miércoles, 2 de diciembre de 2015

Sin retorno


El invierno había llegado y en el gélido ambiente de los recuerdos en aquel sitio abrigó sus manos con guantes negros, resguardó un suspiro en la bufanda que abrazaba su cuello  y cerró los ojos un instante.
¿Por qué regresaste? escuchó aquella voz familiar frente a él.
—Para encontrar respuestas.
—Sabes bien que aquí sólo hay ruinas, las respuestas están en ti.
—No es verdad, porque desde aquella noche…
—Aquella noche te pedí que no volvieras.
Abrió los ojos con premura al saber que era ella, la vio fijamente como nunca antes y reconoció en su rostro a alguien distinto: su mirada era ambigua, su sonrisa estaba extraviada y sus gestos casi nulos; su atuendo, blanco en extremo, hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo mientras sus pupilas se doblegaban ante lo que sabía sería inevitable.
—¿Somos fantasmas acaso? —preguntó con temor en sus palabras.
—Uno de nosotros sí —respondió ella tras breves segundos de silencio.
—¿Y cómo saber quién?
—Observa a tu alrededor.
Comenzó a ver cada detalle del lugar y descubrió que las paredes estaban construidas de fotografías con detalles pasados compartidos: el abrazo infinito, los días de campo, los viajes, la simplicidad de la alegría juntos; todas inundadas de color, excepto una que estaba en blanco y puesta en un rincón.
—¿Por qué esa…? —quiso preguntar asombrado mientras la señalaba.
—Somos nosotros también —interrumpió su cuestionamiento.
—¿Una foto en blanco?
—Te equivocas. Observa bien, ahí está nuestro futuro.
­—Pero ahí no hay nada, no entiendo.
En ese instante ella se puso de pie y le extendió su mano para tomarlo.
—Dime qué fecha es hoy.
—Es 30 de noviembre.
—¿Te das cuenta? Hoy es 26 de diciembre.
—No es verdad, quieres engañarme.
—Los fantasmas viven en el pasado pero no pueden ver el futuro. ¿Ahora entiendes quiénes somos? No debiste regresar a este lugar; lo único que nos queda son los ecos de una historia y esa es la única respuesta que buscas. Tú no eres el de la fotografía que ves en blanco, ahora lo sabes aunque sea demasiado tarde.
Se escuchó el tañido de campanas y en un instante se vio rodeado de personas extrañas que hablaban y reían. Confuso, únicamente pudo escapar a través de un largo pasillo donde nadie notó su presencia. Nunca más volvió a saber de ella y tiempo después una fotografía se encontró en un rincón de aquel lugar sagrado: dos personas, vestimentas blanco y negro, con sus miradas compartiendo el mismo rumbo.
 De él nadie supo más, sólo el olvido se encargó de poner punto final a esta historia.

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