jueves, 28 de junio de 2007

Amor a la carta

Mis abuelos estarían a punto del infarto al conocer las nuevas formas de conquistar a alguien, y es que en sus años de juventud el enamoramiento significaba otra cosa, aunque el fin será siempre el mismo.

Por ahí quedan todavía en algún pueblo del país vestigios del kiosco alrededor del cual se tejen historias semejantes a un cuento de hadas, donde los varones con flor en mano caminan en sentido contrario al de las mujeres en espera de ser flechadas. El cortejo cumple su objetivo cuando uno de ellos cae rendido ante su amor a primera vista y comienza entonces el contacto verbal. Que funcione o no, es cuestión de la inspiración personal y de vencer uno que otro complejo que lleven los individuos detrás de sí. ¿Anticuado? ¿Pasado de moda? Yo diría más bien que se trata de costumbres arraigadas que han ido pagando las consecuencias de un mundo globalizado donde hasta el amor sufre sus golpes bajos.

Al respecto, veía hoy en internet algunos banners que invitan a suscribirse a comunidades para encontrar pareja. Bastan algunos datos básicos, un clic y listo, a conquistar a quien se ponga enfrente. Se acabó el kiosco, el contacto visual y verbal, e incluso las mariposas en el estómago quedaron reducidas a cenizas. Ahora la mejor carta de presentación es una fotografía y algunas líneas escritas, donde claro, muchos dicen ser la persona ideal: sencillo, romántico, caballeroso, con metas claras en la vida, bla, bla, bla… Me pregunto entonces qué hacen metidos en una página web.

Curioso resulta ver la estadística del portal líder en ese terreno ciber-amoroso: 8,604,900 usuarios durante el último mes. Imagino las miles de imágenes de individuos insertadas en internet buscando a su media naranja, algo así como amor a la carta. Si uno quiere a tal persona con determinadas características, evítese encontrar a otras que no las tengan, ¿así o más fácil? Y desde luego, jamás se verán fotos de cuando se acaban de despertar porque así ni por la cuota pagada sería posible encontrar pareja.

Ya decía yo que la tecnología llega hasta terrenos insospechados. Antes, las cartas eran el contacto físico con las palabras del ser amado, ahora, una tarjeta virtual animada vigente por 15 días te regala afecto y cariño; antes uno preguntaba: “¿a qué hora vas por el pan?”, ahora el cuestionamiento es: “¿a qué hora te conectas al messenger?”... ¡Qué romántico!

Total, que la paradoja persiste y me hace reflexionar: ¿la era de las comunicaciones?, ¿cuál? Si mientras más nos “comunicamos”, más nos aislamos del mundo real. Qué flojera salir, mejor nos ponemos en línea y hasta caritas nos enviamos.

Es cierto que el modo de vida actual lo demanda, pero muchas cosas quedan relegadas a segundo término. Si algún día me suscribo a un portal de este tipo, ya les contaré cómo me va, tal vez hasta una novia japonesa me encuentre y me enseñe a preparar sushi, o capaz que conquisto a alguien cuyo nick sea super_sexy_girl y a la mera hora resulte ser mi vecina con limitados atributos físicos. Con estas tecnologías uno nunca sabe.

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