momias de Guanajuato, puesto que anualmente miles de visitantes acuden a verlas y vaya chasco que deben llevarse al observarlas exhibidas sin tapujos; censurar en todos los bares y antros la canción “Tatuajes” de Joan Sebastian, porque las mujeres que la cantan seguramente no tienen valores y su moral espantaría a cualquiera; finalmente, prohibir los aretes y todo tipo de maquillaje por ser objetos del deseo que provoca los más bajos instintos de los hombres… ah, perdón, eso sucede con las minifaldas y ya se discutió en su momento.

Tan bello que es el territorio guanajuatense; lástima de algunos individuos que lo habitan. Y como eso del bicentenario está de moda, ¿será posible clonar a Miguel Hidalgo y sus secuaces en la mismísima tierra independentista para que vuelvan a librarnos de personas non gratas? Eso sí sería motivo para festejar.

domingo, 11 de julio de 2010

Con la ciudad bajo mis pies

El despertador sonó puntual y la oscuridad aún reinaba en el segundo domingo del mes de julio. El mal clima no parecía dar tregua, pero tampoco valía pretexto alguno para quedarse entre las cobijas y ver pasar así un fin de semana sin actividad deportiva. Entonces era momento de salir. El objetivo: 22 kilómetros a través de la ciclopista al sur de la ciudad.

La gran antena rojiblanca se asomaba en medio del camino y marcaba el punto de inicio. La adrenalina estaba lista y mis oídos eran presa de sonidos musicales que inyectaban energía a todo el cuerpo. Comenzó mi andar. Al frente, una subida inauguraba el recorrido envuelto por árboles y una ciudad distante que dormía bajo mis pies. El frío cobijaba mis pulmones. Más adelante, la primera gran postal del día: los volcanes que se asomaban entre espesas nubes blancas. Justo ahí, frente al espléndido paisaje dibujado ante mis ojos, me felicité por haberle robado horas de sueño al reloj hoy por la mañana.

Mis pasos continuaron acumulando kilómetros mientras el sol asomaba sus primeros rayos. El kilómetro siete de la carretera Ajusco-Picacho se fue alejando para dar paso a un majestuoso paisaje rural que, increíblemente, se puede disfrutar a pocos minutos de la gran urbe: campos de cultivo tapizados de verde, árboles atrincherados en una escarpada montaña, puestos de comida que ofrecían incluso pulque —¿venderán curados de Gatorade?, me pregunté—, animales pastando junto a la vía de dos carriles, y un interminable trino de aves que acompañan el sendero.

En otra época, el silente paisaje donde actualmente se ubica la ciclopista fue testigo de los pasos ferrocarrileros cuya ruta era México-Cuernavaca, y con la extinción de los vagones arrastrados por la máquina, la ruta obtuvo su nueva función. Su trazo parece una gran serpiente, y nosotros, al estar en ella, visitantes de su hábitat.

Por momentos, el único sonido era el de mis pasos devorados por el camino. De repente, un ejército canino apareció haciendo valla y observando el andar de quienes ahí pasábamos. Entonces fue preciso admirar un cercano Pico del Águila que se levantaba imponente ante mi vista. Once mil metros se reflejaban en el monitor electrónico y, a pesar del paisaje que invitaba a continuar su recorrido, la distancia del entrenamiento indicaba el regreso inminente; la altura me regaló una dosis extra de oxígeno y volví para completar el kilometraje del día.

Dos horas después del arranque, la gran antena apareció nuevamente y atrás quedó el sinuoso camino donde, por momentos, el silencio se escuchó para presenciar una a una las pulsaciones cardiacas que me acompañaban. Así pues, un total de 22 kilómetros bastaron para vivir la gratificante experiencia de correr rodeado de naturaleza en un lugar que parece tan lejano de la ciudad, que apenas lo tenemos a 15 minutos del periférico sur.

Por hoy la misión está cumplida. Un circuito más queda registrado en mi plan rumbo al Maratón de la Ciudad de México y, desde luego, en espera de repetir la experiencia próximamente.

Y tú, ¿qué estabas haciendo hoy a las 8 de la mañana?

viernes, 25 de junio de 2010

Politiquería pambolera

Hoy amanecí con la leve sospecha de que existen políticos mexicanos más locos que Renfield, personaje de la novela Drácula. Y para muestra un botón: un diputado priista —del cual me reservo su nombre porque hasta pena me da escribirlo— se vio presa de la pasión futbolera y ante la derrota del tricolor en manos uruguayas, terminó tan indignado que quiso ir más allá del mero relajo y tomó muy en serio el asunto. Según él, citaría a comparecer al técnico Javier Aguirre para que diera una explicación a los mexicanos de por qué metió a su amigo el jorobado, no puso de titular al "Chicharito" y dejó en la cancha a Guillermo Franco.

El señor exhortó “a nombre de todos los mexicanos” a que el entrenador confesara ante el Congreso sus decisiones tácticas para dicho encuentro deportivo. ¿Así o más ridículo? Juro que me di a la tarea de revisar en distintos medios informativos para comprobar la veracidad del posible chascarrillo político, pero luego advertí que en México, y viniendo de esta rara especie, cualquier detalle es posible.

Pero no todo podría ser una tomada de pelo. Quizás el afamado diputado tenga razón y debamos exigir a Javier Aguirre nos aclare sus movimientos turbios que no llevan a resultados positivos. Y ya encarrerados, también juzgar a Mejía Barón por no meter a Hugo Sánchez en el mundial de 1994 y demandar a García Aspe por fallar penaltis; sin olvidar un juicio a Lavolpe por perder en 2006 y a Guillermo Ochoa por “comerse” un gol durante un juego de práctica. Como en México gozamos de total transparencia en cualquier ámbito, el futbol no debe ser excepción.

Una vez más queda en evidencia que algunos servidores públicos tienen gran vehemencia por resolver casos de enorme importancia nacional. Seguramente millones de mexicanos no hemos podido dormir desde que los uruguayos le dieron una lección a los verdes, y exigimos una explicación clara y contundente de lo ocurrido... por cierto, ¿cuándo habrá justicia por el caso de la guardería ABC? ¿En algún momento bajará la cifra de inseguridad en el país? ¿Qué se está haciendo para abatir el desempleo y la pobreza? ¿Y la tan nombrada transparencia en el manejo de los recursos? ¿No son más importantes estos temas antes que andarse rasgando las vestiduras por un simple juego de futbol?

Así pues, hoy sumamos un caso inédito de inteligencia a favor de los mexicanos. Luego no andemos pregonando que nuestros representantes no hacen su chamba y se preocupan más por intereses personales. Y como apunte final diré que, si bien el tema del futbol fue excluido de este blog hace algunos ayeres, hoy sucumbí ante la tentación de escribir acerca del mismo gracias a un personaje que, lastimosamente, quedó en evidencia por su capacidad sancionadora. ¡Otro más a la fila del antidoping!

martes, 8 de junio de 2010

¿Ole? (segunda parte)

El 22 de septiembre de 2007 publiqué en este espacio una crítica personal dedicada a las corridas de toros. Pues bien, en esta ocasión retomaré el tema, pero no para repetir como lección de primer año lo que dije hace algunos ayeres, sino más bien para mencionar un detalle curioso y criticado por muchas personas (me incluyo en ellas).

¿Recuerda usted qué hacía a los 12 años? A esa edad, yo estaba en la secundaria entre un mundo de ecuaciones, libros de historia y un taller de electrónica donde los alumnos construimos una obra maestra llamada caja de toques; también echaba un buen relajo con mis amigos y pateábamos balones de voleibol como respuesta a la negativa docente de permitirnos jugar futbol en la clase de Educación Física; por las tardes hacía mi tarea y practicaba el soccer (a esa hora no lo teníamos prohibido); a veces incluso iba a fiestas cuya barra libre se agotaba en la tercera Viña Real. En resumen, era un chamaco común y corriente.

Pues bien, el domingo pasado en la Plaza México se presentó un niño de esa edad, pero no para sentarse en la butaca junto a su padre y conocer los pases de la muleta. Resulta que tenía puesto un traje de luces y espada en mano: era novillero y estaba dispuesto a “ganarse el respeto de la multitud”. El espectáculo fue penoso: un ejemplar de 385 kilos frente a otro de menor tonelaje y estatura evidentemente mandaría a morder el polvo al chamaco, pero eso sí, todos espantados porque el infante terminó revolcado en el piso.

Ya no discutiré el absurdo de este “espectáculo”, sin embargo, tuve la oportunidad de ver el fragmento de un video donde “Michelito” ensarta una espada en la cabeza del toro para matarlo. ¿No tendrá algo mejor que hacer este niño? ¿Le será muy divertido ejecutarse animales de esta forma? ¿Sus padres estarán felices de ver cómo su retoño se echa a otro ser vivo, y encima de todo, sentirse orgullosos por eso?

Pero no debería extrañarnos. Las leyes en este país son tan endebles que si al rato vemos a un bebé ebrio manejando por el periférico hasta ternura nos va a dar. Irresponsabilidad es la palabra que califica estos actos, tanto por el niño, su familia, las autoridades que lo permiten y la gente que va a ver semejante show. Basta con mencionar que en España, torear antes de los 16 años está prohibido y en Catalunya está cercana la abolición de las corridas de toros. ¿Y qué esperamos nosotros para hacerlo? La tortura animal disfrazada de espectáculo es inadmisible, ¿cuándo lo entenderemos?

Casos tenemos de sobra, por mencionar uno, el de “Callejerito”, perro torturado brutalmente y asesinado por tres chavos a los que les pareció divertido subir el video a facebook. ¿La respuesta ante tal acto de barbarie? Una ridícula multa de 380 pesos a los graciosos asesinos, pero eso sí, un linchamiento virtual que más de uno desearía verlo en la realidad.

¿Entonces cuál es la diferencia entre “Callejerito” y los toros? La fiesta brava presentada en plazas donde la multitud aplaude y un “valiente” se planta frente a un animal cuyo intelecto es inferior (aunque sinceramente lo dudo), y un trío de pubertos golpeando a un perro hasta matarlo, arrojan el mismo resultado, a pesar de los lugares y las circunstancias. ¿Por qué a uno se le cataloga como un delito y al otro no, cuando ambos lo son? Recordemos que “el modo de valorar el grado de educación de un pueblo y de un hombre es la forma como tratan a los animales”… lo dijo Thomas Edison y a nosotros parece importarnos un bledo, ¿o no?

sábado, 24 de abril de 2010

La inquisición gringa

En 1478 los Reyes Católicos fundaron la inquisición española con el objetivo de mantener la unidad religiosa, combatir los delitos contra la fe y terminar con la herejía. Sus métodos para lograrlo iban desde la humillación pública hasta la tortura física o la ejecución, y bastaba con que una persona sospechara de otra al creerla hereje o bruja para que, luego de su acusación, la institución actuara en su contra. Hoy, a más de 500 años, la historia parece repetirse.

La ley SB 1070 es tema de debate en Arizona, Estados Unidos. Sus argumentos dicen que, con el simple hecho de sospechar de ella por su apariencia, los policías deben detener e interrogar a cualquier persona para saber acerca de su situación migratoria y, de ser ilegal, su falta será catalogada como delito estatal… Bienvenidos al primer mundo inquisitorial, ¿o apoco la historia española del siglo XV y la estadunidense del siglo XXI no suenan parecidas?

Esta ley ha sido calificada como discriminatoria, hitleriana e irresponsable, sin embargo, a la gobernadora Jan Brewer le importó un bledo, incluso lo que opine el presidente de ese país le valió un sorbete y plasmó su poderosa en el papel donde dice que en 90 días el miedo reinará en territorio gringo. Diversas voces y personajes se han pronunciado en su contra, pero nada parece detener a la jefa de Arizona en su objetivo por “terminar” con la violencia fronteriza que padece, según ella. Ahora resulta que la inseguridad se combate con xenofobia.

Imaginemos por un momento que la susodicha ley surtiera efecto. ¿A cuántas personas se les castigaría por su “delito”? ¿No son esas mismas quienes mueven, en gran parte, la economía de Estados Unidos? ¿Cuántas de ellas son delincuentes y cuántas buscan una vida honesta para su familia? ¿Una ley basada en la apariencia de la gente es realmente efectiva?

En mis manos tengo la fotografía de la gobernadora puesta en un papel periódico y pienso en otra ley: detener a quienes tengan cabello rubio, ojos verdes y tez blanca, pues esas personas dictan estúpidamente “lo que está bien y lo que está mal” en el planeta. ¿Me escuché racista? Pues mi opinión no dista mucho de la ley promulgada y con la que millones no están de acuerdo. Tal vez Estados Unidos tiene problemas mucho más serios que enfrentar y dejarse de patrañas catalogadoras de personas.

Alguna vez lo dije y lo repito: si ese es el primer mundo al que muchos aspiran llegar, yo renuncio a él. Si no conocemos la historia, estaremos condenados a repetirla, y aunque actualmente la guillotina y el aplasta cabezas sólo existen en museos, parece que no estamos muy lejos de los tiempos donde la persecución y los falsos argumentos eran suficientes para dictar sentencia sobre alguien inocente. Cinco siglos y no hemos aprendido la lección.

Los transgénicos de Evo

Ya no deberíamos sorprendernos. Si en México presumimos de tener cantantes, actores, deportistas y bufones (entiéndase Juanitos) inmiscuidos en la política, por qué no debería haberlos en el ámbito internacional. Para muestra un botón: Bolivia cuenta ya con un presidente que también hace las veces de nutriólogo y científico, descubridor del hilo negro en cuanto a homosexualidad y calvicie se refiere.

De su boca emanó un sabio discurso donde atacó a los pollos alimentados con hormonas femeninas, pues son los causantes de que los hombres tengan desviaciones sexuales. Y más aún, nos ilustró al decir que la calvicie es otra consecuencia de este tipo de productos. Inconmensurable sabiduría debería merecerle el Premio Nobel de Nutrición; yo votaría por él. Imagino cómo se han de estar tronando los dedos en las granjas de Bachoco y los creadores del champú Ma Evans, porque con semejante descubrimiento seguramente la economía de tan reconocidas marcas se desplomará en cuestión de días.

Y para seguir con la línea del señor Morales, me di a la tarea de investigar algunos alimentos que podrían afectar severamente la salud de las personas. A continuación les comparto brevemente mis conclusiones: la gelatina causa flacidez y celulitis en las mujeres, en especial aquella elaborada con grenetina caducada; las garnachas del mercado fomentan la malformación en niños menores de ocho años, pues su elaboración, a base de maíz transgénico, impide el desarrollo normal de los infantes; ingerir rompope refrigerado provoca paros cardiacos, ya que sus ingredientes, en especial el huevo, a temperaturas bajas se fija fácilmente en las paredes venosas y obstruye la circulación de la sangre al corazón.

¿Ven cómo ser presidente es sólo una investidura que permite llegar a otros niveles? Yo, por ejemplo, próximamente daré discursos de astronomía y biología molecular a quienes estén interesados en des-aprender de dichas materias. Y hablando de transgénicos, ¿ustedes sabían que alimentarse con ciertos PANes mata las neuronas, provoca ceguera, calvicie y enanismo? Las pruebas científicas así lo demuestran: vean cualquier noticiero y comprobarán que tenemos en México una especie rara que vive en pinos de Chapultepec y que, lejos de la extinción, parece estar aferrada a su hábitat. Seguramente es un error de la cadena evolutiva, y como ahora “las respuestas las dará la ciencia”, seguramente Einstein sabrá explicarnos sus excepciones.

jueves, 15 de abril de 2010

Obesidad intelectual

No cabe duda que cuando las autoridades se proponen hacer algo mal, ya sea de forma inocente o intencionada, lo cumplen. Valiéndose de pretextos tan absurdos como increíbles, algunos “intelectuales” se aferran al primer lugar mundial en obesidad infantil mexicana. Así pues, debo insistir en una idea de la cual estoy plenamente convencido: lograr ese galardón seguramente significó sublime esfuerzo como para perderlo así nomás.

Ayer mismo, y luego de haber aprobado la ley en contra de este padecimiento, el secretario de Educación dijo que “va a estar difícil”, pues destinar 30 minutos diarios de ejercicio en las aulas impediría terminar cabalmente los planes de estudio. Señaló además que la ley no es muy precisa. A ver, ¿qué parte de “30 minutos diarios” no habrá entendido? Si Pitágoras no se equivoca y mi reloj no falla, un minuto equivale a 60 segundos, por lo tanto, debemos multiplicar 30 por 60 y ya está… ese es el tiempo que se debe destinar a la actividad física cotidiana para los niños. ¿O alguien se lo podría explicar peras y manzanas?

Luego, paso dos: e-jer-ci-cio. Mr. Secre, si su diccionario no es muy preciso en el significado de esta palabra, o para usted es un lenguaje con grado extremo de tecnicismos, se lo diré de manera sencilla: dícese de la actividad física que cualquier persona puede realizar, ya sea desde caminar en forma constante durante cierto periodo de tiempo, hasta la práctica de algún deporte en equipo. ¿Voy bien o me regreso?

¿Entonces cuál es el problema? ¿Desde cuándo le tiene tan preocupado perder tiempo de clases para destinarlo a una actividad donde se involucra la salud de los niños? Más pierden en inventarse “puentes” y días festivos para no laborar, que 30 minutos al día para favorecer el bienestar de los chamacos. ¿O prefiere tener a infantes con serios problemas físicos, pero eso sí, supuestamente repase y repase libros? Más bien, creo que la pregunta inicial debiera ser: ¿usted mismo practica ejercicio?

Luego están las “tácticas creativas” plasmadas en los libros de texto para fomentar el ejercicio en las escuelas: imaginar que van siguiendo un objeto volador no identificado; improvisar una cancha bajo el cobijo de un árbol, colocar una cubeta como canasta en una de sus ramas y utilizar como pelota una bola de papel o de cinta adhesiva; jugar a las ranitas saltarinas… ¡Válgame Dios!

Por supuesto no les explican a los chavitos las reglas básicas de algún deporte, pero eso sí, los quieren volver fanáticos de Maussan, hacerles creer que un árbol y una cubeta funcionan como tablero de basquetbol, que una bola de papeles y diurex rebota, y, encima de todo, tratarlos de animales brincolines… luego no se pregunten por qué no quieren ni mover un dedo para ejercitarse.

Ya ni llorar es bueno. Acusan además falta de recursos para pagar maestros expertos en la materia. Pues claro, es mejor destinar la plata, por ejemplo, a comprar Hummer’s y soltarle billete a personas que no saben pronunciar siquiera el nombre de una enfermedad. Al rato probablemente no sólo eliminen la educación física de los colegios, sino que también propongan la venta de tacos de suadero y al pastor a la hora del recreo, total, si ya nos ganamos el número uno, debemos luchar por mantenerlo a costa de los niños.

miércoles, 14 de abril de 2010

RENAUT RE-ABSURDO

Ave María Purísima, sin pecado concebida…

Confieso en este blog y ante ustedes, queridos lectores —pues en los sacerdotes no confío por aquello de la pederastia—, que he pecado. Luego de encontrarle mil y un detalles absurdos al dichoso RENAUT, ayer, seguramente después del tremendo viaje que me puse por inhalar un aromatizante lavanda, sucumbí a la tentación de registrar mi celular en la mejor barrabasada del presente año. Pero lo rescatable del caso es que San Motorola y sus apóstoles ya me concedieron su perdón porque hoy mismo me di de baja del famoso registro (también se puede hacer pero pocos lo saben).

Seguramente a los autores intelectuales de tal iniciativa se les ocurrió en una noche de copas y pensaron que estaban inventando el hilo negro:

—Ahora sí señores, hic… un mensaje celular nos, hic… nos salvará de la delincuencia y se acabarán los secuestros y extorsiones, hic.

—Sí, yo apoyo a, hic… mi compañero, qué digo compañero, hermano del alma, en su ideota, hic… por eso te quiero mucho, sabes que eres mi brother. Tan brillante solución sólo a nosotros los políticos, hic… se nos pudo haber ocurrido. ¡Saluuuuuúd!

—¡Saluuuuuúd!

Pero no seamos tan pesimistas y veamos el lado positivo… mmm… esteee… mmm. Mejor sí seamos pesimistas porque no existe tal. Según dijeron, es para evitar extorsiones y fraudes… a los que ellos mismos nos tienen acostumbrados, pues muchos se hacen desde cárceles, ¿y con permiso de quién? Además, ¿no se supone que al momento de comprar un teléfono celular están nuestros datos en la factura? ¿Para qué los quieren otra vez? Lo más seguro es que el delirio de persecución ya invadió a los mandamases de la nación, mejor sería recomendarles un psicólogo.

Y sólo por mencionar algunas mentiritas del RENAUT, aquí les va el dato:

• El contador en la página web de la COFETEL era un programa sincronizado con la computadora donde se visualizaba; si se le cambiaba el dato y la cifra, se alteraba, ya sea en lo pasado o en lo futuro, por lo tanto la “cifra oficial” era un argumento a lo Pinocho. ¿Esa es la credibilidad que tanto presumen?

• Decían que había casi 12 millones de usuarios en proceso de su registro desde que venció el plazo. Cuatro días después de la fatídica fecha, a mí me llegó la confirmación en cinco horas, y el mensaje donde me di de baja, en una… yo pensaba estar en la fila durante días y días.

• Muchos se registraron con nombres falsos e incluso resultó que Felipe Calderón ¡tiene más de cinco mil celulares! (¿tendrá el don de la ubicuidad como La Llorona en tiempos de la Colonia?).

• En la cámara de diputados ya se pidió interrumpir la instrumentación del RENAUT. ¿Pues apoco pensaban que las telefónicas perderían millones de pesos por capricho de algunos? Nos pintaron el apocalipsis telefónico y al final sus abuelitas dijeron que siempre no.

En fin, que si mandan mi línea al limbo celular, como dice el eslogan de una marca chelera: “La cosa es buscarle”. Busquemos entonces nombres y fechas de nacimiento de quien se nos ocurra y demos de alta esos datos en nuestro teléfono. ¿Se imaginan uno robado que extorsiona a nombre de Luis Donaldo Colosio? ¡Dirán que no andaba muerto, andaba de parranda! Yo, mientras tanto, estoy fuera del registro —por fortuna y gracia divina—. Al menos pude retractarme de mi acto (y también deseché el aromatizante lavanda), pero habrá quienes queden en ridículo cuando vean que su ocurrencia va a dar derechito y sin escalas al cesto de basura. En el último de los casos, cuando me pregunten por qué me registré, responderé al más puro estilo Cabañas: “no recuerdo nada”.

jueves, 8 de abril de 2010

Un show llamado Paulette

Este es el noticiero de la mañana
el único que dice lo que le da la gana
después de un corte regresamos
con lo más completo de lo que soportamos
.
"Noticiero", Ricardo Arjona
..
Hasta hace unos meses pensaba que los reality show y los discursos políticos era lo más “palomero” que la caja idiota podía ofrecernos. Hoy acepto que me equivoqué al afirmarlo, pues sin duda alguna una niña de cuatro años les arrebató el raiting de manera magistral y siniestra.

Su nombre es Paulette, y su caso, un teatro digno de Broadway: una noche su mamá la deja dormida en su cama y, como por arte de magia, a la mañana siguiente desapareció sin dejar rastro alguno. Taraaaan, nada por aquí y nada por acá. ¿Quién se la llevó? ¿Cómo se esfumó de su habitación? Ni el mago Chen Kai tendría la respuesta ante semejante acto de escapismo. Posteriormente, los medios informativos meterían su cuchara y los actores pondrían su granito de arena para hacer de éste el mejor guión televisivo nunca antes visto.

Mantas por aquí, carteles por allá, redes sociales indignadas y un clamor generalizado se escuchaba para recuperar a la infante. Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula cuando su cuerpo sin vida apareció en su propia casa debajo de su colchón; estaba “hecha bolita” y nadie se había percatado de su presencia… ahora sí había una verdadera indignación por lo acontecido.

Vaya usted a saber las causas y los responsables. En nuestro México lindo y querido todos somos adivinos pero nadie atina a la verdad. Que si fue la mamá, que si las nanas, que si la amiga durmió en la cama, que si hay lana de por medio, que si las autoridades dicen y no dicen, que si las declaraciones contradictorias… ¿Sabe usted quienes son los responsables de los 49 niños muertos en la guardería ABC? ¿Entonces por qué este caso tendría la misma o mayor relevancia?

Juguemos un poco al detective. La pregunta de los 50 mil millones de pesos es: ¿Quién la mató? ¡Hagan sus apuestas! Una de tantas hipótesis dice que posiblemente fue un simple accidente. ¡Seguro! La niña tomó mucha agua la noche previa a su desaparición y durante la madrugada, al querer ir al baño a descargar el vital líquido, todavía adormilada, quiso bajarse de su cama y no le atinó al piso pero sí a un pequeño hueco donde fue a dar sin querer. Ahí decidió seguir sus dulces sueños y jugar a las escondidas durante varios días, pero entre tanta preocupación de sus padres, al no encontrarla decidieron invitar a los reporteros y cuando pasaron a la habitación se sentaron sobre la cama… ahí fue donde ella murió por asfixia.

¿Apoco no suena lógica mi reconstrucción de los hechos? A estas alturas ya cualquier "explicación" se puede pensar, ¿o contratamos a Sherlock Holmes para aclarar el homicidio? ¿Dónde están las adivinaciones de cadáveres sembrados de "La Paca" cuando se le necesitan? Lo patético del asunto es que una vida se perdió, nadie sabe dar una respuesta acertada y el show continúa. Una niña descansa ahora en el cementerio mientras su madre, sentada en un sillón, platica con los reporteros.

Así pues, en los padres de la menor ni confiar, en las autoridades menos, ¿y en los medios informativos? Se lo dejo a su consideración. ¿Y nosotros como opinión pública en qué posición estamos? ¿Quién nos dicta que esa sea la noticia del mes? ¿Cuándo y por qué motivo permitimos que este caso sea tema de conversación y lo veamos hasta en programas de espectáculos? ¿Por qué razón se le dedican horas y horas, páginas y páginas, cuando a diario existen por montones y nadie les pone los reflectores enfrente? ¿Hasta cuándo nos sacudiremos el fantasma del morbo?

¿Hasta cuándo?

lunes, 5 de abril de 2010

México chatarra

Nada mejor que un primer lugar para celebrar el tan sonado bicentenario en territorio nacional. ¿O acaso existe algo mejor que estar parados en el pódium para presumir el número uno a nivel mundial? Muchos países nos observan y, orgullosos de nuestro gran empeño por lograrlo, debemos dar el ejemplo incluso más allá de nuestras fronteras.

Dejémonos pues de tanto discurso chafa, politiquería barata y teatros televisivos que a diario nos atascan la pupila y los oídos. Mejor demos paso a un festejo lleno de sabores, formas y colores, pues la gastronomía chatarra es nuestro mero mole, pregúntenle a los niños mexicanos y la respuesta será contundente: primer lugar en obesidad infantil en el globo terráqueo.

La pregunta es muy sencilla: cuándo usted ve caminar por la calle a un niño con sobrepeso, ¿su gesto es de risa y/o ternura, o la preocupación invade momentáneamente su rostro? Si su respuesta fue afirmativa para la primera opción, existen dos alternativas: o es su hijo y le importa un soberano cacahuate su salud, o bien aplica aquella frase divertida pero tan ridícula de “mejor gordo que dé risa y no flaco que dé lástima”. De ser así, no tiene más qué hacer en este post y puede perder su tiempo es asuntos más triviales. Pero si eligió la segunda posibilidad, sea bienvenido al mundo real y continúe leyendo, tal vez algún dato esparcido por aquí le sea de utilidad.

Resulta que en 2010 la cifra de infantes de entre 5 y 11 años con “llantitas y cachetes rebosantes” ascendió a 4.5 millones en territorio nacional. ¿Cuál es el problema entonces, si al abrir sus loncheras a la hora del recreo encuentran cualquier cantidad de porquería en forma de alimento? Nada para alarmarnos, por supuesto, solamente algunas nimiedades que poco deberían interesarnos. ¿O acaso tienen importancia los riesgos provocados por este mal, como la hipertensión arterial, infartos, enfermedades vasculares y cáncer de esófago o riñón? Súmele la autoestima minada que poseerá su chamaco cuando sus compañeros lo bauticen bajo distintos nombres como el Niño-Michelín o Ñono. ¿Casi nada verdad?

Y no culpemos a la publicidad como algunos pretenden. Si su hijo pasa horas frente al televisor machacándose las neuronas, la responsabilidad —o irresponsabilidad— es de quien lo puso ahí; si además evita el ejercicio porque el Play Station lo satisface más con menos esfuerzo, y los directivos escolares piensan que practicarlo es una pérdida de tiempo, entonces no busquemos un auténtico milagro.

Más allá de planes gubernamentales y programas alimentarios dictados por Secretarías de Salud, la solución empieza en el hogar y nosotros somos los principales protagonistas. Revisemos la lista del mercado, abramos la alacena y rectifiquemos nuestros hábitos antes de sentarnos a la mesa. Tampoco satanicemos a los productos que hoy están en boca de muchos niños, porque su ingesta, en la debida proporción, incluso es necesaria para su formación física. Lo malo está en abusar de ellos y tomarlos como patrón de alimentación diaria. Luego en la edad adulta pagan el precio, y si no me creen, basta con mencionar que México es el principal consumidor de refrescos en el mundo, con un promedio de 160 litros anuales por individuo. ¿Verdad que ya no resulta muy gracioso? Se los dejo de tarea.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Circo, maroma y política

Siempre lo he dicho y lo reitero: no existe mejor terapia contra el estrés que sentarse frente al televisor durante la trasmisión de cualquier noticiario donde aparezca uno o más políticos en escena. A lo anterior súmele un cómodo sillón, un refresco bien frío y un trozo de pizza recalentado, y así nos ahorramos la ida al cine en estos días donde el efectivo anda escaso.

Hoy no fue la excepción y comprobé mi teoría. Diez minutos bastaron para deleitarme con un show que por mucho ha rebasado a los Polivoces y la Carabina de Ambrosio. Resulta que los tricolores y los azules andan jugando al tú las traes con los supuestos papelitos firmados cual si fueran niños de primaria peleando en el recreo. Aunque pensándolo bien, sí son unos niños cualesquiera, pues hasta Pinocho se apareció en uno de sus lugares y varios le aplaudieron y rieron al verlo… esa es la estatura de nuestra clase política, ¿apoco no debemos estar orgullosos de ello?

Pero no le demos vueltas. Tanto circo no es de a gratis. Entre las habladas y pedradas lanzadas por personas de traje y alguna dama ataviada folklóricamente, el objetivo único es ver quién terminará sentado en la silla grande en un par de años. Y como cada cual tiene un pasado, y un presente, bastantes difíciles de explicar y comprender, pues la maña y la descalificación son los mejores argumentos de sus respectivas chisteras (de las propuestas verdaderas y convincentes mejor ni hablemos, esas ya se extinguieron junto con los dinosaurios).

Entonces que por favor alguien me explique, porque seguramente mis fórmulas, que a continuación detallo, son totalmente erróneas:

Azul + amarillo = echarle montón al tricolor para dejarlo quieto.

Naranja + verde + morado + resto de los colores + lo que se deje = muchos dulces robados al tricolor.

Autógrafo tricolor + firma azul (ambas en lo “oscurito”) = no te juntes con esa chusma (amarilla) porque echarme montón sería despedirme de la grande.

Y resulta que hasta al polígrafo y el debate público le entrarían para comprobar que dicen la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad. ¿A quién le creeremos? ¿Al derechueco? ¿Al izquierdozo? ¿A ambos o a ninguno? A mí se me hace que mejor leo mi horóscopo de una revista de espectáculos, pues a estas alturas del partido tiene más credibilidad que las decadentes y caducas palabras de un grupo autodenominado representante de los mexicanos… más hollywoodense no podía ser.

jueves, 11 de febrero de 2010

2010: ¿qué festejamos?

Este año todo es bicentenario: desde el aniversario de “nuestra independencia”, hasta el apodo del torneo pambolero nacional. Bicentenario por aquí, bicentenario por allá, bicentenario en la sopa y bicentenario hasta en el baño.

Y como al gobierno le encanta la pachanga —vive permanentemente en ella—, además de que en México el dinero sobra, ayer se anunció con bombo y platillo el programa oficial de los festejos bajo el bipretexto antes bimencionado. En resumidas cuentas, los actos en el país sumarán más de 2,300… ni el Guadalupe-Reyes ha tenido tanto éxito en su historia.

Pues resulta que tanta fiesta y eventos tendrán un costo del cual no se dirá ni pío hasta el 2022. ¿No que la transparencia y el acceso a la información son la neta en el país? ¿Dónde están los que se escudan en ellos y a la hora buena les da un ataque de tos antes de responder? ¿O acaso serán los organizadores quienes soltarán el billete para saciar sus caprichos patrioteros? A mí me suena más bien a que los ciudadanos contribuyentes tendremos que mocharnos (aún más) para semejantes teatritos.

Sin embargo, y previo a despotricar por las decisiones absurdas de otros, reflexionemos: ¿qué festejamos realmente los mexicanos en 2010?, ¿la supuesta libertad heredada por los héroes nacionales es la que tenemos hoy en día?, ¿podemos realmente vitorear nuestra independencia?, ¿dónde quedaron los ideales y la esencia de las luchas sociales llevadas al cabo hace 100 y 200 años?, ¿un discurso oficial es suficiente para convencernos?

Tan sólo detengámonos 10 minutos a hojear un periódico, ver un noticiero o simplemente observar a nuestro alrededor en el diario andar por la ciudad. ¿Acaso las inundaciones, problemas viales, inseguridad y desempleo no merecen más fondos para combatirlos? Pero lo olvidaba, cualquier paliativo está de moda, y mientras los impuestos suben y el precio de la gasolina se pone en órbita, algunos creen fervientemente que están en deuda con la historia cuando ellos mismos se han encargado de echarla a perder.

Ni modo, una vez más no lograron convencerme, y me refiero en especial a los discursos del “mandamás mexicano”, porque hace un buen rato sus palabras son más falsas que un discurso telenovelero del canal 2. ¿Festejar el bicentenario con la construcción de vialidades y puesta en marcha de programas sociales? Qué pena que así se considere sólo porque una fecha lo dicte. Entonces anotemos nuestras exigencias, con un poco de suerte tal vez nos harán caso dentro de 100 años.

sábado, 6 de febrero de 2010

Nobeladas

Hace algunos meses varios carcajeamos cuando nos contaron el chiste del mandamás gringo que recibiría el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, al ver la seriedad del asunto, hubo dos noticias: la mala, que resultó ser verdad; y la más mala, que el reconocimiento se le otorgó a un personaje cuya postura es a favor de la guerra. “Debió ser un lapsus brutus de quien lo nominó, y sobre todo, de quien lo designó. Seguramente no vuelve a suceder”, me dije… y el iluso de yo siguió su camino.

Pues resulta que en las recientes ternas para recibir el galardón en 2010 apareció el pacífico, ejemplar, comprensible y humanista “internet”. Así como lo lee. Un objeto inanimado es candidato para llevarse la estatuilla cuyo valor, al parecer, se va depreciando día con día. Sin duda Alfred Nobel volvería a morir si supiera en lo que se ha convertido su última voluntad antes de partir del mundo terrenal.

Pero demos el beneficio de la duda a la versión italiana de la revista Wired, la cual propuso al ciber-candidato bajo el argumento de que la telaraña mundial "es una herramienta que permite el diálogo avanzado, el debate y el consenso a través de la comunicación". ¿Apoco no es digno de ganarse el merecido premio? ¿Y qué hay de las miles de páginas con contenido poco o nada apto para la sociedad? Mejor sería olvidar ese detalle, no vaya a ser que empañe la visión de los jueces a la hora buena.

Imaginemos pues que el internet se lleva los honores, entonces surgen varias dudas: ¿quién recogería el Premio? ¿Acaso el mouse pelearía con el teclado y el monitor para subir al escenario a recibir los aplausos? ¿Y si de la emoción hay lágrimas y provocan un corto circuito? ¿La memoria USB se pondría celosa por no haber sido invitada al evento y armaría un complot cibernético? ¿Y si se cae el sistema? ¿Quién trasmitiría la alfombra roja en tiempo real si el mismo internet está ocupado firmando autógrafos ahí mismo?

Empiezo a imaginar el cuadro de honor con sus mejores representantes: Madre Teresa de Calcuta, Rigoberta Menchú, Nelson Mandela, Kofi Annan, Barack Obama y Mr. Internet. ¿Qué sigue? ¿El Nobel de literatura al Libro Vaquero? ¿El de química a la jeringa que aplicó la vacuna contra la influenza en el Metro Balderas? ¿El de economía a mi alcancía en forma de cochinito?

Mejor vayamos preparando nuestras apuestas, porque ni los premios TV y Novelas se ponen tan interesantes. ¿O será que tal vez nos hemos convencido de que nuestros “líderes” ya no sirven ni para los chistes malos y mejor depositaremos nuestra confianza en objetos de uso cotidiano? Quizás éstos últimos tengan más valor y funcionen mejor. Bien valdría la pena el análisis.

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...