Algunos toman esteroides anabólicos y ganan, otros consumen sustancias prohibidas y rompen marcas, pero hoy supe de uno que, sin necesidad de meterse cosas raras, impuso un récord olímpico. Su nombre es Roberto Madrazo, conocido político mexicano, que se voló la barda pero de forma tan inocente al punto lamentable de dar risa.
Resulta que a tan afamada celebridad se le ocurrió entrarle al maratón de Berlín y seguramente se acordó de su investidura que le otorga el poder del fraude, pues en el kilómetro 20 curiosamente desapareció su registro de marcha y nuevamente apareció en el kilómetro 35, cronometrando de manera espectacular 21 minutos en dicho tramo de la pista, por lo cual ganó la competencia en su categoría.
En resumidas cuentas: 15 kilómetros en 21 minutos... ¡ni el correcaminos! ¿Pues a quién quería verle la cara este señor? ¿Le habrán dicho que en carreras de este nivel, e incluso en las más básicas de cinco kilómetros, su tenis lleva puesto un chip para marcar los tiempos durante el trayecto? Y dice haber participado en 36 maratones... ajá. Tal vez le dijeron que se trataba de una competencia por la presidencia mexicana e hizo gala de sus mejores mañas para ganar, aunque claro, al final quedó como el hazmerreír del público a nivel mundial.
Ah, pero no se iba a dejar de las malas lenguas que lo difamaron. Entre otras cosas, dijo que nunca hizo trampa porque no pretendía terminar el recorrido y además nunca se declaró ganador... ¿y entonces cómo interpretar el momento cuando cruzó la meta con los brazos en alto? Ya sé, era su equinoccio personal de primavera y, como en Teotihuacán, se estaba cargando de energías. Y nosotros tan mal pensados, ¿verdad? Dijo también que se sintió mal y por eso se detuvo en el kilómetro 21, curiosamente se volvió a sentir bien 15 kilómetros después y, más aún, le volvió la vida para echarse los siete restantes. Luego, al más puro estilo Peje, acusa un compló político en contra de su fundación que se llama ni más ni menos que Maratón, para que se vayan dando cuenta de sus buenos manejos. Seguramente el señor se mordió la lengua más de una vez con tales justificaciones.
¿Pero realmente hizo trampa o los cronómetros se equivocaron? Al respecto, he sacado mis conclusiones. Una de dos: o fue presa de una abducción extraterrestre durante un lapso de tiempo o, lo más factible, tomó un atajo conocido sólo por él. Si ocurrió lo primero, le recomiendo que acuda con Jaime Maussan para dar su testimonio, y si fue lo segundo, qué risa y vergüenza me da su caso.
De su papel político mejor ni hablo, prefiero guardarme esas palabras para gastarlas en mejores cosas, pero eso sí, para quienes hacemos deporte dignamente (o al menos no engañándonos de tal manera), puedo asegurar que a México ya lo puso en ridículo en el ámbito internacional.
Propongo pues que se le castigue como a los positivos del doping, finalmente se trata de un triunfo disfrazado de engaño. Y para que realmente sienta el rigor de esos 42 kilómetros, debería recorrerlos uno a uno pero de rodillas, de paso le ponemos a cuestas una imagen religiosa y paga penitencia por cada “detalle erróneo” cometido por su persona.
Ya, ya, no hay que ser tan alarmistas, si se trata de algo sin importancia, como dijo una compañera política del señor. Total, en su bancada ya están acostumbrados a los fraudes, pues ahora uno deportivo no está mal, digo, para variarle un poco. Además amenazó con participar en la carrera Nike de 10 kilómetros en noviembre, y siguiendo su gran ejemplo, utilizaré su estrategia: me voy corriendo cautelosamente detrás de él y a mitad de la competencia, cuando mande la Robert-señal, hago como que se me desató una agujeta, fingiré entonces que me la amarro y rápidamente me atravieso el camellón para retomar el camino y así llegaré en solitario a la meta para festejar con los brazos en alto mi triunfo tal y como él lo hizo (caray, ni eso le dio pena hacer).
En fin, ¿qué se puede ya esperar de semejantes personajes? Si tenemos a uno boxeador y político, pero resulta que no es ni uno ni otro, o a aquel que tiene afición por los table-dance aunque su “verdadera vocación” valga un comino... un fraudecito deportivo qué más da. Así se las gastan algunos para hacernos reír. A ver si algún día se me ocurre ir a correr después de una buena jarra, y con la cruda a cuestas aplico la táctica de Don Robert, para ahorrarme unos cuantos kilómetros... de un Madrazo.
Resulta que a tan afamada celebridad se le ocurrió entrarle al maratón de Berlín y seguramente se acordó de su investidura que le otorga el poder del fraude, pues en el kilómetro 20 curiosamente desapareció su registro de marcha y nuevamente apareció en el kilómetro 35, cronometrando de manera espectacular 21 minutos en dicho tramo de la pista, por lo cual ganó la competencia en su categoría.
En resumidas cuentas: 15 kilómetros en 21 minutos... ¡ni el correcaminos! ¿Pues a quién quería verle la cara este señor? ¿Le habrán dicho que en carreras de este nivel, e incluso en las más básicas de cinco kilómetros, su tenis lleva puesto un chip para marcar los tiempos durante el trayecto? Y dice haber participado en 36 maratones... ajá. Tal vez le dijeron que se trataba de una competencia por la presidencia mexicana e hizo gala de sus mejores mañas para ganar, aunque claro, al final quedó como el hazmerreír del público a nivel mundial.
Ah, pero no se iba a dejar de las malas lenguas que lo difamaron. Entre otras cosas, dijo que nunca hizo trampa porque no pretendía terminar el recorrido y además nunca se declaró ganador... ¿y entonces cómo interpretar el momento cuando cruzó la meta con los brazos en alto? Ya sé, era su equinoccio personal de primavera y, como en Teotihuacán, se estaba cargando de energías. Y nosotros tan mal pensados, ¿verdad? Dijo también que se sintió mal y por eso se detuvo en el kilómetro 21, curiosamente se volvió a sentir bien 15 kilómetros después y, más aún, le volvió la vida para echarse los siete restantes. Luego, al más puro estilo Peje, acusa un compló político en contra de su fundación que se llama ni más ni menos que Maratón, para que se vayan dando cuenta de sus buenos manejos. Seguramente el señor se mordió la lengua más de una vez con tales justificaciones.
¿Pero realmente hizo trampa o los cronómetros se equivocaron? Al respecto, he sacado mis conclusiones. Una de dos: o fue presa de una abducción extraterrestre durante un lapso de tiempo o, lo más factible, tomó un atajo conocido sólo por él. Si ocurrió lo primero, le recomiendo que acuda con Jaime Maussan para dar su testimonio, y si fue lo segundo, qué risa y vergüenza me da su caso.
De su papel político mejor ni hablo, prefiero guardarme esas palabras para gastarlas en mejores cosas, pero eso sí, para quienes hacemos deporte dignamente (o al menos no engañándonos de tal manera), puedo asegurar que a México ya lo puso en ridículo en el ámbito internacional.
Propongo pues que se le castigue como a los positivos del doping, finalmente se trata de un triunfo disfrazado de engaño. Y para que realmente sienta el rigor de esos 42 kilómetros, debería recorrerlos uno a uno pero de rodillas, de paso le ponemos a cuestas una imagen religiosa y paga penitencia por cada “detalle erróneo” cometido por su persona.
Ya, ya, no hay que ser tan alarmistas, si se trata de algo sin importancia, como dijo una compañera política del señor. Total, en su bancada ya están acostumbrados a los fraudes, pues ahora uno deportivo no está mal, digo, para variarle un poco. Además amenazó con participar en la carrera Nike de 10 kilómetros en noviembre, y siguiendo su gran ejemplo, utilizaré su estrategia: me voy corriendo cautelosamente detrás de él y a mitad de la competencia, cuando mande la Robert-señal, hago como que se me desató una agujeta, fingiré entonces que me la amarro y rápidamente me atravieso el camellón para retomar el camino y así llegaré en solitario a la meta para festejar con los brazos en alto mi triunfo tal y como él lo hizo (caray, ni eso le dio pena hacer).
En fin, ¿qué se puede ya esperar de semejantes personajes? Si tenemos a uno boxeador y político, pero resulta que no es ni uno ni otro, o a aquel que tiene afición por los table-dance aunque su “verdadera vocación” valga un comino... un fraudecito deportivo qué más da. Así se las gastan algunos para hacernos reír. A ver si algún día se me ocurre ir a correr después de una buena jarra, y con la cruda a cuestas aplico la táctica de Don Robert, para ahorrarme unos cuantos kilómetros... de un Madrazo.
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