sábado, 20 de septiembre de 2014

Sobreviviente de la oscuridad



No sé cómo llegué hasta aquí, sólo recuerdo que escapaba de algo o alguien a mitad de la noche. El guardia de la entrada dijo que ella me esperaba, pero recorrí las habitaciones y todas estaban vacías. De repente apareció frente a mí, con su belleza intacta y su mirada penetrante; se acercó y, sin decir palabra alguna, me tomó del brazo con una fuerza extraordinaria mientras una sonrisa siniestra se manifestaba en su rostro. Por un instante el miedo me paralizó, pero después reaccioné y traté de huir como pude.

Alrededor mío escuchaba voces de agonía que pedían auxilio, todas ellas de mujeres, pero no me detuve con tal de escapar de aquel sitio. Subí y bajé escaleras, crucé largos pasillos solitarios alumbrados escasamente por luz de luna que atravesaba las pocas ventanas que había y luego, con mi cuerpo invadido por el terror, sentí que me abrazaron fuertemente y me cubrían la boca. No supe más de mí.

Ahora despierto en esta habitación fría y solitaria con muchas dudas en mi mente. ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué sentí tanto miedo ante ella? ¿De dónde provenían los lamentos que escuché? ¿Cuál es la razón de que haya terminado aquí?

Sólo la tenue luz de una vela me permite ver escasamente este lugar: una mesa tirada al centro, seguramente por el sobresalto que tuve cuando desperté, una silla, una ventana sellada con barrotes que da la sensación de estar en un calabozo, y la puerta perfectamente cerrada con llave. Silencio absoluto. Siento una tensa calma, como si estuviera a salvo de algo, pero al mismo tiempo con un peligro latente cercano a mí. 

Ignoro cuánto tiempo ha pasado desde lo último que me sucedió y recuerdo vagamente. Camino despacio por la habitación cuidando que no desaparezca la llama que representa mi única luz en medio de tanta confusión, y de repente siento que mis pasos están sobre algo pequeño y delgado: al agacharme descubro una llave que podría significar mi salida de este sitio. Me dirijo hacia la puerta y trato apresuradamente de abrirla, pero no funciona.

Busco algún objeto que sea para esta llave. De rodillas sobre el suelo, mis manos avanzan en busca no sé de qué. Ahora siento algo junto a la mesa. Acerco la luz y descubro una pequeña caja de madera. Me incorporo y veo que la llave encaja en el candado que la mantiene cerrada; en su interior únicamente hay dos objetos: un crucifijo y una nota escrita: “Aquí estarás a salvo. Fuiste la única persona que logró escapar de ella y debemos resguardarte. Más de 600 víctimas y tú sigues con vida”.

No sé qué pensar, estoy muy impaciente y cada vez entiendo menos. Detrás de mí, alguien abre la puerta y ante la sorpresa agito la vela que termina por apagarse; entonces me aferro al crucifijo como si de ello dependiera mi vida. Un fulgor deslumbrante proveniente del exterior ilumina la habitación y aparece un hombre barbado, con gabardina y sombrero. Con semblante serio y voz gruesa, trata de tranquilizarme y empieza a darme explicaciones. “Ya puedes contarlo”, me dice... ahora entiendo todo. 


La Condesa Sangrienta, como le llamaron en el pueblo, perteneció a una familia noble de Transilvania que se obsesionó con la idea de la eterna juventud y por ello ofrecía trabajo a mujeres jóvenes a cambio de un atractivo pago para después sacrificarlas y bañarse con su sangre, pues así creía lograr su objetivo.

Dedicada a la magia negra y al ocultismo, sus métodos sugerían una crueldad inimaginable. Durante una década cobró la vida de sus víctimas en el castillo donde habitaba hasta que una de ellas logró escapar y las autoridades atendieron el caso. Y aunque no fue condenada a muerte por la condición de noble que poseía, fue encerrada en una torre del castillo donde se le dejó únicamente un espacio para darle comida.

Erzsebeth Bathory fue encontrada sin vida el 14 de agosto de 1614.

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...