Until we can tell our children
that Earth is the safe place again
we'll stand and hold together
"Sinfoni Deo", Era
La perfección ante mis ojos se muestra plena. En este momento no pediré más que la vista al mar con la noche cubriendo las olas, una copa en mi mano y Sailing de Christopher Cross en mis oídos. Hay tanto de lo que puedo escribir, que finalmente me decidiré por algo que gratamente me regaló una sonrisa horas antes de estar aquí, en esta terraza inundada de paisaje.
Acapulco es muy sencillo si se aprende a disfrutarlo: mar, calor, buenos amigos y el reloj de vacaciones. Sin embargo, y más allá de cualquier itinerario, siempre confío en los detalles que la vida te regala y apremian mucho más que cualquier asunto con signo de pesos. Hoy lo comprobé mientras el atardecer continuaba su marcha y agonizaba.
Alguien de no más de cinco años apareció de algún lugar de la playa, mientras la sombrilla azul enterrada en la arena evitaba que el sol hiciera calamidades en mi cuerpo y, sin saberlo en aquel instante, de paso inspiraría este post. A mi costado izquierdo, la renta de motos acuáticas; a la derecha, un joven ofertaba la subida al paracaídas; detrás de mí, la zona de antros se preparaba para iniciar la noche; y al frente, la inocencia me convenció más que lo demás.
Jamás supe el nombre de aquel niño, pero tal vez no importaba, porque la manera en que disfrutaba del mar como si se tratara de su mejor juguete no podía compararse con lo que a mi alrededor sucedía. Corría, saltaba, sonreía y nada más parecía importarle. De repente una ola le regaló un coco derruido y lo adoptó como su mejor amigo; lo lanzaba al agua y nuevamente se lo regresaba; iba, venía y lo esperaba siempre con las mismas ansias. En sus ojos se dibujaba la inocencia, e inmerso en el paisaje veraniego, olvidé el tiempo mientras disfrutaba a la par que él la manera de divertirse y que muchos hemos olvidado.
¿Globalización? ¿Tecnología? ¿Mundo moderno? Habría que agradecer el hecho de que para algunos esas palabras no existen en su diccionario personal y aún están a salvo de artificios tan vanos como tentadores... seguía observando y más me convencía de ello, pero el tiempo siempre hace de las suyas y los buenos momentos también tienen punto final. El instante de irnos había llegado y no volví a ver a aquel niño, sin embargo, desde esta terraza observo el lugar donde el mar se llevó sus huellas dibujadas en la arena. Mañana será nuestro regreso a la ciudad, pero me llevo cientos de momentos grabados en la memoria que me han convencido de que este viaje valió la pena. Personas, detalles, paisajes... Acapulco es muy sencillo si se aprende a disfrutarlo.
Medianoche. Y al terminar este párrafo cerraré mi libreta para dar paso a las horas de sueño pendientes acumuladas durante dos días, y lo haré mientras las olas continúan golpeando la orilla de la playa... ahí donde hoy recordé una valiosa lección que me regaló la vida, y procuraré aplicar lejos de este lugar que sin duda extrañaré.
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