Hablemos un poco de algunos recuerdos. Fue hace 22 años y yo tenía entonces cuatro de edad. El rumbo era la escuela en compañía de mis padres mientras media ciudad caía de rodillas ante el desastre natural cuya réplica terminó por dejar sobre el suelo aquellas heridas de casi ocho grados heredadas hasta el presente.
La memoria no me da para mucho ahora, pero cuando veo imágenes de esos días grises no logro entender la magnitud de tal acontecimiento. Bien dicen que la realidad en ocasiones supera a la ficción. Hoy no lo dudo.
Hace unos días la naturaleza hizo una vez más de las suyas con tal furia sobre suelo peruano que el recuerdo mexicano me fue inevitable. Escombros, hogares destruidos, familias desintegradas, lágrimas… ¿habrá algo peor que eso? Quisiera pensar que no, pero sabemos que puede suceder. Entonces por qué ser indiferentes ante tales casos. El desastre no respeta nacionalidad y mucho menos idioma o ideología.
Unos años atrás fui testigo presencial de personas latinas que en otro continente te tienden la mano mejor que los mismos residentes de aquella zona. Una noche perdido con mi hermano a más de 40 minutos del hotel donde nos hospedamos, el mapa nos era insuficiente para ubicarnos y justamente alguien que compartía nuestro idioma supo orientarnos cuando otros reflejaban en su rostro un tono que rayaba en la burla. Quedó pues de manifiesto que Latinoamérica es una aquí y en cualquier rincón del mundo. No dejemos que ese lazo que va más allá de políticas y competencias deportivas se quiebre. Quienes conformamos esa población no tenemos etiqueta alguna que nos haga valer más o menos. Seamos conscientes de ello.
Anoche en el supermercado reservé algunos pesos para víveres destinados a manos peruanas que lo necesiten. No fue algo ostentoso, pero que de multiplicarse por miles seguramente ayudaría a mitigar el dolor ajeno del cual tenemos referencia. “Por un par de cervezas menos el fin de semana no me moriré, pero sin estas latas de comida y esta agua envasada un niño tal vez no sobreviva”, pensé. En realidad no pierdo mucho y alguien puede ganar más de lo que creo.
Por favor tómense estas líneas no como argumentos para levantarme el cuello o pretender adjetivarme erróneamente como el dadivoso. Si así fuera, el primero en reclamármelo sería yo, porque no se trata de una limosna sino de una necesidad que tal vez el día de mañana nosotros la requiramos, ¿has pensado en ello? Hoy día tenemos en puerta al huracán Dean. En mi ventana la lluvia no ha cesado desde hace horas y vivo a cientos de kilómetros del lugar donde el viento golpea con más fuerza.
Aquí estoy pues, cómodamente sentado y escribiendo. Tal vez tú estés igual o con una taza de café en la mano, con un cigarro encendido o viendo la televisión. Te invito a levantarte, a sacrificar ese café o ese cigarro por un día y mejor cooperar con algo para quienes la necesidad no era opción pero les llegó sin pensarlo. Si en tu bolsillo sobran 15 pesos, puedes transformarlo en un desayuno para un niño. Tú decides. Los seres humanos estamos expuestos a las tragedias naturales, pero también tenemos la capacidad de salir adelante de ellas. Recuerda que somos muchos… y una playa se forma por millones de pequeños granos de arena.
La memoria no me da para mucho ahora, pero cuando veo imágenes de esos días grises no logro entender la magnitud de tal acontecimiento. Bien dicen que la realidad en ocasiones supera a la ficción. Hoy no lo dudo.
Hace unos días la naturaleza hizo una vez más de las suyas con tal furia sobre suelo peruano que el recuerdo mexicano me fue inevitable. Escombros, hogares destruidos, familias desintegradas, lágrimas… ¿habrá algo peor que eso? Quisiera pensar que no, pero sabemos que puede suceder. Entonces por qué ser indiferentes ante tales casos. El desastre no respeta nacionalidad y mucho menos idioma o ideología.
Unos años atrás fui testigo presencial de personas latinas que en otro continente te tienden la mano mejor que los mismos residentes de aquella zona. Una noche perdido con mi hermano a más de 40 minutos del hotel donde nos hospedamos, el mapa nos era insuficiente para ubicarnos y justamente alguien que compartía nuestro idioma supo orientarnos cuando otros reflejaban en su rostro un tono que rayaba en la burla. Quedó pues de manifiesto que Latinoamérica es una aquí y en cualquier rincón del mundo. No dejemos que ese lazo que va más allá de políticas y competencias deportivas se quiebre. Quienes conformamos esa población no tenemos etiqueta alguna que nos haga valer más o menos. Seamos conscientes de ello.
Anoche en el supermercado reservé algunos pesos para víveres destinados a manos peruanas que lo necesiten. No fue algo ostentoso, pero que de multiplicarse por miles seguramente ayudaría a mitigar el dolor ajeno del cual tenemos referencia. “Por un par de cervezas menos el fin de semana no me moriré, pero sin estas latas de comida y esta agua envasada un niño tal vez no sobreviva”, pensé. En realidad no pierdo mucho y alguien puede ganar más de lo que creo.
Por favor tómense estas líneas no como argumentos para levantarme el cuello o pretender adjetivarme erróneamente como el dadivoso. Si así fuera, el primero en reclamármelo sería yo, porque no se trata de una limosna sino de una necesidad que tal vez el día de mañana nosotros la requiramos, ¿has pensado en ello? Hoy día tenemos en puerta al huracán Dean. En mi ventana la lluvia no ha cesado desde hace horas y vivo a cientos de kilómetros del lugar donde el viento golpea con más fuerza.
Aquí estoy pues, cómodamente sentado y escribiendo. Tal vez tú estés igual o con una taza de café en la mano, con un cigarro encendido o viendo la televisión. Te invito a levantarte, a sacrificar ese café o ese cigarro por un día y mejor cooperar con algo para quienes la necesidad no era opción pero les llegó sin pensarlo. Si en tu bolsillo sobran 15 pesos, puedes transformarlo en un desayuno para un niño. Tú decides. Los seres humanos estamos expuestos a las tragedias naturales, pero también tenemos la capacidad de salir adelante de ellas. Recuerda que somos muchos… y una playa se forma por millones de pequeños granos de arena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario