martes, 23 de octubre de 2007

Día dos

Llegué aquí por pura inercia, porque una lágrima me dijo que las palabras son un buen refugio y tal vez en algún momento me lo crea. Comienzo así el segundo día acompañado de su ausencia y de la resignación que no se asoma por ningún lado.

La costumbre de verla dormir por la mañana me hizo voltear a buscarla y encontrar sólo un lugar vacío, ahora sagrado. La medianoche me sirvió de poco y se tiñó de nostalgia. Hoy duermo más y sueño menos. El destino y sus jugarretas me han hecho vulnerable, y me lo demostró con este gris amanecer que contemplo.

Afuera llueve, en mis ojos también. Los recuerdos me invaden y no pretendo huir de ellos, son el único consuelo que me queda como argumento para mantenerme en pie. Miro al cielo y no encuentro respuestas, ya no sé si vale la pena buscarlas.

Ayer fue el regreso a casa más difícil que recuerdo, de hecho traté de demorarlo lo más posible, tomé una ruta que me alejara y, cabizbajo con las manos en los bolsillos, al cruzar la puerta…

¿Cómo explicarme entonces la partida de alguien que durante 16 años fue amiga y compañera inseparable? Lo curioso de la muerte es que en un día puede derrumbarte y, en franca batalla con ella, quiero creer que aún tengo argumentos para vencerla antes de que suceda lo contrario.

lunes, 22 de octubre de 2007

En silencio

Termina octubre y con él, una historia. A veces la muerte nos da una bofetada, tal vez para hacernos valorar la vida y recordarnos nuestra condición finita. La resignación no llega fácil, mucho menos la idea de un vacío que no nos llena.

Hoy descubrí con asombro el correr del tiempo; habrá que acostumbrase a ello. ¿Pero por qué el calendario se deshoja presuroso?, ¿cuál es su preocupación por huir y llevarse a algunos de nuestro lado? Esta noche no entiendo al segundero que con cada uno de sus pasos me ahoga una esperanza.

Si las lágrimas que derramo pudieran regalar soplos de vida; si acaso cada metro que he corrido pudiera cambiarlo por instantes de existencia; si las cosas que me rodean equivalieran a momentos en su compañía; si las letras que he escrito se transformaran en minutos con ella... todo, todo lo entregaba.

No existe argumento válido que el alma acepte en estos casos, la lógica no funciona. Ver su mirada en aquel retrato observándome fijamente me hace sentir débil y apenas atino a mirarla a los ojos. Afuera, el frío y la lluvia se han marchado, pero adentro el deshielo permanece. El silencio me rodea y temo ver de frente a mis pensamientos.

Mis pupilas, vacilantes, tiemblan como queriendo soltar otra lágrima que ansía rodar por mi mejilla. Caray, ¿quién inventó la muerte? Tal vez la vida misma, tal vez ambas venían de la mano y en algún momento se separaron por su bien y para mal de otros. Sabemos que es lo único que tenemos asegurado al nacer, lo he repetido cientos de veces y aún así no logro convencerme de ello.

Me pregunto si hoy seré capaz de enfrentar mis miedos. Sí, miedo a algunas circunstancias que me rodean; al cáncer que desvanece a algunos y nos hiere a otros; miedo a estar y no estar; a las palabras y al silencio; miedo de negarme el derecho de llorar y dejar que la insensibilidad me convenza; miedo de querer renunciar a todo y de pretender huir lejos para jamás volver a encontrarme; miedo de las ocurrencias del destino y a perder la fe... miedo a mí mismo.

Aquí y ahora mis palabras se resquebrajan. La sonrisa por hoy fue clausurada. Sé que en algún momento regresará, no sé cuando, pero quizá algún día recordará que existo y entonces me visite. Mientras tanto, por hoy aquí me quedo, jugando a ser mortal y creyendo que en un tiempo y espacio aquellos que se han ido se reencontrarán conmigo cuando el punto final de mi vida también llegue. Dicen que por eso hay que valorar la vida, cada instante que transcurre, cada momento en compañía... dicen. Quisiera ver reflejadas esas ideas en mi forma de pensar pero simplemente no puedo. La vida sigue, cierto, pero hay momentos en que se detiene... hoy es uno de ellos.

martes, 16 de octubre de 2007

¡Acabemos con el asfalto!

Se acerca el día. La expectación crece y las ansias aumentan conforme avanzan los minutos. De mi participación en las carreras, ninguna ha tenido más relevancia que ésta y no porque pretenda ganarla (entre 30 mil participantes seguro habrá quien haga un mejor tiempo que yo), sino por el ambiente creado en torno a ella. Servirá además como pretexto para celebrar mi cumpleaños cuatro días previos al evento.

Soy Ave de Fuego, integrante del club de disfuncionales del deporte... hoy corro 10 kilómetros, mañana me tomo cinco cervezas; hoy me subo a la bicicleta y pedaleo dos horas, mañana no me levanto de la cama. No importa, ahí estaremos miles con el mismo objetivo de llegar a la meta.

Y si de objetivos hablamos, mi reto es parar el cronómetro en 50 minutos. ¿Cómo le haré? Aún no tengo la respuesta pero prometo encontrarla. Todavía traigo en las piernas los últimos 15 kilómetros andados del pasado Tune-Up (y la lengua de corbata), así que confío en mi mejor referencia.

El Bosque de Tlalpan, un parque cercano a mi casa y el circuito de CU son mis mejores argumentos para prepararme debidamente. De ellos, y de que no me dé mucha flojera, dependerá mi resultado, pero más allá de él, confío en la buena fiesta que se armará el 11 del 11.

Sigan y apoyen al 1421, o ya por lo menos digan que invitarán las chelas y con eso me motivo. Espero contar con su presencia, aunque entre tanta gente ni los vea y luego nos reclamemos mutuamente.

Saludo también a los otros dos clubes: No corredores que corren... sepan que el lunes 12 no podrán levantarse de la cama y más les dolerá ir a trabajar en ese estado, pero qué más da, si soportamos la jarra de un sábado por la noche, una cruda deportiva no puede ser peor; a los de Cartel Endorfina... por favor no sean tan arrasadores en su andar y déjenos creer aunque sea por un rato que todos podemos tener un momento de gloria; y a mi club, Aves de Fuego... desearles que la pachanga de ese fin de semana les sea leve y evitar en la medida de lo posible los litros de cerveza (si supieran cuánto me duele decir eso) para llegar al menos en estado decente a la competencia.

Como sea, a todos les deseo una buena y exitosa competencia... ¡Nos vemos en la meta!

lunes, 15 de octubre de 2007

Bigotes de hojalata

Y como el ave fénix, resurgió de sus propias cenizas, o más bien, lo volvieron a levantar. Además se sumó a la lista histórica de los de mano caída (no me refiero a preferencias sexuales): el manco de Lepanto, Álvaro Obregón, y ahora Vicente Fox.

Hoy, hoy, hoy… mejor dicho, antier, antier, antier, en el puerto jarocho alguien tuvo la brillante idea de poner una estatua del ex presidente para rendirle honor a su magnífico mandato en territorio mexicano, con eso que resolvió el problema de Chiapas en 15 minutos, le dijo a un cubano “comes y te vas” para atender a su cuate Bush, generó miles de empleos, se consiguió un humilde rancho para vivir cuando dejó la presidencia (con jeep y Hummer incluidos), y se casó con la “primera dama” vestida a la moda internacional como si fuera celebridad y compraba toallas a precio de remate… pues una estatua es lo menos que merecía Don Chente. Es más, se debería cambiar el nombre a la avenida Reforma por el de Vicente Fox de Sahagún alias el chiquillo tepocata… hasta apantallante suena.

Y luego no quieren que uno critique tales actos. Seguramente en Veracruz sobra el dinero para gastarlo en monumentos metálicos de personajes ilustres, o tal vez al alcalde lo puso de su bolsa, porque los impuestos de la gente seguramente no se tocaron para mandar a hacer al Chente de hojalata. ¿Pues no que los recursos deben aplicarse en asuntos de verdadera necesidad para el pueblo? Además se les ocurrió ponerlo en una plaza de la costera. Ojalá le caiga un tsunami y se lo lleve mar adentro para que los tiburones se coman la estatua y después se indigesten (¿no verdad?, qué culpa tienen los pobres escualos). Mejor sería fundir ese metal y hacer bancas para algún parque o barrotes para ventanas.

Total, que plantaron la efigie a las dos de la mañana para que pocos fueran testigos del acto cívico. Lo malo para los desvelados fue que horas después la tumbaron al más puro estilo de Hussein y hasta la mano le rodó. Pero como los blanquiazules tienen convicciones muy altas, la volvieron a poner en pie, aunque ya medio raspado y con los bigotes despeinados. Si así fueran de aferrados para resolver asuntos sociales otro México tendríamos.

En fin, mientras unos dicen que la estatua es un agradecimiento por las buenas acciones de Fox, otros les responden tirándola y gritándole consignas, ¿quién tendrá la razón? Si la democracia (tan predicada por el ex mandatario) es la voz de la mayoría, entonces mi pregunta ya tiene respuesta. Mejor hubieran puesto una efigie de miss Veracruz, porque mostrar al turismo un pedazo de metal con semejante cara que tiene, caray… Boca del Río posee atractivos naturales bastante agradables como para echarlo a perder de tal manera.

Y para rematar mis líneas, les pido un gran favor a los lectores de este post: en el próximo medio maratón recuérdenme pasar lo más lejos posible del Chente metálico, capaz que no le atornillaron bien los pies al suelo y se me cae encima. Demasiado cuesta prepararse para entrarle a la competencia como para terminar con un chiquillo de dos metros en la espalda. Ahora que si me regala una camionetita como la suya… como y me voy.

martes, 9 de octubre de 2007

¡Ah qué Madrazo!

Algunos toman esteroides anabólicos y ganan, otros consumen sustancias prohibidas y rompen marcas, pero hoy supe de uno que, sin necesidad de meterse cosas raras, impuso un récord olímpico. Su nombre es Roberto Madrazo, conocido político mexicano, que se voló la barda pero de forma tan inocente al punto lamentable de dar risa.

Resulta que a tan afamada celebridad se le ocurrió entrarle al maratón de Berlín y seguramente se acordó de su investidura que le otorga el poder del fraude, pues en el kilómetro 20 curiosamente desapareció su registro de marcha y nuevamente apareció en el kilómetro 35, cronometrando de manera espectacular 21 minutos en dicho tramo de la pista, por lo cual ganó la competencia en su categoría.

En resumidas cuentas: 15 kilómetros en 21 minutos... ¡ni el correcaminos! ¿Pues a quién quería verle la cara este señor? ¿Le habrán dicho que en carreras de este nivel, e incluso en las más básicas de cinco kilómetros, su tenis lleva puesto un chip para marcar los tiempos durante el trayecto? Y dice haber participado en 36 maratones... ajá. Tal vez le dijeron que se trataba de una competencia por la presidencia mexicana e hizo gala de sus mejores mañas para ganar, aunque claro, al final quedó como el hazmerreír del público a nivel mundial.

Ah, pero no se iba a dejar de las malas lenguas que lo difamaron. Entre otras cosas, dijo que nunca hizo trampa porque no pretendía terminar el recorrido y además nunca se declaró ganador... ¿y entonces cómo interpretar el momento cuando cruzó la meta con los brazos en alto? Ya sé, era su equinoccio personal de primavera y, como en Teotihuacán, se estaba cargando de energías. Y nosotros tan mal pensados, ¿verdad? Dijo también que se sintió mal y por eso se detuvo en el kilómetro 21, curiosamente se volvió a sentir bien 15 kilómetros después y, más aún, le volvió la vida para echarse los siete restantes. Luego, al más puro estilo Peje, acusa un compló político en contra de su fundación que se llama ni más ni menos que Maratón, para que se vayan dando cuenta de sus buenos manejos. Seguramente el señor se mordió la lengua más de una vez con tales justificaciones.

¿Pero realmente hizo trampa o los cronómetros se equivocaron? Al respecto, he sacado mis conclusiones. Una de dos: o fue presa de una abducción extraterrestre durante un lapso de tiempo o, lo más factible, tomó un atajo conocido sólo por él. Si ocurrió lo primero, le recomiendo que acuda con Jaime Maussan para dar su testimonio, y si fue lo segundo, qué risa y vergüenza me da su caso.

De su papel político mejor ni hablo, prefiero guardarme esas palabras para gastarlas en mejores cosas, pero eso sí, para quienes hacemos deporte dignamente (o al menos no engañándonos de tal manera), puedo asegurar que a México ya lo puso en ridículo en el ámbito internacional.

Propongo pues que se le castigue como a los positivos del doping, finalmente se trata de un triunfo disfrazado de engaño. Y para que realmente sienta el rigor de esos 42 kilómetros, debería recorrerlos uno a uno pero de rodillas, de paso le ponemos a cuestas una imagen religiosa y paga penitencia por cada “detalle erróneo” cometido por su persona.

Ya, ya, no hay que ser tan alarmistas, si se trata de algo sin importancia, como dijo una compañera política del señor. Total, en su bancada ya están acostumbrados a los fraudes, pues ahora uno deportivo no está mal, digo, para variarle un poco. Además amenazó con participar en la carrera Nike de 10 kilómetros en noviembre, y siguiendo su gran ejemplo, utilizaré su estrategia: me voy corriendo cautelosamente detrás de él y a mitad de la competencia, cuando mande la Robert-señal, hago como que se me desató una agujeta, fingiré entonces que me la amarro y rápidamente me atravieso el camellón para retomar el camino y así llegaré en solitario a la meta para festejar con los brazos en alto mi triunfo tal y como él lo hizo (caray, ni eso le dio pena hacer).

En fin, ¿qué se puede ya esperar de semejantes personajes? Si tenemos a uno boxeador y político, pero resulta que no es ni uno ni otro, o a aquel que tiene afición por los table-dance aunque su “verdadera vocación” valga un comino... un fraudecito deportivo qué más da. Así se las gastan algunos para hacernos reír. A ver si algún día se me ocurre ir a correr después de una buena jarra, y con la cruda a cuestas aplico la táctica de Don Robert, para ahorrarme unos cuantos kilómetros... de un Madrazo.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Una pareja ¿dispareja?

Algo tienen las mujeres maduras que llaman la atención de algunos. A veces unos añitos de más proporcionan un condimento especial que otras relaciones no poseen. Basta con recordar aquella frase tomada de la célebre canción escrita por puño y letra de Ricardo Arjona para una fémina de cuatro décadas: “¿Qué es lo que tengo que hacer señora para ver si se enamora de este diez años menor?”. Sí, en ocasiones no bastan palabras para expresar la compañía (y tal vez algo más) que da una mujer mayor.

Recuerdo que a mis 18 años me enamoré de alguien con tres más que yo, y quizás por ese detalle la relación tuvo algo de emotivo, un poco de buenos momentos y mucho de confianza hasta entonces jamás vivido con alguien del sexo opuesto. Pero entonces llegó el destino y clausuró eso que parecía tener todo menos futuro por algunas circunstancias que ya no viene al caso mencionar.

En ocasiones reflexionaba y me decía: “¿con una mujer mayor? Apenas llegaste a los 18 y tú ya quieres con una que rebasó las dos décadas”. Se trataba de un leve trauma digno del diván de Freud que en aquel entonces no me importaba superar mientras estuviera con ella y la pasara bien. Nueve años después el tema se quedó guardado en algún lugar del olvido y casi puedo asegurar que, en ocasiones, la edad no es sinónimo de madurez. Entonces, tres años mayor o tres años menor... deberíamos analizar primero el grado de edad mental de la persona en cuestión.

Pero si de mujeres mayores se trata, mi caso es tan simplón como un chiste de Pepito contado 50 veces, si no, pregúntenle a doña Adelfa y a su juvenil novio Reinaldo, quienes recientemente se dieron el “sí” en un registro civil argentino. El detalle está justamente en la diferencia de edades: ella tiene 82 y él 24. La historia de ambos dice que ella permanece a su lado desde que murió la madre del joven y después de un tiempo la relación terminó en amor. Seis años de noviazgo les duró el asunto y de ahí a firmar el papel para matrimoniarse... tan-tan, final feliz.

Algo así como casarme con mi abuelita o acudir a un asilo para ver a quién me ligo. Ahora imaginemos la luna de miel, se me hace que la balanza hormonal está un poco dispareja. Pero si así son felices pues qué más da. Si vemos fríamente el asunto, la señora a estas alturas ya encontró (y amarró mediante un documento) a alguien para cuidarle sus pasos, y el chamaco de igual manera firmó una herencia que no le caerá nada mal. Pero no seamos pesimistas ni prejuiciosos, el amor no tiene edad, ¿o hay alguna duda?

Y doña Adelfa no quiere casarse por la iglesia porque le parece ridículo... conste que ella lo mencionó y luego critica a los prejuiciosos. Yo digo que nunca haría eso, en primera porque las de 80 no son de mi estilo, y en segunda porque ir al cine o a un antro con mi octogenaria esposa no me cabe en la cabeza. Y algunas de 30 se quejan porque según ellas, se quedarán a vestir santos. Por favor, a los 80 todavía se tiene atractivo, y si dicen que se les pasó el tren... algunas todavía alcanzan el cabús.

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...