jueves, 17 de marzo de 2011

Lamborghini a la basura

Muchos sueñan con pasear en un lujoso auto deportivo, con el acelerador a fondo y la adrenalina de la velocidad a cuestas. ¿Qué tal correr a 250 km/h mientras escuchamos el rugido del motor a tope? Nada mal para algunos, aunque otros no comparten la misma idea, incluso teniendo el auto estacionado en su cochera.

En China, el dueño de un Laborghini Gallardo decidió sacarlo a las calles, pero no para presumirlo, sino para destruirlo. Y no es que el tipo se haya vuelto loco o estuviera bajo el efecto de hierbas exóticas, más bien lo hizo como protesta porque la concesionaria donde lo adquirió no le dio el servicio de mantenimiento que merecía el modelito, pues en noviembre pasado los mecánicos no pudieron repararle una falla e incluso le dañaron la defensa y el chasis; en vano fue hablar con los representantes de la marca, quienes hicieron mutis, y la mejor forma de resolver su bronca fue dándole en toda la torre al vehículo.

Para realizar el acto contrató a un grupo de obreros armados con picos y martillos y así, en cuestión de minutos, sus 562 caballos de fuerza quedaron reducidos a chatarra lista para venderse por kilo. Vaya forma de celebrar el Día Mundial de la Protección al Consumidor. Mejor lo hubiera exportado a México y vendido por partes o, mejor aún, hubiera hecho feliz a los amigos de lo ajeno con el simple hecho de dejarlo abierto, cerrar los ojos y contra hasta 10 para confirmar la eficacia de nuestro invaluable y exclusivo sistema de desaparición automotriz.

Y nosotros nos quejamos por las filas en la verificación, los trámites engorrosos y los continuos gasolinazos. Si aplicáramos la táctica de nuestro amigo chino, en México seguramente ya tendríamos el Apocalipsis vehicular a la vuelta de la esquina. Habría que inventar un seguro que cubra daños ocasionados voluntariamente por picos y martillos y luego ahorrar para comprar otro coche. ¡Qué drama automotriz!

¿Y si mejor viajamos en bicicleta?

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...