Las minifaldas dieron nuevamente de qué hablar. Pero no fue en un desfile de modas al más puro estilo europeo y presumidas por mujeres talla cero dictadoras de la moda, ni tampoco en un antro cuyos pasillos fueron improvisados como pasarela. Resulta que nuevamente la Iglesia católica, a través de algunos de sus representantes terrestres enfundados en sotana, acusó a la mujer de ser la principal responsable por los ataques sexuales recibidos gracias a su “provocadora” forma de vestir.
¿Ya ven? ¿Quién las manda a vestirse así? ¿Acaso no ven que el pudor y el recato es lo de hoy? Nada les cuesta ponerse faldas que lleguen a los tobillos y blusas de mangas extra largas con cuello de tortuga. Sólo así los hombres no voltearán a verlas y mucho menos pensarán en acosarlas.
¿No habrá otros asuntos más importantes por resolver en terrenos religiosos? Para no ir más lejos, tenemos el caso de pederastas que seguramente fueron “provocados” por la playera de Mickey Mouse, el pantalón marca Baby Crazy y los tenis Bubbleggumers de los niños para cometer sus patéticas travesuras. Seguramente los infantes fueron los culpables por tener semejantes prendas, y más aún, acusemos a sus padres por comprárselas.
Pero no hay que ser tan alarmistas. El Episcopado Mexicano reconoció en 2007 únicamente 50 casos de este tipo. Para los miles de religiosos del país, la cifra sólo pone en evidencia una que otra “aventurilla envuelta en líos de sotanas”. Digo, cualquiera tiene un desliz. Pero si volteamos a las cifras proporcionadas por la organización civil Departamento de Investigaciones de Abusos Religiosos de México, vemos que alrededor del 30% de los 19 mil curas mexicanos han caído en la tentación (para entendernos en términos religiosos), es decir, un poco más de 5 mil casos… entonces sí hay que ser alarmistas.
Al respecto, dos casos para el anecdotario: en San Luis Potosí, y luego de cuatro meses de haber hecho sus votos sacerdotales, un padre fue acusado de violar a una niña de 14 años (vaya forma de estrenar su nuevo puesto), y cuando los cargos estaban en su contra “salió de vacaciones” una semana… ¿no que el que nada debe nada teme?; y el segundo, ubicado en Veracruz, trata de la Madre Martha, quien presuntamente llevaba niños al sacerdote para hacer de las suyas, pero además lo extraordinario es que la identificada bajo el nombre de María Guadalupe Zaragoza era una maestra fallecida hace nueve años.
Ya me espanté. Ahora resulta que los votos sacerdotales no se estrenan con una misa y rezando, sino con actos más privados y lujuriosos, y peor aún, no sabía que los muertos regresaban del más allá para conseguir niños a los padrecitos y así mostrarles el camino del mal. Más bien creo que lo primero, por la bajeza del acto en sí, no tiene nombre, pero lo segundo se llama delito de robo de identidad... ¿qué es más reprobable?
Y unos acusando a las minifaldas de traición sexual. Habría que ver si un violador se guía exclusivamente por un trozo de tela arremangado o le da lo mismo unos jeans o unos pants, un suéter o un abrigo. ¿Acaso vestir de manera “recatada” asegurará a una mujer no ser víctima de un acoso de esta magnitud? ¿Por qué adjetivarlas de villanas cuando han sido las víctimas durante años?
Veo entonces que los 10 mandamientos ya se quedaron tan cortos como la prenda de vestir que hoy está sentada en el banquillo de los acusados (con todo y su portadora). Si Eva puso el ejemplo, ¿ahora resulta que siempre no? Por eso he de decir: para mí, las minifaldas no son objeto de discusión, sino más bien de admiración.
¿Ya ven? ¿Quién las manda a vestirse así? ¿Acaso no ven que el pudor y el recato es lo de hoy? Nada les cuesta ponerse faldas que lleguen a los tobillos y blusas de mangas extra largas con cuello de tortuga. Sólo así los hombres no voltearán a verlas y mucho menos pensarán en acosarlas.
¿No habrá otros asuntos más importantes por resolver en terrenos religiosos? Para no ir más lejos, tenemos el caso de pederastas que seguramente fueron “provocados” por la playera de Mickey Mouse, el pantalón marca Baby Crazy y los tenis Bubbleggumers de los niños para cometer sus patéticas travesuras. Seguramente los infantes fueron los culpables por tener semejantes prendas, y más aún, acusemos a sus padres por comprárselas.
Pero no hay que ser tan alarmistas. El Episcopado Mexicano reconoció en 2007 únicamente 50 casos de este tipo. Para los miles de religiosos del país, la cifra sólo pone en evidencia una que otra “aventurilla envuelta en líos de sotanas”. Digo, cualquiera tiene un desliz. Pero si volteamos a las cifras proporcionadas por la organización civil Departamento de Investigaciones de Abusos Religiosos de México, vemos que alrededor del 30% de los 19 mil curas mexicanos han caído en la tentación (para entendernos en términos religiosos), es decir, un poco más de 5 mil casos… entonces sí hay que ser alarmistas.
Al respecto, dos casos para el anecdotario: en San Luis Potosí, y luego de cuatro meses de haber hecho sus votos sacerdotales, un padre fue acusado de violar a una niña de 14 años (vaya forma de estrenar su nuevo puesto), y cuando los cargos estaban en su contra “salió de vacaciones” una semana… ¿no que el que nada debe nada teme?; y el segundo, ubicado en Veracruz, trata de la Madre Martha, quien presuntamente llevaba niños al sacerdote para hacer de las suyas, pero además lo extraordinario es que la identificada bajo el nombre de María Guadalupe Zaragoza era una maestra fallecida hace nueve años.
Ya me espanté. Ahora resulta que los votos sacerdotales no se estrenan con una misa y rezando, sino con actos más privados y lujuriosos, y peor aún, no sabía que los muertos regresaban del más allá para conseguir niños a los padrecitos y así mostrarles el camino del mal. Más bien creo que lo primero, por la bajeza del acto en sí, no tiene nombre, pero lo segundo se llama delito de robo de identidad... ¿qué es más reprobable?
Y unos acusando a las minifaldas de traición sexual. Habría que ver si un violador se guía exclusivamente por un trozo de tela arremangado o le da lo mismo unos jeans o unos pants, un suéter o un abrigo. ¿Acaso vestir de manera “recatada” asegurará a una mujer no ser víctima de un acoso de esta magnitud? ¿Por qué adjetivarlas de villanas cuando han sido las víctimas durante años?
Veo entonces que los 10 mandamientos ya se quedaron tan cortos como la prenda de vestir que hoy está sentada en el banquillo de los acusados (con todo y su portadora). Si Eva puso el ejemplo, ¿ahora resulta que siempre no? Por eso he de decir: para mí, las minifaldas no son objeto de discusión, sino más bien de admiración.
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