miércoles, 3 de octubre de 2007

Una pareja ¿dispareja?

Algo tienen las mujeres maduras que llaman la atención de algunos. A veces unos añitos de más proporcionan un condimento especial que otras relaciones no poseen. Basta con recordar aquella frase tomada de la célebre canción escrita por puño y letra de Ricardo Arjona para una fémina de cuatro décadas: “¿Qué es lo que tengo que hacer señora para ver si se enamora de este diez años menor?”. Sí, en ocasiones no bastan palabras para expresar la compañía (y tal vez algo más) que da una mujer mayor.

Recuerdo que a mis 18 años me enamoré de alguien con tres más que yo, y quizás por ese detalle la relación tuvo algo de emotivo, un poco de buenos momentos y mucho de confianza hasta entonces jamás vivido con alguien del sexo opuesto. Pero entonces llegó el destino y clausuró eso que parecía tener todo menos futuro por algunas circunstancias que ya no viene al caso mencionar.

En ocasiones reflexionaba y me decía: “¿con una mujer mayor? Apenas llegaste a los 18 y tú ya quieres con una que rebasó las dos décadas”. Se trataba de un leve trauma digno del diván de Freud que en aquel entonces no me importaba superar mientras estuviera con ella y la pasara bien. Nueve años después el tema se quedó guardado en algún lugar del olvido y casi puedo asegurar que, en ocasiones, la edad no es sinónimo de madurez. Entonces, tres años mayor o tres años menor... deberíamos analizar primero el grado de edad mental de la persona en cuestión.

Pero si de mujeres mayores se trata, mi caso es tan simplón como un chiste de Pepito contado 50 veces, si no, pregúntenle a doña Adelfa y a su juvenil novio Reinaldo, quienes recientemente se dieron el “sí” en un registro civil argentino. El detalle está justamente en la diferencia de edades: ella tiene 82 y él 24. La historia de ambos dice que ella permanece a su lado desde que murió la madre del joven y después de un tiempo la relación terminó en amor. Seis años de noviazgo les duró el asunto y de ahí a firmar el papel para matrimoniarse... tan-tan, final feliz.

Algo así como casarme con mi abuelita o acudir a un asilo para ver a quién me ligo. Ahora imaginemos la luna de miel, se me hace que la balanza hormonal está un poco dispareja. Pero si así son felices pues qué más da. Si vemos fríamente el asunto, la señora a estas alturas ya encontró (y amarró mediante un documento) a alguien para cuidarle sus pasos, y el chamaco de igual manera firmó una herencia que no le caerá nada mal. Pero no seamos pesimistas ni prejuiciosos, el amor no tiene edad, ¿o hay alguna duda?

Y doña Adelfa no quiere casarse por la iglesia porque le parece ridículo... conste que ella lo mencionó y luego critica a los prejuiciosos. Yo digo que nunca haría eso, en primera porque las de 80 no son de mi estilo, y en segunda porque ir al cine o a un antro con mi octogenaria esposa no me cabe en la cabeza. Y algunas de 30 se quejan porque según ellas, se quedarán a vestir santos. Por favor, a los 80 todavía se tiene atractivo, y si dicen que se les pasó el tren... algunas todavía alcanzan el cabús.

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