domingo, 14 de febrero de 2021

San Valentín para dummies

 

Había una vez un señor llamado Claudio II que era emperador romano allá por el año 270 en la era calendárica de Yisuscraist. En sus tiempos se armaban los cocolazos porque la hacía de tos y organizaba guerras, entonces reclutaba a jóvenes para que le hicieran el paro y así ganarle a cuanto compa le cantaba el tiro.
 
Pero estos chavos, antes de aventarse al ruedo con espada en mano como en la película “Gladiador”, querían prometerle amor eterno a sus parejas porque quién sabe si regresarían vivos de las chingas que les acomodaban, entonces matrimoniarse era primordial para ellos y andaban con esa onda en la cabeza.
 
—¿Qué haré para que mis tropas se concentren en las batallas y arrasen con el enemigo? —se preguntaba en buen Claudio. ¿Les contrato un curso de coaching? ¿Les pongo videos motivacionales? ¿Les aviento un discurso épico de esos donde todos acabamos llorando de la emoción? —se cuestionaba una y otra vez.
 
Y después de tanto darle vueltas al asunto, de no poder dormir noches enteras y andar cargando ojeras de mapache, decidió algo que quedaría marcado en la historia:
 
—Ya sé, antes de ir a la guerra les prohibiré casarse a los chavos, porque si lo hacen, se la pasarán pensando en sus crushes, escribiendo cartas, enviando corazones y eso me resta power; los necesito acá chidos, bien concentrados.
 
Pues dicho y hecho, que les cumple su amenaza. Ah, pero ya sabemos que siempre hay alguien que la hace de pedo porque nada le parece y qué creen, justo aquí aparece en la escena el buen Valentín.
“Vale” pa los cuates, era un sacerdote al que no le pareció el decreto de Claudio y también armó su plan: él dijo que casaría parejas en secreto y que viva el amorts. Entonces el registro civil se quedó corto, no se daba abasto con los novios y ahí andaba trabajando horas extra para declarar marido y mujer a quienes solicitaran su servicio religioso.
 
Todo iba excelente, pero también sabemos que no falta el chismoso que desmadra todo y este vato fue a dar el pitazo. Ni sabemos cómo se llama, pero digámosle el “Pato Chapoy Romano”. Acto seguido, giraron una orden de aprehensión al buen Vale, sin opción a fianza ni libertad condicional, lo llevaron al tambo y lo condenaron a muerte. Triste la suerte de nuestro buen amigo.
 
Pues ya encerrado el sacerdote, y mientras esperaba su hora final, Asterio, el carcelero, le presentó a su hija Julia (quien era invidente de nacimiento) para que el letrado Valentín le enseñara. No obstante, el encargado de vigilarlo se burló de él y le dijo que si en verdad era muy ducho, le devolviera la vista a la niña. Y, raza, no me lo van a creer, pero asombrosamente el milagro se hizo, aunque nuestro buen héroe no se salvó de morir justamente un 14 de febrero. Y antes de que el destino lo alcanzara, así bien telenovelero pero real, le escribió una carta a su alumna, la cual firmó: “de tu Valentín”.
 
¿No les da coraje? Me refiero a que anden ahí vendiendo dulces y flores bien caros estos días en nombre del buen Vale y ni siquiera sepan su historia. Pero así es esto, amigos. Que su legado quede en la memoria histórica por los siglos de los siglos. ¿Gustan otro café? Para seguir en el debraye literario.

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...