lunes, 30 de julio de 2007

El amor dura tres años

Nunca he estado casado, y aunque es una opción en mi vida —no una obligación—, por el momento disfruto de mi soltería. Es que eso de entrar a los terrenos del matrimonio me resulta tenebroso, empezando por escribir la palabra. No porque le saque al compromiso, pero es justamente ahí donde encuentro la primera contradicción: si se supone que quieres pasar el resto de tu vida junto a otra persona por voluntad y común acuerdo, ¿es verdaderamente necesario firmar un papel, hacer pachanga y jurarle a Dios amar, respetar y bla, bla, bla a esa persona? Luego tardan más los preparativos para semejante evento que el enojo de ambas partes para llevarlos derechito y sin escalas al divorcio.

Recientemente llegó a mis manos un libro, recomendación de una compañera de escuela, titulado El amor dura tres años. Sus páginas me han arrancado algunas sonrisas y regalado momentos en los cuales muchos caen sin quererlo pero tal vez lo sabían (espero no llegar a ese punto).

En resumen, dice: “Al principio todo es hermoso, incluso tú. No das crédito a estar tan enamorado (…) te casas lo antes posible: ¿para qué reflexionar cuando uno es feliz? El segundo año, las cosas empiezan a cambiar. Te has vuelto más tierno (…) Defiendes el matrimonio delante de tus amigos solteros, que ya no te reconocen (…) El tercer año, ya no resistes la tentación de fijarte en las señoritas ligeras de ropa que iluminan la calle (…) Pronto llega el momento en que ya no puedes soportar a tu esposa ni un segundo más, ya que te has enamorado de otra. El tercer año trae consigo una noticia buena y otra noticia mala. La noticia buena: asqueada, tu mujer te abandona. La noticia mala: empiezas otro libro”.

Espero no hayan sido las anteriores líneas una pedrada indirecta hacia alguien que lea este post, créanme, no es la intención. Sólo manifiesto mi grado de curiosidad y buen humor hacia el tema. También yo me he visto envuelto en semejantes enredos amorosos. Al respecto, confesaré una anécdota personal: en alguna ocasión me atreví a decir que alguien que no me correspondió como yo quería era el amor de mi vida. A estas alturas trato de recordar si la cerveza que me tomé cuando dije semejante barrabasada estaba caliente y agitada, o tal vez hayan sido los cigarros de chocolate que me fumé y habían caducado. Lo malo fue la desmentida gracias a un programa de televisión, lo bueno, que fue del canal 11 donde salieron unos especialistas y no lo me lo dijo Walter Mercado o algún charlatán con tarifa telefónica de 20 pesos por minuto.

En alguna relación furtiva o con poco futuro llegué a toparme con esos tres años que narra el texto, aunque afortunadamente no llegué a esa cifra, me di cuenta mucho antes. El amor de la vida, como bien lo dijo un personaje conocedor de esos asuntos, se encuentra allá por los 60 años, cuando llevas buen trecho compartido con alguien y con un proyecto de vida en común realizado, no por las hormonas que se destilan una noche o por un "te quiero" sin sentir.

No niego que existen momentos gratos en compañía y de repente las mariposas revolotean en el estómago cuando ves a alguien, o que el mundo perfecto en un instante se posa a tus pies… pero lo grave está quedarse en ese ambiente de fantasía porque a veces cuando uno despierta ya le creció la familia, amaneces con un anillo ensartado en el dedo o con las restricciones y censuras que conlleva aquello de “hasta que la muerte los separe”… luego puede llegar ese tercer año que marca el texto y entonces confundir el famoso dicho por: “hasta que la otra nos separe”. ¿Cuál eliges?

1 comentario:

  1. Como dirían vulgarmente, el amor dura lo que dura dura..... cierto,comprometerse por un rato hormonal lleva por delante un alto porcentaje de fracaso en el matrimonio.
    Por lo que puedo observar, nuestra generación ya no ve al matrimonio como una obligación, sino como otra "opción de vida". Tal vez estamos encabezando la generación de vivir plenamente y yo espero, que con responsabilidad.

    ResponderEliminar

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...