¿Alguna vez ha caído en manos de un policía que lo orilló a la orilla para después mostrarle su afilado colmillo cual si fuera el mismísimo Drácula? ¿Qué sintió el José María Morelos que habitaba en su billetera antes de ser entregado al ciudadano uniformado? ¿Un agudo remordimiento recorrió su cuerpo luego de dar en adopción obligada su billete, cuando su destino bien pudo ser la adquisición de un six chelero? ¿Cuántas palabrotas procesó por minuto después de que subió la ventanilla de su auto tras escuchar la famosa frase célebre: “puede retirarse y maneje con precaución”? ¿Le ha pasado o soy el único que imagina tales circunstancias?
¡Guardiaaas! ¿Apoco no se antoja evocar aquellos comerciales galletosos cuando nos pasa algo similar? Aunque tal vez no haga falta. Una de cal por todas las que van de arena: ayer un policía fue asaltado en el Centro Histérico de esta gran urbe. Las calles 20 de Noviembre y Nezahualcóyotl fueron testigos de cómo la cartera y arma de fuego del poli cambiaron de dueño en un tris. Ante tal acto, los compañeros de la víctima se aplicaron a buscar a los ladrones, pero ya sabemos que en el DF es más fácil encontrar un billete de 250 pesos en la charola de las limosnas antes que hallar una rata de dos patas.
Desde luego que el acto en sí es reprobable, pues la inseguridad está rebasando a toda instancia competente que intenta, por lo menos, controlarla. No podemos ver como algo “normal” las noticias infestadas de asaltos sin solución. Hoy vemos con preocupación y una pizca de morbo la manera en que la delincuencia levanta la mano y nos muestra que ni los policías están a salvo de semejante plaga.
Pero lo olvidaba: estamos en México donde todo pasa y nada sucede. Y si pensábamos que discutir con un policía es igual que reclamarle una falta a un árbitro (con ambos sabemos que llevamos las de perder y jamás les ganaremos), hoy hubo alguien que les dio una lección. Sólo esperemos que no se haga costumbre darle baje a los Señores Justicia, ya que entonces ni el Chapulín Colorado podrá ayudarnos. Sin embargo, no debemos ser tan pesimistas, porque ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón, y no existe mejor lugar que nuestra ciudad para comprobarlo.
¡Guardiaaas! ¿Apoco no se antoja evocar aquellos comerciales galletosos cuando nos pasa algo similar? Aunque tal vez no haga falta. Una de cal por todas las que van de arena: ayer un policía fue asaltado en el Centro Histérico de esta gran urbe. Las calles 20 de Noviembre y Nezahualcóyotl fueron testigos de cómo la cartera y arma de fuego del poli cambiaron de dueño en un tris. Ante tal acto, los compañeros de la víctima se aplicaron a buscar a los ladrones, pero ya sabemos que en el DF es más fácil encontrar un billete de 250 pesos en la charola de las limosnas antes que hallar una rata de dos patas.
Desde luego que el acto en sí es reprobable, pues la inseguridad está rebasando a toda instancia competente que intenta, por lo menos, controlarla. No podemos ver como algo “normal” las noticias infestadas de asaltos sin solución. Hoy vemos con preocupación y una pizca de morbo la manera en que la delincuencia levanta la mano y nos muestra que ni los policías están a salvo de semejante plaga.
Pero lo olvidaba: estamos en México donde todo pasa y nada sucede. Y si pensábamos que discutir con un policía es igual que reclamarle una falta a un árbitro (con ambos sabemos que llevamos las de perder y jamás les ganaremos), hoy hubo alguien que les dio una lección. Sólo esperemos que no se haga costumbre darle baje a los Señores Justicia, ya que entonces ni el Chapulín Colorado podrá ayudarnos. Sin embargo, no debemos ser tan pesimistas, porque ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón, y no existe mejor lugar que nuestra ciudad para comprobarlo.
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