El pasado 11 de diciembre puse en este espacio un post basado en el editorial de El Universal donde se hacía mención de los exorbitantes sueldos de los diputados mexicanos. Ese día prometí escribir sobre asuntos más amenos porque es época navideña, cuando todo mundo sonríe (o al menos lo intenta), excepto los pavos que caen en extrema depresión. Ya hasta pensaba escribir mi carta a los Reyes Magos y tapizar mi casa de adornos… pero no. Otra de políticos acabó con mis buenas intenciones literarias. Ni modo, en este país esos temas terminan por provocar diarrea o carcajadas para luego mentar madres al por mayor.
Las líneas universales de hoy dicen: “Los 32 gobernadores de este país recibirán más de 8 millones 500 mil pesos por aguinaldo y sueldo, el equivalente al ingreso de unas 3 mil 700 personas que ganan el salario mínimo. Los diputados de Coahuila se llevarán a su casa, cada uno, 500 mil pesos, más que el gobernador de su estado y los legisladores federales”. ¿Le sigo? ¿Verdad que no es nada gracioso ver a tipos llenándose los bolsillos de esa manera mientras otros miles se truenan los dedos sin saber si su familia comerá mañana?
Explíquenme entonces cómo se supone que funciona la política mexicana. Según sé, cada determinado tiempo unos señores de saco y corbata fingen sonrisas frente a millones de personas para ganarse su simpatía, les hacen promesas tan falsas como un billete de 3 pesos y muchos caen (obligados por la necesidad), después gastan millones en publicidad contaminante cuyo destino es un lugar que debería ser su origen: la basura, y finalmente entra en acción el teatro electoral con la moral que nos dicta acudir a las urnas para elegir a nuestros gobernantes… el resultado: las mismas patrañas enfundadas en distintos nombres y colores partidistas.
En mi diccionario de los peores adjetivos no encontré uno para calificar a estos raterazos y los rebautizara a partir de hoy. Lo peor del caso es que los únicos capaces de mover la ley para hacer menos escandaloso el asunto son ellos mismos. ¿Qué curioso verdad? Deberíamos confiar en su honestidad y ética profesional para lograrlo (¿me escuché muy iluso e inocente?).
¡Pero viva nuestra democracia! Para eso hay que votar y sentirnos orgullosos de nuestros representantes. No cualquiera roba tan “constitucionalmente” como ellos, además en la tele salen muy elegantes y con discursos tan sublimes que cuando los veo hasta me dan ganas de llorar. Perdón, ya debrayé un poco, seguramente la comida me hizo daño.
En fin, sigamos admirando y solapando a estos seres de nuestra entrañable y muy querida política mexicana. Yo creía que las ratas de dos patas existían sólo en las canciones de Paquita la del Barrio, pero semejante rola seguramente está basada en historias verdaderas. Neta, qué duro es crecer. Con el tiempo dejas de creer en muchas cosas: Santa Clos, la selección de futbol, la televisión, Superman, los horóscopos del TV y Novelas, y hasta en los políticos. Habrá que inventarse nuevos héroes o por lo menos alguien en quién confiar.
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