Hoy, en el cumpleaños número cien de la UNAM, le rindo un homenaje a través de los treinta mejores momentos que he vivido en ella. Seguramente me quedaré corto al enumerarlos, pero son los que asaltan mis recuerdos en este momento (lo primero que viene a la memoria es lo más sincero):
El instante en que leí aquella carta que decía: “La Secretaría de Servicios Académicos tiene el agrado de comunicarle que ha sido seleccionado para ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México”.
Mi primer día de clases en el CCH Sur.
Las retas de futbol en las canchas y las visitas al Jardín Botánico, consecuencia de un extraordinario balonazo cuyo destino no era la portería.
Mi primera tarea: Esbozo de historia universal, de Juan Brom.
El olor de los libros en la biblioteca y el empastado azul de los textos.
Las escapadas académicas a lugares de interés (ahí nació mi gusto por la fotografía).
El tercer turno escolar; por mucho, el mejor de mi vida académica.
El menú de rigor al salir de la escuela: papas a la francesa y banderillas con cátsup y mostaza.
El saludo y la sonrisa de aquella chica vestida de amarillo el primer día de quinto semestre.
La prisa de las siete de la noche, los martes y viernes, para ver a la mujer arriba mencionada.
Las clases de Física y Biología.
Las horas libres dedicadas al descanso sobre el pasto de alguna jardinera.
El compañero Ricardo, fan de la NFL, que me plantó un balonazo en la cara porque, según él, “no le entendí la jugada”.
La procesión de Día de Muertos y la llegada a la Facultad de Medicina para ver la mega ofrenda. Desde entonces me adentré en el estudio de la tradición, hasta llevarla a mi tesis universitaria.
La carta de bienvenida a Ciencias de la Comunicación.
Mi primer día, a las siete de la mañana, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
Los discursos políticos del Mosh en la explanada (de todo se aprende).
Mi primera y única gran jarra en la Facultad.
Las visitas a “las islas” para los encuentros futboleros.
Las horas de estudio en la Biblioteca Central.
Los 10 meses de huelga durante los cuales me rehusé a cambiar de universidad.
Rosalía Flores: profesora, amiga y asesora de tesis.
La “quema de batas” en la facultad de Química. ¡Sublime pachanga!
Los nervios el día de mi examen profesional, y mi titulación 45 minutos después.
La visita al Espacio Escultórico y a "la serpiente”.
El deleite auditivo del Huapango gracias al concierto de la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl.
El deleite visual del Huapango gracias al Taller Coreográfico de Gloria Contreras en el teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura.
El concierto de Queen Sinfónico de la OFUNAM y el coro Alpha Nova.
Los entrenamientos y las carreras nocturnas en el circuito universitario.
Vivir para presenciar los cien años de vida de nuestra universidad y gritar: ¡LARGA VIDA A LA UNAM!
El instante en que leí aquella carta que decía: “La Secretaría de Servicios Académicos tiene el agrado de comunicarle que ha sido seleccionado para ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México”.
Mi primer día de clases en el CCH Sur.
Las retas de futbol en las canchas y las visitas al Jardín Botánico, consecuencia de un extraordinario balonazo cuyo destino no era la portería.
Mi primera tarea: Esbozo de historia universal, de Juan Brom.
El olor de los libros en la biblioteca y el empastado azul de los textos.
Las escapadas académicas a lugares de interés (ahí nació mi gusto por la fotografía).
El tercer turno escolar; por mucho, el mejor de mi vida académica.
El menú de rigor al salir de la escuela: papas a la francesa y banderillas con cátsup y mostaza.
El saludo y la sonrisa de aquella chica vestida de amarillo el primer día de quinto semestre.
La prisa de las siete de la noche, los martes y viernes, para ver a la mujer arriba mencionada.
Las clases de Física y Biología.
Las horas libres dedicadas al descanso sobre el pasto de alguna jardinera.
El compañero Ricardo, fan de la NFL, que me plantó un balonazo en la cara porque, según él, “no le entendí la jugada”.
La procesión de Día de Muertos y la llegada a la Facultad de Medicina para ver la mega ofrenda. Desde entonces me adentré en el estudio de la tradición, hasta llevarla a mi tesis universitaria.
La carta de bienvenida a Ciencias de la Comunicación.
Mi primer día, a las siete de la mañana, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
Los discursos políticos del Mosh en la explanada (de todo se aprende).
Mi primera y única gran jarra en la Facultad.
Las visitas a “las islas” para los encuentros futboleros.
Las horas de estudio en la Biblioteca Central.
Los 10 meses de huelga durante los cuales me rehusé a cambiar de universidad.
Rosalía Flores: profesora, amiga y asesora de tesis.
La “quema de batas” en la facultad de Química. ¡Sublime pachanga!
Los nervios el día de mi examen profesional, y mi titulación 45 minutos después.
La visita al Espacio Escultórico y a "la serpiente”.
El deleite auditivo del Huapango gracias al concierto de la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl.
El deleite visual del Huapango gracias al Taller Coreográfico de Gloria Contreras en el teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura.
El concierto de Queen Sinfónico de la OFUNAM y el coro Alpha Nova.
Los entrenamientos y las carreras nocturnas en el circuito universitario.
Vivir para presenciar los cien años de vida de nuestra universidad y gritar: ¡LARGA VIDA A LA UNAM!
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