lunes, 11 de agosto de 2008

Pequeña colección familiar

El mundo telenovelero suele regalar escenas donde una mujer descubre a su esposo con otra y entonces se desata tremendo drama: unos lloran, otros se ponen rojos del coraje y algunos más buscan venganza… todo porque el susodicho tiene una amante.

A-M-A-N-T-E, rimbombante palabrota sinónimo de divorcios, visitas a juzgados y honorarios a abogados. Seis simples e inocentes letras que juntas hacen mucho ruido y forman un triángulo amoroso para descuadrar cualquier relación de pareja; la tentación que guiñe el ojo, deja huellas carmín en el cuello e impregna un suave aroma a perfume ajeno.

“Una cana al aire”, dirían por ahí, pero si esta frase se aplicara a la realidad, hoy supe de alguien que ya tendría calvicie extrema: Mohammed Abubakar, un nigeriano de 84 años que, lejos de inspirar ternura y contarles cuentos a sus nietos desde una mecedora, se ha encargado de dar el mejor ejemplo para rescatar a la especie humana de una posible extinción. Resulta que el señor tiene 170 hijos con 86 mujeres... nada más. ¿Cuál planificación familiar? ¡Hay que poblar y repoblar el planeta! ¿Fidelidad? Eso sólo existe en los equipos de sonido.

Mohammed, profesor y curandero, dice que Dios se las puso en su camino, que ellas llegaron solitas y él sólo hizo formal el asunto por mandato divino. ¿Qué curiosa explicación verdad? Justamente tenía que tratarse de asuntos de faldas y no de salvar la ecología, encontrar la vacuna para alguna enfermedad o gobernar exitosamente a su país. Así hasta yo colaboraba con todo gusto para aumentar el censo de población anual del INEGI.

Pero el asunto no sólo es digno de las páginas de Ripley, habría que pensar también en los críos, quienes tienen que mendigar para conseguir sustento, ¿o apoco creían que el DIF africano los iba a mantener? Lamentablemente para su causa, la respuesta es no. Efectivamente, en Nigeria está permitido tener hasta cuatro esposas, siempre y cuando reciban un trato igualitario, pero nadie le dijo al señor que debía multiplicarlas por 21.5. Imagino la escena familiar:

—Querido esposo Mohammed, ¿de dónde vienes?

—De darles el gasto a Chana, Juana, Petra, Zoila y Justina.

—¿Y tus hijos?

—Bien, gracias. Te mandan saludar José, Efraín, Mariana y Lupe.

—¿Y Marlene, Gabriela, Tomás y Carlos?

—A ellos los veo mañana, también a Guillermo, Eugenio y Raquel.

Y sí, las dudas asaltan: ¿Se sabrá el nombre de todos y cada uno de sus hijos? ¿Se le habrán encimado los partos en su agenda? ¿Tendrá membresía preferente en algún hospital o le harán descuento por mayoreo? ¿Cuántas esposas serán celosas y cuántas van al psicólogo? ¿Qué explicación le daría a sus suegros? ¿Y si me vuelvo profesor y curandero? ¿Esto se hace vicio? ¿Si empiezo a mis 27 años... en 59 años habré roto el récord?

Al final resulta que el nigeriano recomendó no casarse con 86 esposas, ¿por qué habrá sido el consejo? Si a veces compartir la vida con una sola pareja se vuelve un calvario, con más de ocho decenas no creo que haya problema alguno.

“Los esposos cenan, los amantes almuerzan”, decía un autor. Pues Mohammed seguramente ya inauguró su muestra gastronómica, porque entre que son cenas o almuerzos, él hasta postre ya se echó a la boca en más de una ocasión.

¿No que la familia pequeña vive mejor?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...