Generalmente
soy malo para ejercer el ritual de los propósitos, pues nunca cubro la cuota de
12 y además termino por comer medio kilo de uvas, lo cual sumado da como
resultado una práctica fallida.
Lo que sí
sucede con certeza es el ataque reflexivo a manera de recuento anual que
solemos realizar para poner en la balanza lo bueno y lo no tanto, todo para
saber si vamos por el rumbo adecuado o debemos ajustar la brújula.
Es así
como rescato los momentos con la familia y amigos, en la cercanía o a pesar de
la distancia; la euforia fugaz de algunos instantes y los laberintos que
solemos odiar pero que al final hacen que nos encontremos con nosotros mismos.
Escasearon
los kilómetros y las letras (lo cual me preocupa pero no me aterroriza), conocí
a personas cuyo posterior desconocimiento vino a confirmar la teoría de que
nada perdura eternamente, y compartí tiempo y espacio con otros más que hacen
ver que una familia no necesariamente es sanguínea.
En unas
horas este capítulo terminará y lo que deseo, no sólo para el próximo año, sino
a partir del próximo año, es mayor asertividad, menos apegos, el disfrute de lo
sencillo, compartir con los allegados, distancias, lugares, música, letras y
paisajes; en resumen, todo aquello que la vida regala y a veces ni cuenta nos
damos.
Va
también un agradecimiento para quienes de una u otra forma estuvieron o dejaron
de estar, pues todo suma, poco resta y al final el conteo no se detiene. Aquí
seguimos, en el chacoteo y en lo diplomático, en el ruido y en el silencio, en
la risa y en lo serio.
Pásenla a
todo dar, disfruten, abracen. Que el año venidero sea para bien y aporte en lo
personal. "La vida es un viaje, no un destino" (como dice la
canción), así que hagamos del trayecto lo mejor posible.
He aquí
mi ritual propositero desde ahora para no errarle y hacerle a lo fallido una
vez más. Ojalá funcione.
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