Se cierran ciclos tal vez para abrir nuevas puertas. Lo curioso de la
vida es ver cómo lo construido a través del tiempo se derrumba en
cuestión de instantes, de palabras; haces lo que crees correcto y
termina como pretexto para encubrir falsos reproches. Y hay que
aguantar.
Llega ese momento en el que dejas de luchar y abandonas
la causa porque en ese vaivén no sabes ni dónde quedaste tú. Las
despedidas físicas duelen, pero duele más renunciar a las historias.
La distancia no es ausencia, es renuncia. Y estoy pleno de adjetivos como nunca antes; ahora sé que algunas palabras son más cabronas que las acciones. El alfabeto como arma, nunca se me había ocurrido.
La distancia no es ausencia, es renuncia. Y estoy pleno de adjetivos como nunca antes; ahora sé que algunas palabras son más cabronas que las acciones. El alfabeto como arma, nunca se me había ocurrido.
Lo compartido, el ideal y el infinito pleno quedan en pausa; las
certezas se desvanecen, te tragas el silencio y te escandaliza el
segundero a media noche. Pero hay que agarrarse de lo que sea para
recobrar al que solía ser, al que tal vez sin querer se fue perdiendo en
el camino por buscar lo que creía justo.
Nunca lo ves venir, ni
un poco lo consideras, pero llega ese instante en el que borras dos
puntos suspensivos para convertirlo en uno final. La experiencia no es
lo que te pasa, sino lo que haces con lo que te pasa: hoy me toca
saberlo.