Hoy practiqué la extraña costumbre de ver de reojo el periódico del vecino mientras se viaja en el Metro, y pude leer un encabezado que criticaba duramente a un artista del cual soy seguidor. Dos párrafos le bastaron a su autor para hacer pedazos el nuevo material discográfico del cantante con el argumento de que era horrendo. Así que al salir de la estación me di a la tarea de comprar el ejemplar para enterarme a fondo del asunto en cuestión.
Canciones cursis, patéticas, simples, pobres y pretenciosas fueron parte de sus contundentes argumentos para tacharlo hasta de moralino. Aplaudo pues su forma de hacer periodismo. Escribir adjetivos por doquier sin duda es resultado de un meticuloso estudio del género durante años. Pero más allá de su ágil pluma para derrochar sabias palabras, el tipo cuestiona por qué a millones de personas les sigue gustando su forma de componer música, y lo peor, pregunta si sus fans serán disléxicos como un personaje que aparece en televisión.
Aclaro que el mundo de la farándula me importa un soberano cacahuate aunque algunos le den más importancia de la que merece (¿será realmente trascendente para el país y sus ciudadanos saber que Hilton se paseó por Miami, o que Britney se puso nuevamente jarra en un antro?). También he creído que si un género musical, película, obra teatral o cualquier manifestación artística no son del agrado personal, se vale decirlo. Además cada cual tendrá su punto de vista acerca de diversos temas y no necesariamente todos debemos estar de acuerdo (aburridísimo sería el mundo si así fuera); pero de eso a estar adjetivando a quienes sí pagarían por tener, ver o escuchar algo de un artista, hay un mar de diferencia.
Lástima por algunos medios impresos que otorgan espacios a gente que ofende a un sector de sus lectores mediante la palabra escrita, así sea a través de un tema muy simple o extremadamente serio. Incluso menciona que el escuchar canciones del artista criticado es “una prueba contundente de que el mundo se va a acabar y que las cosas en nuestro país nunca van a cambiar”… de verdad me sorprende la capacidad de predicción futurista de algunos. Yo pensaba que el planeta podía acabarse por la contaminación o una guerra de dimensiones canijas, pero no por escuchar un CD musical. Qué gran descubrimiento. De hoy en adelante no se vale regalarle a nuestros oídos las canciones que este Nostradamus moderno nos diga, no sea que nos caiga el apocalipsis.
Y si de adjetivos se trata, encontré al menos cinco para este sujeto, pero la verdad hay mejores cosas en las cuales gastar palabras. Me ahorro hasta su nombre porque me da flojera mencionarlo, y sí, me declaro culpable por haber comprado ese periódico, aunque de todo se aprende. Por lo menos mi horóscopo no fue tan pesimista y la página donde aparece su rostro servirá para mantel del perro, o mejor aún, para limpiar sus desechos. ¿Ya ven? Los tres pesos pagados por el ejemplar no fueron en vano.
Canciones cursis, patéticas, simples, pobres y pretenciosas fueron parte de sus contundentes argumentos para tacharlo hasta de moralino. Aplaudo pues su forma de hacer periodismo. Escribir adjetivos por doquier sin duda es resultado de un meticuloso estudio del género durante años. Pero más allá de su ágil pluma para derrochar sabias palabras, el tipo cuestiona por qué a millones de personas les sigue gustando su forma de componer música, y lo peor, pregunta si sus fans serán disléxicos como un personaje que aparece en televisión.
Aclaro que el mundo de la farándula me importa un soberano cacahuate aunque algunos le den más importancia de la que merece (¿será realmente trascendente para el país y sus ciudadanos saber que Hilton se paseó por Miami, o que Britney se puso nuevamente jarra en un antro?). También he creído que si un género musical, película, obra teatral o cualquier manifestación artística no son del agrado personal, se vale decirlo. Además cada cual tendrá su punto de vista acerca de diversos temas y no necesariamente todos debemos estar de acuerdo (aburridísimo sería el mundo si así fuera); pero de eso a estar adjetivando a quienes sí pagarían por tener, ver o escuchar algo de un artista, hay un mar de diferencia.
Lástima por algunos medios impresos que otorgan espacios a gente que ofende a un sector de sus lectores mediante la palabra escrita, así sea a través de un tema muy simple o extremadamente serio. Incluso menciona que el escuchar canciones del artista criticado es “una prueba contundente de que el mundo se va a acabar y que las cosas en nuestro país nunca van a cambiar”… de verdad me sorprende la capacidad de predicción futurista de algunos. Yo pensaba que el planeta podía acabarse por la contaminación o una guerra de dimensiones canijas, pero no por escuchar un CD musical. Qué gran descubrimiento. De hoy en adelante no se vale regalarle a nuestros oídos las canciones que este Nostradamus moderno nos diga, no sea que nos caiga el apocalipsis.
Y si de adjetivos se trata, encontré al menos cinco para este sujeto, pero la verdad hay mejores cosas en las cuales gastar palabras. Me ahorro hasta su nombre porque me da flojera mencionarlo, y sí, me declaro culpable por haber comprado ese periódico, aunque de todo se aprende. Por lo menos mi horóscopo no fue tan pesimista y la página donde aparece su rostro servirá para mantel del perro, o mejor aún, para limpiar sus desechos. ¿Ya ven? Los tres pesos pagados por el ejemplar no fueron en vano.
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