Emiliano Zapata, José Stalin, Luis Donaldo Colosio, Benjamín Argumedo, Vicente Fernández… no estoy jugando lotería sino barajando los posibles nombres para bautizar semejante mole de 20 metros carente de identidad alguna. Es que a quién se le ocurre hacer un “Coloso” sin ponerle, al menos, un divertido apodo. Su autor material, el escultor Juan Carlos Canfield, dijo que es un personaje medio perdido en la historia; no es guerrero, tampoco militar. Luego, la SEP aseguró que el monote no tiene nombre ni apellido. ¿Usted de qué le ve cara?
Pero aplaudo la intención, quizás involuntaria, de poner a desfilar un rompecabezas para reflejar lo que México es actualmente: una figura desarticulada (ni siquiera la espada que portaba está completa), sin color, con una mirada en blanco viendo a la nada, y que da cuenta del derroche económico bicentenario, consentido por unos cuantos, en aras de presumir la opulencia de la cual carecemos como sociedad. Si la intención fue esa, finalmente alguien se atrevió a plasmar la realidad, aunque sea en una figura de poliuretano.
Y para los que se preguntan dónde acabará instalado el Hombre X luego de su pasarela por el Paseo de la Reforma, todo parece indicar que será en la basura. Pero yo tengo una propuesta más sensata y menos fatalista: reciclarlo con el objetivo de utilizar su material para construir viviendas, o bien, ponerlo en adopción. ¿Qué tal promoverlo para comerciales de máquinas de afeitar? Otra alternativa es mandarlo a hacer casting a Hollywood y verlo próximamente combatiendo contra Godzilla en la pantalla grande.
En fin, el jolgorio ya terminó y ahora sólo resta esperar la siguiente centuria para ver qué nos depara el colosal destino. Tal vez para ese entonces la incógnita termine y se revele la identidad de tan polémica figura. Pero les doy un adelanto: el tipo que hoy es víctima de la polémica resultará ser el jinete del Caballo de Troya; de su interior emanarán insurgentes que combatirán el régimen establecido, y una nueva independencia se llevará al cabo. Todos serán felices y el tricentenario tendrá, efectivamente, una verdadera razón de ser.
Finalmente, de dos detalles estoy seguro: primero, quizás sea yo quien deba hacer casting para escribir guiones cinematográficos; y segundo, a menos que próximamente se descubra la fuente de la eterna juventud, no estaré presente para corroborar mi hipótesis. Qué lastima. Hubiera sido magnífico estar en primera fila para comprobar el hecho.
Pero aplaudo la intención, quizás involuntaria, de poner a desfilar un rompecabezas para reflejar lo que México es actualmente: una figura desarticulada (ni siquiera la espada que portaba está completa), sin color, con una mirada en blanco viendo a la nada, y que da cuenta del derroche económico bicentenario, consentido por unos cuantos, en aras de presumir la opulencia de la cual carecemos como sociedad. Si la intención fue esa, finalmente alguien se atrevió a plasmar la realidad, aunque sea en una figura de poliuretano.
Y para los que se preguntan dónde acabará instalado el Hombre X luego de su pasarela por el Paseo de la Reforma, todo parece indicar que será en la basura. Pero yo tengo una propuesta más sensata y menos fatalista: reciclarlo con el objetivo de utilizar su material para construir viviendas, o bien, ponerlo en adopción. ¿Qué tal promoverlo para comerciales de máquinas de afeitar? Otra alternativa es mandarlo a hacer casting a Hollywood y verlo próximamente combatiendo contra Godzilla en la pantalla grande.
En fin, el jolgorio ya terminó y ahora sólo resta esperar la siguiente centuria para ver qué nos depara el colosal destino. Tal vez para ese entonces la incógnita termine y se revele la identidad de tan polémica figura. Pero les doy un adelanto: el tipo que hoy es víctima de la polémica resultará ser el jinete del Caballo de Troya; de su interior emanarán insurgentes que combatirán el régimen establecido, y una nueva independencia se llevará al cabo. Todos serán felices y el tricentenario tendrá, efectivamente, una verdadera razón de ser.
Finalmente, de dos detalles estoy seguro: primero, quizás sea yo quien deba hacer casting para escribir guiones cinematográficos; y segundo, a menos que próximamente se descubra la fuente de la eterna juventud, no estaré presente para corroborar mi hipótesis. Qué lastima. Hubiera sido magnífico estar en primera fila para comprobar el hecho.
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