No cabe duda que cuando las autoridades se proponen hacer algo mal, ya sea de forma inocente o intencionada, lo cumplen. Valiéndose de pretextos tan absurdos como increíbles, algunos “intelectuales” se aferran al primer lugar mundial en obesidad infantil mexicana. Así pues, debo insistir en una idea de la cual estoy plenamente convencido: lograr ese galardón seguramente significó sublime esfuerzo como para perderlo así nomás.
Ayer mismo, y luego de haber aprobado la ley en contra de este padecimiento, el secretario de Educación dijo que “va a estar difícil”, pues destinar 30 minutos diarios de ejercicio en las aulas impediría terminar cabalmente los planes de estudio. Señaló además que la ley no es muy precisa. A ver, ¿qué parte de “30 minutos diarios” no habrá entendido? Si Pitágoras no se equivoca y mi reloj no falla, un minuto equivale a 60 segundos, por lo tanto, debemos multiplicar 30 por 60 y ya está… ese es el tiempo que se debe destinar a la actividad física cotidiana para los niños. ¿O alguien se lo podría explicar peras y manzanas?
Luego, paso dos: e-jer-ci-cio. Mr. Secre, si su diccionario no es muy preciso en el significado de esta palabra, o para usted es un lenguaje con grado extremo de tecnicismos, se lo diré de manera sencilla: dícese de la actividad física que cualquier persona puede realizar, ya sea desde caminar en forma constante durante cierto periodo de tiempo, hasta la práctica de algún deporte en equipo. ¿Voy bien o me regreso?
¿Entonces cuál es el problema? ¿Desde cuándo le tiene tan preocupado perder tiempo de clases para destinarlo a una actividad donde se involucra la salud de los niños? Más pierden en inventarse “puentes” y días festivos para no laborar, que 30 minutos al día para favorecer el bienestar de los chamacos. ¿O prefiere tener a infantes con serios problemas físicos, pero eso sí, supuestamente repase y repase libros? Más bien, creo que la pregunta inicial debiera ser: ¿usted mismo practica ejercicio?
Luego están las “tácticas creativas” plasmadas en los libros de texto para fomentar el ejercicio en las escuelas: imaginar que van siguiendo un objeto volador no identificado; improvisar una cancha bajo el cobijo de un árbol, colocar una cubeta como canasta en una de sus ramas y utilizar como pelota una bola de papel o de cinta adhesiva; jugar a las ranitas saltarinas… ¡Válgame Dios!
Por supuesto no les explican a los chavitos las reglas básicas de algún deporte, pero eso sí, los quieren volver fanáticos de Maussan, hacerles creer que un árbol y una cubeta funcionan como tablero de basquetbol, que una bola de papeles y diurex rebota, y, encima de todo, tratarlos de animales brincolines… luego no se pregunten por qué no quieren ni mover un dedo para ejercitarse.
Ya ni llorar es bueno. Acusan además falta de recursos para pagar maestros expertos en la materia. Pues claro, es mejor destinar la plata, por ejemplo, a comprar Hummer’s y soltarle billete a personas que no saben pronunciar siquiera el nombre de una enfermedad. Al rato probablemente no sólo eliminen la educación física de los colegios, sino que también propongan la venta de tacos de suadero y al pastor a la hora del recreo, total, si ya nos ganamos el número uno, debemos luchar por mantenerlo a costa de los niños.
Ayer mismo, y luego de haber aprobado la ley en contra de este padecimiento, el secretario de Educación dijo que “va a estar difícil”, pues destinar 30 minutos diarios de ejercicio en las aulas impediría terminar cabalmente los planes de estudio. Señaló además que la ley no es muy precisa. A ver, ¿qué parte de “30 minutos diarios” no habrá entendido? Si Pitágoras no se equivoca y mi reloj no falla, un minuto equivale a 60 segundos, por lo tanto, debemos multiplicar 30 por 60 y ya está… ese es el tiempo que se debe destinar a la actividad física cotidiana para los niños. ¿O alguien se lo podría explicar peras y manzanas?
Luego, paso dos: e-jer-ci-cio. Mr. Secre, si su diccionario no es muy preciso en el significado de esta palabra, o para usted es un lenguaje con grado extremo de tecnicismos, se lo diré de manera sencilla: dícese de la actividad física que cualquier persona puede realizar, ya sea desde caminar en forma constante durante cierto periodo de tiempo, hasta la práctica de algún deporte en equipo. ¿Voy bien o me regreso?
¿Entonces cuál es el problema? ¿Desde cuándo le tiene tan preocupado perder tiempo de clases para destinarlo a una actividad donde se involucra la salud de los niños? Más pierden en inventarse “puentes” y días festivos para no laborar, que 30 minutos al día para favorecer el bienestar de los chamacos. ¿O prefiere tener a infantes con serios problemas físicos, pero eso sí, supuestamente repase y repase libros? Más bien, creo que la pregunta inicial debiera ser: ¿usted mismo practica ejercicio?
Luego están las “tácticas creativas” plasmadas en los libros de texto para fomentar el ejercicio en las escuelas: imaginar que van siguiendo un objeto volador no identificado; improvisar una cancha bajo el cobijo de un árbol, colocar una cubeta como canasta en una de sus ramas y utilizar como pelota una bola de papel o de cinta adhesiva; jugar a las ranitas saltarinas… ¡Válgame Dios!
Por supuesto no les explican a los chavitos las reglas básicas de algún deporte, pero eso sí, los quieren volver fanáticos de Maussan, hacerles creer que un árbol y una cubeta funcionan como tablero de basquetbol, que una bola de papeles y diurex rebota, y, encima de todo, tratarlos de animales brincolines… luego no se pregunten por qué no quieren ni mover un dedo para ejercitarse.
Ya ni llorar es bueno. Acusan además falta de recursos para pagar maestros expertos en la materia. Pues claro, es mejor destinar la plata, por ejemplo, a comprar Hummer’s y soltarle billete a personas que no saben pronunciar siquiera el nombre de una enfermedad. Al rato probablemente no sólo eliminen la educación física de los colegios, sino que también propongan la venta de tacos de suadero y al pastor a la hora del recreo, total, si ya nos ganamos el número uno, debemos luchar por mantenerlo a costa de los niños.
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