viernes, 6 de junio de 2008

En busca de la muerte

Eso de recorrer tiendas en centros comerciales no se me da, e incluso admito que la flojera se apodera de mi ser con tan sólo pensar en ello. Y si no lo hago en México, menos me sucedería en otros países. En muchos casos se puede despilfarrar dinero comprando chuchería y media con el pretexto de lo “exclusivo”, para que en poco tiempo el artículo en cuestión termine arrumbado en un clóset o debajo de la cama.

Pero eso sí, hay de shoppings a shoppings. Ayer me enteré de uno que llamó mi atención, y cómo no, si la ciudadana australiana mencionada en la nota pagó 2,860 dólares para venir a México porque alguien le prometió encontrar aquí algo que en otros lugares del mundo no resulta sencillo: el Pentobarbital. Y no se trata de una nueva plaza comercial o una zona exclusiva para adquirir prendas de moda, sino más bien de un frasco que contiene a la muerte misma.

¿Se imagina usted a personas extranjeras, con mapa en mano, buscando farmacias veterinarias para encontrar el líquido que proporciona en 60 minutos una muerte sin dolor? ¿Dónde cree que es posible adquirir el susodicho frasco gracias a las leyes tan flexibles? Adivinó…en tierra azteca.

Resulta pues que activistas a favor de la eutanasia han propagado la noticia de la “opción mexicana”. Se trata de una droga de uso veterinario que ofrece a las mascotas una muerte sin dolor, algo así como una sobredosis de anestesia provocadora del sueño antes de detener el sistema respiratorio. Y si en perros funciona, ¿quién dijo que en humanos no?

Esto abre nuevamente el debate sobre el tema, y aunque podemos pasar horas y horas para decidir qué es “lo bueno” en este caso, en realidad no llegaríamos a ninguna conclusión, porque la palabra eutanasia existe tanto en los diccionarios médicos, como en los políticos, religiosos y morales… ahí el detalle.

Sólo quienes han vivido de cerca una situación de esta magnitud saben el tamaño del problema, sin embargo, los seres humanos de este planeta no estamos exentos a reflexionar acerca de él. Por eso hoy tengo más dudas que respuestas: ¿los que hacen las leyes habrán pasado por algo así?, ¿cuál sería entonces su postura? Nosotros no decidimos nacer, ¿pero podemos decidir cómo y cuándo morir? ¿Dónde queda la voluntad de un enfermo terminal y quién mejor que él para conocer el dolor al cual se enfrenta? ¿Qué es más inhumano: la agonía o interrumpir una vida sin vida?

Y así como Michael Irwin, ex director médico de las Naciones Unidas, planea traer este año a México a una docena de británicos para adquirir la sustancia, ¿cuántos más considerarán a partir de ahora venir a estos rumbos para comprar el frasco etiquetado? Paradojas de este mundo… en este instante me viene a la mente la publicidad de una empresa de seguros cuyo slogan dice: “Cuidamos lo que amas de la vida”. ¿El Pentobarbital sería entonces la contraparte? ¿Acaso su slogan diría: “Cuidamos que mueras cuando ya no puedas amar la vida”?... cuestión de enfoques.

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