Pues sí, finalmente comencé el curso-taller de redacción pendiente desde hace meses, porque entre asuntos laborales y trámites universitarios la agenda se encogía cada vez más hasta el punto de impedirme regresar a las aulas, pero el pasado fin de semana le puse punto final a ese veto que impedía fomentarme más el vicio de escribir.
Y la primera tarea no se hizo esperar. Una lectura acerca de la lectura… y lo que leí me espantó para seguir leyendo. Comencé a recorrer líneas con los ojos y, a pesar de que mi inicio fue animoso y alentador, terminé a punto de la depresión literaria.
Luego de revisar las páginas establecidas para pasar a la siguiente ronda (clase número dos), me entró la duda acerca de estas ondas lectoras y la tremenda afición del mexicano por los libros, de su gran vicio por abrir textos y devorar sus letras, y su inclinación por comprar páginas empastadas antes que ver televisión… y no me equivoqué: en 2005 una revista semanal tenía un tiraje de 780 mil ejemplares, y más aún, el pass along de dicha edición era de cuatro personas. “Si eso sucedía hace tres años, hoy día la cifra debió haber aumentado. Qué orgullo saberme en un país tan letrado y ávido de lectura”, pensé.
Hubiera vivido felizmente engañado por esas cifras de ensueño, sin embargo, el TV Notas no es un texto oficialmente aceptado por la literatura como clásico o de divulgación científica. Ni modo. Seguí buscando estadísticas. Debía haber algo que me hiciera sonreír… ¿El Libro Vaquero? No me suena a texto cultural, ¿TV y Novelas? Tampoco, la industria chismográfica aún no es candidata para ganar el Premio Nobel de Literatura. La realidad es que, en promedio, un mexicano lee 2.8 libros al año (y eso si vemos de manera sumamente optimista el asunto).
¿Entonces? ¿No se supone que desde la primaria se enseña a leer? Ah, por su puesto, pero existe una delgada línea que separa la obligación del gusto, y es justamente ahí donde la gran mayoría prefiere estacionarse del lado facilito. ¿Leer?, ¿para qué?, si tenemos la televisión, además eso sólo se hace en las escuelas para acreditar materias.
Efectivamente, “disciplinar el placer es disminuirlo”, como bien lo dice el texto cómplice de mi primera tarea. Y, curiosamente, esto es como la conducta de un niño: mientras más le dices que no, más lo hace. En este caso, entre más se incita a la lectura, menos se lleva al cabo. Comprobadísimo está que aquello practicado por gusto produce mejores resultados, ¿por qué la lectura debería ser la excepción? Pero no, muchas veces la voluntad se opaca ante lo obligatorio porque si no, el chamaco no sale de la secundaria.
En fin, ojalá en el futuro cercano la cifra no insulte tanto. Eso de tener el honroso lugar 107 de 108 países en lo que a lectores se refiere es más escalofriante que ver El Exorcista a los cinco años de edad. Por lo pronto, voy corriendo al puesto de periódicos a ver si no se ha agotado el TV y Novelas, capaz que me pierdo un ejemplar en mi colección y eso no me lo perdonaría, total, Octavio Paz y Pablo Neruda pueden esperar su turno en la fila.
Y la primera tarea no se hizo esperar. Una lectura acerca de la lectura… y lo que leí me espantó para seguir leyendo. Comencé a recorrer líneas con los ojos y, a pesar de que mi inicio fue animoso y alentador, terminé a punto de la depresión literaria.
Luego de revisar las páginas establecidas para pasar a la siguiente ronda (clase número dos), me entró la duda acerca de estas ondas lectoras y la tremenda afición del mexicano por los libros, de su gran vicio por abrir textos y devorar sus letras, y su inclinación por comprar páginas empastadas antes que ver televisión… y no me equivoqué: en 2005 una revista semanal tenía un tiraje de 780 mil ejemplares, y más aún, el pass along de dicha edición era de cuatro personas. “Si eso sucedía hace tres años, hoy día la cifra debió haber aumentado. Qué orgullo saberme en un país tan letrado y ávido de lectura”, pensé.
Hubiera vivido felizmente engañado por esas cifras de ensueño, sin embargo, el TV Notas no es un texto oficialmente aceptado por la literatura como clásico o de divulgación científica. Ni modo. Seguí buscando estadísticas. Debía haber algo que me hiciera sonreír… ¿El Libro Vaquero? No me suena a texto cultural, ¿TV y Novelas? Tampoco, la industria chismográfica aún no es candidata para ganar el Premio Nobel de Literatura. La realidad es que, en promedio, un mexicano lee 2.8 libros al año (y eso si vemos de manera sumamente optimista el asunto).
¿Entonces? ¿No se supone que desde la primaria se enseña a leer? Ah, por su puesto, pero existe una delgada línea que separa la obligación del gusto, y es justamente ahí donde la gran mayoría prefiere estacionarse del lado facilito. ¿Leer?, ¿para qué?, si tenemos la televisión, además eso sólo se hace en las escuelas para acreditar materias.
Efectivamente, “disciplinar el placer es disminuirlo”, como bien lo dice el texto cómplice de mi primera tarea. Y, curiosamente, esto es como la conducta de un niño: mientras más le dices que no, más lo hace. En este caso, entre más se incita a la lectura, menos se lleva al cabo. Comprobadísimo está que aquello practicado por gusto produce mejores resultados, ¿por qué la lectura debería ser la excepción? Pero no, muchas veces la voluntad se opaca ante lo obligatorio porque si no, el chamaco no sale de la secundaria.
En fin, ojalá en el futuro cercano la cifra no insulte tanto. Eso de tener el honroso lugar 107 de 108 países en lo que a lectores se refiere es más escalofriante que ver El Exorcista a los cinco años de edad. Por lo pronto, voy corriendo al puesto de periódicos a ver si no se ha agotado el TV y Novelas, capaz que me pierdo un ejemplar en mi colección y eso no me lo perdonaría, total, Octavio Paz y Pablo Neruda pueden esperar su turno en la fila.
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