lunes, 9 de enero de 2012

Una estela de vergüenza

Pues finalmente se inauguró la Estela de luz, ese montón de placas apiladas cual si fuera un Jenga de 104 metros de altura que tiene detrás de sí más defectos que virtudes. Y razones de sobra tenemos para dedicarle el Premio Nobel a la obra arquitectónica más absurda de la Ciudad de México, pues basta con mencionar los mil millones de pesos tirados a la basura en su honor, el retraso de 15 meses para su entrega y las sanciones por corrupción que valieron el despido de algunos funcionarios involucrados en su construcción.

¿Y cuál es el chiste de la famosa Estela? “Tener un monumento en el que todos los mexicanos podemos identificarnos; una obra que significa la grandeza de nuestra nación, la esperanza de paz y de unidad nacional, y la luz que debe irradiar siempre sobre la patria”, según la sublime verborrea del presidente nacional. Creo que desde que el mandamás gringo se echó un discurso antes de salvar al planeta en la película El día de la independencia no había experimentado un sentimiento tan patriotero como ese. Voy por mis pañuelos desechables porque empiezo a moquear.

Imagino el gran debate en torno a qué obra justificaría la conmemoración de la independencia mexicana: “Señores, estamos aquí reunidos para discutir la obra magna que será el ícono bicentenario de nuestra nación, la figura que significará la memoria histórica de las futuras generaciones y… ¡Estelaaa, cambia los fusibles que se fue la luz y tráenos otras chelas! Fin de la historia.

Y por más que le busco el lado amable al asunto, mucho me temo que jamás lo encontraré. Se supone que la torre esa con cara de Suavicrema era el pretexto para conmemorar el bicentenario de la independencia nacional, pero los cálculos fallaron y se volvió el peor dolor de cabeza para muchos. Hasta Miguel Hidalgo se hubiera muerto nuevamente si supiera que semejante bodrio está dedicado a su memoria; mejor hubiera sido llevarle flores a su tumba y agradecerle su atrevimiento de tomar las armas.

Ya ni mencionar que quienes pasamos diario por la zona debimos experimentar la adrenalina de cruzar un improvisado puente metálico que se tambaleaba a 8 grados Richter y por eso algunos optaban por atravesar entre los autos: lo mismo daba ser atropellado que caer de las alturas. ¿O qué tal cuando caminamos a oscuras sobre la banqueta de Reforma porque las lámparas están fundidas, paradójicamente, frente a la susodicha Estela y a una cuadra de la CFE?

¿Acaso la miopía extrema invade a las autoridades? ¿El presidente y sus allegados no sabrán que existen zonas donde el agua, la educación y los servicios de salud llegan a cuentagotas a la población? ¿Entonces por qué derrochar dinero en caprichos que sólo simbolizan vergüenza y falta de respeto para los más necesitados? Mil millones de pesos bien pueden aprovecharse en otros rubros, pero no, las ideas brillantes a veces son incompatibles con las mentes políticas.

Al rato veremos un arco monumental sobre Periférico dedicado al campeón del futbol mexicano de cuarta división o un obelisco en Insurgentes en memoria del soldado caído en la batalla del Monte de las Cruces que combatió con una resortera.. con eso que sobran pretextos para gastar dinero, pues a sacar la billetera en nombre del absurdo nacional.

Nada más falta ver el recibo de luz que pagará “Estelita”. Y si de algo vale nuestra inconformidad, por lo menos pidamos que le pongan focos ahorradores, porque seguramente nuestros impuestos mantendrán encendido el tremendo monolito hasta que otra brillante idea cobre forma.

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...