Tres amigos decidieron ir a la playa el fin de semana a pesar de que el lunes siguiente tenían un examen importante para decidir, en gran parte, su calificación final.
Uno de ellos, preocupado ante tal situación, les propuso a los demás posponer dicho viaje porque prefería dedicarle tiempo a estudiar.
—Le inventamos un pretexto al maestro, ya ven que es medio despistado —dijo uno.
—Sí, ¿recuerdan cuando sacamos el acordeón y no nos cachó?, ¿o qué tal cuando metimos entre sus papeles una tarea atrasada? Ni cuenta se dio —replicó el segundo.
—Ya sé, podemos llegar tarde y decirle que de regreso se le ponchó una llanta al coche y por ese incidente no llegamos a tiempo, que en domingo por la noche difícilmente se encuentra en servicio una vulcanizadora en la carretera y por eso nos retrasamos tanto. Ya verán que nos dará oportunidad de hacer el examen otro día —agregó otro.
Todos conformes con el plan, se divirtieron a más no poder. Ya de vuelta en la ciudad, y con el cansancio a cuestas, recordaron la mentira piadosa que dirían para lograr posponer el examen. Llegó entonces el lunes y se presentaron un poco tarde ante su maestro.
—Profesor, queremos pedirle atentamente un gran favor. Sabemos que usted es una persona flexible y atenderá nuestra solicitud. Fíjese que ayer por la noche veníamos de visitar a mi tía y en la carretera se nos ponchó una llanta del coche. Como el lugar más cercano para repararla estaba a 30 minutos de ahí pues tuvimos que regresarnos y por eso nos retrasamos más de lo debido. La verdad ya no pudimos llegar a tiempo para el examen y, como no queremos reprobar, sólo le pedimos hacerlo otro día, cuando usted nos diga.
Después de meditarlo un poco, el maestro accedió y sólo les puso una condición: que la prueba escrita la hicieran los alumnos en salones diferentes.
—¿Ven?, les dije que era fácil de convencer. Hoy sí estudiamos un rato y mañana pasamos el examen —asentó uno de ellos con tono de burla.
Llegado el día, cada alumno estaba en un salón distinto y frente a ellos, un papel tenía gran parte de su calificación final.
—Pues bien, como lo acordamos, hoy les haré la última prueba del año. Y por ser ustedes una excepción, hice unas modificaciones al formato del examen —dijo el profesor a cada uno. En sus manos tienen una hoja que contiene sólo dos preguntas y la regla es sencilla: la calificación que saquen aquí será la de su historial académico. Será sumamente fácil que aprueben con 10 porque dichas preguntas están regaladas, según mi punto de vista. Tienen tres minutos para resolverlo, no requieren de más. Así que adelante, el examen es todo suyo.
Los alumnos voltearon la hoja y la primera pregunta decía: “¿Con qué país colinda México al norte?”
—Uh, este maestro además de darnos más tiempo para estudiar, nos pone semejantes preguntas tan regaladas. Creo que esto será más fácil de lo que pensé —dijo uno de ellos.
—Ja, qué manera de tomarle el pelo al profe —dijo el segundo—, pospone nuestro examen y además de eso nos calificará con dos preguntas, por lo pronto la primera está facilísima.
—¡Estados Unidos!… qué bien, ya sólo me falta una pregunta para tener 10 —pensó el tercero.
... pregunta dos: “¿Cuál de las cuatro llantas se le ponchó al auto en su viaje de regreso el domingo?"...
Moralejas:
1. Para mentir, hay que poner especial atención en los detalles más insignificantes.
2. Hay personas que sólo esperan una oportunidad para joderte, y lo hacen de la manera que menos esperas.
3. Que le hayas visto la cara de tonto a alguien por mucho tiempo no significa que se la verás toda la vida.
4. “Dos (tres, cuatro) cabezas piensan mejor que una”… no siempre aplica.
5. Decirse enfermo es el pretexto universalmente aceptado, ¿por qué cambiar cuando siempre ha funcionado? (lo malo es pretender que sea epidemia).
6. Si tienes un examen final nunca estudies una noche antes, el conocimiento no llega por ósmosis.
7. La próxima vez que planees algo con tus cuates, no entrometas escuela, trabajo, noviazgos o matrimonios... seguro algo fallará.
Uno de ellos, preocupado ante tal situación, les propuso a los demás posponer dicho viaje porque prefería dedicarle tiempo a estudiar.
—Le inventamos un pretexto al maestro, ya ven que es medio despistado —dijo uno.
—Sí, ¿recuerdan cuando sacamos el acordeón y no nos cachó?, ¿o qué tal cuando metimos entre sus papeles una tarea atrasada? Ni cuenta se dio —replicó el segundo.
—Ya sé, podemos llegar tarde y decirle que de regreso se le ponchó una llanta al coche y por ese incidente no llegamos a tiempo, que en domingo por la noche difícilmente se encuentra en servicio una vulcanizadora en la carretera y por eso nos retrasamos tanto. Ya verán que nos dará oportunidad de hacer el examen otro día —agregó otro.
Todos conformes con el plan, se divirtieron a más no poder. Ya de vuelta en la ciudad, y con el cansancio a cuestas, recordaron la mentira piadosa que dirían para lograr posponer el examen. Llegó entonces el lunes y se presentaron un poco tarde ante su maestro.
—Profesor, queremos pedirle atentamente un gran favor. Sabemos que usted es una persona flexible y atenderá nuestra solicitud. Fíjese que ayer por la noche veníamos de visitar a mi tía y en la carretera se nos ponchó una llanta del coche. Como el lugar más cercano para repararla estaba a 30 minutos de ahí pues tuvimos que regresarnos y por eso nos retrasamos más de lo debido. La verdad ya no pudimos llegar a tiempo para el examen y, como no queremos reprobar, sólo le pedimos hacerlo otro día, cuando usted nos diga.
Después de meditarlo un poco, el maestro accedió y sólo les puso una condición: que la prueba escrita la hicieran los alumnos en salones diferentes.
—¿Ven?, les dije que era fácil de convencer. Hoy sí estudiamos un rato y mañana pasamos el examen —asentó uno de ellos con tono de burla.
Llegado el día, cada alumno estaba en un salón distinto y frente a ellos, un papel tenía gran parte de su calificación final.
—Pues bien, como lo acordamos, hoy les haré la última prueba del año. Y por ser ustedes una excepción, hice unas modificaciones al formato del examen —dijo el profesor a cada uno. En sus manos tienen una hoja que contiene sólo dos preguntas y la regla es sencilla: la calificación que saquen aquí será la de su historial académico. Será sumamente fácil que aprueben con 10 porque dichas preguntas están regaladas, según mi punto de vista. Tienen tres minutos para resolverlo, no requieren de más. Así que adelante, el examen es todo suyo.
Los alumnos voltearon la hoja y la primera pregunta decía: “¿Con qué país colinda México al norte?”
—Uh, este maestro además de darnos más tiempo para estudiar, nos pone semejantes preguntas tan regaladas. Creo que esto será más fácil de lo que pensé —dijo uno de ellos.
—Ja, qué manera de tomarle el pelo al profe —dijo el segundo—, pospone nuestro examen y además de eso nos calificará con dos preguntas, por lo pronto la primera está facilísima.
—¡Estados Unidos!… qué bien, ya sólo me falta una pregunta para tener 10 —pensó el tercero.
... pregunta dos: “¿Cuál de las cuatro llantas se le ponchó al auto en su viaje de regreso el domingo?"...
Moralejas:
1. Para mentir, hay que poner especial atención en los detalles más insignificantes.
2. Hay personas que sólo esperan una oportunidad para joderte, y lo hacen de la manera que menos esperas.
3. Que le hayas visto la cara de tonto a alguien por mucho tiempo no significa que se la verás toda la vida.
4. “Dos (tres, cuatro) cabezas piensan mejor que una”… no siempre aplica.
5. Decirse enfermo es el pretexto universalmente aceptado, ¿por qué cambiar cuando siempre ha funcionado? (lo malo es pretender que sea epidemia).
6. Si tienes un examen final nunca estudies una noche antes, el conocimiento no llega por ósmosis.
7. La próxima vez que planees algo con tus cuates, no entrometas escuela, trabajo, noviazgos o matrimonios... seguro algo fallará.
excelente!
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