En México sobra el dinero, ya lo sabemos. Basta con echar un vistazo a alguna avenida de la ciudad para ver cómo sufre ante la tapizada marca diablo que le ponen con porquería política a propósito de las próxima elecciones: estampas, volantes y postes retacados con rostros que sólo se observan cuando de pedir votos se trata.
Otro caso semejante, a propósito de política y el excelente manejo económico que se le da al dinero en el país, son las estatuas. La lección dicta que debemos exaltar a cuanto personaje nos sea posible para que la memoria histórica no se escurra a través del tiempo sin dejar su huella. Pues hoy se sumó una más a la lista, aunque todavía trato de buscarle su verdadero sentido.
Édgar Hernández se llama nuestro más reciente héroe, y será recordado no por alguna batalla épica en la cual haya arriesgado su vida para salvar a la nación, sino porque fue el primer sobreviviente al tan afamado virus de la influenza humana. Lo curioso es que las autoridades desean promover turísticamente su comunidad gracias a este caso.
Bastaron 70 kilogramos y un metro con 30 centímetros de altura para inmortalizar en bronce al chavito que se salvó del escabroso virus. Y para hacer más sublime el asunto, en su mano derecha tiene una rana, símbolo de una de las plagas del Apocalipsis de la cual sobrevivió (en este instante ya saqué un pañuelo para secarme las lágrimas).
¿Pero en qué piensan las “autoridades”? Primero fue el Fox derribado en 2007 en el mismo puerto jarocho y ahora esto. ¿No habrá cosas más importantes para destinar la lana? ¿Por qué no darle una beca al niño o apoyar a su familia que vive en una comunidad de escasos recursos? No, eso suena muy humano, y la política generalmente finge demencia al respecto. Promover un lugar con base en el argumento del “Niño cero” me parece lamentable. ¿Hacerlo atractivo publicitario es maravillosa idea? ¿Qué pasará el día que alguien se cure de SIDA? ¿Le harán un monumento en Reforma e invitarán al turismo para que se tome fotos en esa avenida?
Primero se alarma a la población por un supuesto virus del cual no se ponían de acuerdo ni en su nombre, y luego se hace del “primer caso” algo heróico para promoción turística. ¿Y Edgar qué se llevará a cambio? Seguramente una palmadita en la espalda y un: “Felicidades, te salvaste de morir”.
A veces no tengo palabras para calificar semejantes actos. ¿Una simple estatua resolverá problemas de fondo? En Veracruz seguramente existen muchos más por atender como para andar adornando las calles en nombre del personaje que salvó su vida gracias a los servicios médicos... ¿no se supone que para eso sirven a los ciudadanos? ¿Cuántos mueren al día por desnutrición y nada se dice de ellos? Pero claro, un asunto así es tan común que ya ni nos asombramos, en cambio la influenza es algo nuevo, de moda.
Insisto, en México sobra dinero para derrocharlo en estatuas sin sentido. Política al fin. Unos acusan, otros dicen, varios más renuevan promesas hechas cada vez que hay elecciones, y al final nada sucede. Miles de millones se van en ese teatrito y un niño de bronce no está mal para variarle un poco. Ahora compruebo mi teoría: la influenza no fue porcina ni mucho menos humana, resultó ser cerebral y personificada en sujetos con falta de neuronas y pretextos de sobra.
Otro caso semejante, a propósito de política y el excelente manejo económico que se le da al dinero en el país, son las estatuas. La lección dicta que debemos exaltar a cuanto personaje nos sea posible para que la memoria histórica no se escurra a través del tiempo sin dejar su huella. Pues hoy se sumó una más a la lista, aunque todavía trato de buscarle su verdadero sentido.
Édgar Hernández se llama nuestro más reciente héroe, y será recordado no por alguna batalla épica en la cual haya arriesgado su vida para salvar a la nación, sino porque fue el primer sobreviviente al tan afamado virus de la influenza humana. Lo curioso es que las autoridades desean promover turísticamente su comunidad gracias a este caso.
Bastaron 70 kilogramos y un metro con 30 centímetros de altura para inmortalizar en bronce al chavito que se salvó del escabroso virus. Y para hacer más sublime el asunto, en su mano derecha tiene una rana, símbolo de una de las plagas del Apocalipsis de la cual sobrevivió (en este instante ya saqué un pañuelo para secarme las lágrimas).
¿Pero en qué piensan las “autoridades”? Primero fue el Fox derribado en 2007 en el mismo puerto jarocho y ahora esto. ¿No habrá cosas más importantes para destinar la lana? ¿Por qué no darle una beca al niño o apoyar a su familia que vive en una comunidad de escasos recursos? No, eso suena muy humano, y la política generalmente finge demencia al respecto. Promover un lugar con base en el argumento del “Niño cero” me parece lamentable. ¿Hacerlo atractivo publicitario es maravillosa idea? ¿Qué pasará el día que alguien se cure de SIDA? ¿Le harán un monumento en Reforma e invitarán al turismo para que se tome fotos en esa avenida?
Primero se alarma a la población por un supuesto virus del cual no se ponían de acuerdo ni en su nombre, y luego se hace del “primer caso” algo heróico para promoción turística. ¿Y Edgar qué se llevará a cambio? Seguramente una palmadita en la espalda y un: “Felicidades, te salvaste de morir”.
A veces no tengo palabras para calificar semejantes actos. ¿Una simple estatua resolverá problemas de fondo? En Veracruz seguramente existen muchos más por atender como para andar adornando las calles en nombre del personaje que salvó su vida gracias a los servicios médicos... ¿no se supone que para eso sirven a los ciudadanos? ¿Cuántos mueren al día por desnutrición y nada se dice de ellos? Pero claro, un asunto así es tan común que ya ni nos asombramos, en cambio la influenza es algo nuevo, de moda.
Insisto, en México sobra dinero para derrocharlo en estatuas sin sentido. Política al fin. Unos acusan, otros dicen, varios más renuevan promesas hechas cada vez que hay elecciones, y al final nada sucede. Miles de millones se van en ese teatrito y un niño de bronce no está mal para variarle un poco. Ahora compruebo mi teoría: la influenza no fue porcina ni mucho menos humana, resultó ser cerebral y personificada en sujetos con falta de neuronas y pretextos de sobra.
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