martes, 24 de agosto de 2010

El lado oscuro del bicentenario

Cualquier pretexto es bueno para
interrumpir la marcha del tiempo y
celebrar con festejos y ceremonias
hombres y acontecimientos (…) Cada
año, el 15 de septiembre a las once de la
noche, en todas las plazas de México
celebramos la fiesta del Grito; y una
multitud enardecida efectivamente grita
por espacio de una hora, quizá para
callar mejor el resto del año.

OCTAVIO PAZ, El laberinto de la soledad


¿Para qué sirve la historia? ¿Nos enseña algo? ¿Hemos aprendido de ella? ¿O sólo se trata de un montón de anécdotas, personajes y fechas anidados en libros que se repiten como letanía para pasar exámenes escolares o, en el mejor de los casos, recordar que es momento de comprar banderas, sombreros y vitorear a los héroes vestidos de gloria por el discurso oficial?

Septiembre está a la vuelta de la esquina y hoy, luego de 200 años del inicio de la independencia —no de su consumación, lo cual debiera ser el verdadero motivo para conmemorar—, existe un México que presume sus dos caras tan contradictorias: el secuestrado por la delincuencia (30 mil víctimas en tres años y medio), el desempleo (5.2% de la población económicamente activa), la falta de educación (aproximadamente 300 mil menores que no acuden a la escuela), y la pobreza extrema (20 millones de personas en esa situación); y, por otra parte, aquel plagado de eventos patrioteros tan cuestionados por su despilfarro de dinero… todo en nombre de la historia.

¿A qué juegan las autoridades? Derrochar casi 3 mil millones de pesos bajo el pretexto de que el país está de manteles largos, cuando en realidad se está cayendo a pedazos, sin duda es “la mejor forma de celebrar”. Actitud irresponsable y vergonzosa, desde luego. Pero ya que la pachanga es inminente, y más allá de pretender entablar un diálogo con sordos, existen detalles desafortunados que poco o nada se mencionan al respecto. Para muestra tres botones:

Los pasajes telenoveleros que nos han contado acerca de los héroes independentistas y revolucionarios. Si bien es cierto que de una u otra forma cada uno de ellos tiene su lugar en los acontecimientos históricos, muy poco se dice de los verdaderos personajes de carne y hueso que actuaron en las batallas por la libertad: Miguel Hidalgo, señalado por Allende como traidor, toleró en su movimiento el saqueo y el asesinato y ordenó matar a 300 prisioneros españoles sin proceso alguno; Agustín de Iturbide, acusado de enriquecimiento ilícito, abuso de autoridad y conducta violenta, se proclamó emperador una vez consumada la independencia, pero tiempo después lo fusilaron por traidor; y Francisco Villa, intolerante y cruel, permitía a sus tropas saquear, violar y matar, incluso tuvo más de 20 mujeres en matrimonio además de un contrato con Hollywood para filmar sus batallas.

¿Suena tenebroso? Pues tal vez lo sea, pero ya lo mencionó Alejandro Rosas en su libro Mitos de la historia mexicana: “el sistema político mexicano, por medio de su particular concepción de la historia, durante el siglo XX fragmentó la verdad, se encargó de crear bandos irreconciliables y negó la naturaleza humana de los protagonistas de la historia nacional”.

Luego, las deficiencias en los libros de texto conmemorativos del bicentenario entregados a los alumnos de educación básica. En ellos la historia se reduce a simples datos interesantes y la misma SEP aceptó “algunas fallas” en su contenido, además habrá libros complementarios a finales del año, pues hubo una pequeña falta: el periodo de la Conquista a la Colonia… ¿tema nada importante? Y aunque me resistí a creerlo, en las páginas de historia de sexto grado aparece la palabra “sovrevivieron”… ¿le habrán hecho el anti doping a quien escribió semejante barrabasada? ¿O las palabras en mi diccionario ya son obsoletas? ¡Esa es nuestra educación bicentenaria!

Y finalmente, el fino detalle de elegir una canción “digna” del bicentenario en manos de Aleks Syntek y Jaime López, calificada por algunos como cursi, boba, pobre y alejada de nuestra realidad. Al escucharla, tan simplona como es, sobra decir que sabe a nada y se comprueba así el tamaño mental que poseen algunas autoridades para hacerse de un tema musical que “identifique” a los mexicanos. Basta con analizar cinco palabras del coro: “Shalalalalala, el futuro es milenario”. ¿No se supone que un milenio son 1,000 años? Hagamos cuentas: si la Independencia fue hace 200, la Revolución hace 100 y estamos en 2010… ¿dónde está entonces la relación con el citado milenio? Ya del resto del tema mejor ni hablar.

Si en verdad se busca una pieza con auténticos matices mexicanos, ¿por qué no el Huapango de Moncayo? Aunque tal vez sea mucho pedir a las autoridades que lo conozcan y, en consecuencia, lo oficialicen en su bizarro festejo. ¿Y qué hay del mariachi? También sobra música regional característica de los pueblos mexicanos y autores e intérpretes con los cuales la gente se identifica plenamente.

Así pues, en nuestras manos está celebrar desde nuestro asiento y ver pasar la historia que nos han contado o involucrarnos en ella para formar parte de sus páginas. Un legado va más allá del grito desde Palacio Nacional y festejar no siempre significa absorber tequila como esponjas. Quizás una visión más crítica de nuestro pasado y presente nos lleve a planificar un mejor futuro. De nosotros depende construirlo.

Y a ti, ¿a qué te sabe la historia?

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