jueves, 4 de diciembre de 2008

Anoche

Anoche le regalé a mi voz tu nombre mientras algunas canciones asaltaban mis sentidos. Las manecillas del reloj apuntaban hacia lo más alto de su límite vertical, y tú, distante, seguramente dormías rodeada del silencio sin saber que alguien más lo aprovechaba de distinta forma.

El frío que me cobijaba no bastó para derrotarme porque el trazo exacto de tu silueta en mi mente pudo más. Sobrado en sentimiento y falto de ti, me reconforté en los brazos de tu recuerdo para saberte cerca. Entonces me atreví a cambiarle el sentido verbal a Neruda: “Cómo no amar tus grandes ojos fijos”, pensé.

Y es que contigo vivir y revivir se vuelve muy sencillo, pero sin ti no lo es del todo. Cada día, después de cada noche, así funciona la fórmula que quizás no tenga sentido pero es una probada solución. Quiero pensar que así será por mucho tiempo más para no pedirle a la incertidumbre que te eche de menos.

Confieso que al pensar en ti quise escribirlo todo, pero los poemas se quedaron cortos, las palabras estaban sobradas, los párrafos se minimizaban uno a uno, y yo, el principal detractor de las cursilerías amorosas, por hoy decidí otorgarles el beneficio de la duda. Ahora sólo puedo culpar al perfecto azar de la vida por haberte puesto frente a mí. Algunos le llamarían destino, otros le apodarían suerte… yo simplemente lo bautizaría con tu nombre.

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