Todavía no termino de creer lo que mis ojos leyeron hacer unos minutos, y no por las barrabasadas políticas que ya son costumbre en el DF, sino por el grado absurdo de simplonería con que se manejan algunos asuntos.
Resulta que un buen día las autoridades capitalinas amanecieron con la firme decisión de promover un verdadero cambio en la ciudad y se pusieron a analizar a fondo los problemas y sus posibles soluciones. En su agenda revisaron los diversos tópicos y, entre otros, se dieron cuenta que existían varios por atender: inseguridad, desempleo, educación y corrupción. Sin embargo, todos ellos, al ser una mera utopía porque el paquete les queda muy grande, decidieron atender otro más sencillo: cambiarle de nombre a dos estaciones del Metro.
Sí, es cuestión de días para que “Etiopía” y “Viveros” sean rebautizados por obra y gracia de los que se dicen representantes de la sociedad para resolver problemas. Ahora se apodarán “Plaza de la Transparencia” y “Derechos Humanos” respectivamente… aún me pregunto si este asunto es una broma, pero creo que con nuestras flamantes autoridades cualquier tontería se puede esperar.
El chistecito fue sugerido por el Instituto de Acceso a la Información y la Comisión de Derechos Humanos del DF porque la susodicha Plaza y el edificio ese tendrán su sede cerca de aquellas estaciones del Metro. ¡Mejor explicación no podría haber! ¡Es brillante la idea, no deja de sorprenderme! ¿Se habrán pasado toda la noche analizando a fondo su propuesta? Y como en esta ciudad sobra el dinero, el cambio de look para los ahora extintos Etiopía y Viveros —para mí siempre se llamarán así— será de 120 mil pesos. ¡Sí señores, hay que derrochar mucha lana en estupideces, todo sea en nombre del absurdo político!
Y con el debido respeto que me merece el ombudsman, quien indicó la importancia de que una estación se llame “Derechos Humanos” para ayudar a que la idea se quede en el imaginario colectivo de la gente, le diría que un simple cambio de nombre a un túnel con vagones naranjas y miles de personas circulando a través de ellos no resolverá asuntos de verdadera importancia, ¿o acaso un secuestrador, violador o asaltante se persignará y evitará hacer de las suyas al pasar frente a esta estación?
Además el cuento no termina ahí. Se pretende hacer también un túnel para conectar a la estación con la nueva sede de la comisión, el cual saldrá en 80 millones de pesos. Digo, un pellizquito al presupuesto para el capricho de unos cuantos, no está mal. Y uno quejándose de la crisis y la falta de recursos. Pregúntenles a ellos, verán que la mayoría de los ciudadanos somos los que estamos mal.
Ya para rematar mi post, citaré textual a un participante de un foro donde su opinión me pareció creativamente acertada. El ciudadano que las plasmó se dice llamar “Marcelo y su carnal”, y explica atinadamente una propuesta de fondo. Yo votaría por él:
En este controvertido afán de llamar a las cosas por lo que no son que tienen las autoridades del Metro perredista, les sugiero cambiar los nombres de las siguientes estaciones por sus verdaderos nombres: Estación Tacuba por Deshonestidad Valiente; Merced por Irresponsabilidad Demagógica; Colegio Militar por Retraso de Obras; Bellas Artes por Antivalores Familiares; Mixcoac por Indecencia Congénita; Auditorio por Insensibilidad Social; Santa Anita por Crítica Política Destructiva; Jamaica por Incomunicación Social; Camarones por Falta de Servicios Eficientes; Guerrero por Arrogancia Petulante; Balderas por Voluntad Arbitraria; Aeropuerto por Ingratitud Permanente; Pantitlán por Falta de Derechos de los No Natos; Viveros por Desamor Humano; Copilco por Incomprensión Ciudadana; San Joaquín por Imprudencia Persistente; Chabacano por Inseguridad Pública; Mixiuca por Derroche Injustificado; y San Cosme por Falta de Empleos. No importa lo que cueste cambiar los nombres tradicionales de esas estaciones, pues a ustedes les sobra el dinero. Y créanme que no soy azul ni tricolor, sólo un ciudadano ya cansado de tantas puntadas sin sentido ni razón.
Resulta que un buen día las autoridades capitalinas amanecieron con la firme decisión de promover un verdadero cambio en la ciudad y se pusieron a analizar a fondo los problemas y sus posibles soluciones. En su agenda revisaron los diversos tópicos y, entre otros, se dieron cuenta que existían varios por atender: inseguridad, desempleo, educación y corrupción. Sin embargo, todos ellos, al ser una mera utopía porque el paquete les queda muy grande, decidieron atender otro más sencillo: cambiarle de nombre a dos estaciones del Metro.
Sí, es cuestión de días para que “Etiopía” y “Viveros” sean rebautizados por obra y gracia de los que se dicen representantes de la sociedad para resolver problemas. Ahora se apodarán “Plaza de la Transparencia” y “Derechos Humanos” respectivamente… aún me pregunto si este asunto es una broma, pero creo que con nuestras flamantes autoridades cualquier tontería se puede esperar.
El chistecito fue sugerido por el Instituto de Acceso a la Información y la Comisión de Derechos Humanos del DF porque la susodicha Plaza y el edificio ese tendrán su sede cerca de aquellas estaciones del Metro. ¡Mejor explicación no podría haber! ¡Es brillante la idea, no deja de sorprenderme! ¿Se habrán pasado toda la noche analizando a fondo su propuesta? Y como en esta ciudad sobra el dinero, el cambio de look para los ahora extintos Etiopía y Viveros —para mí siempre se llamarán así— será de 120 mil pesos. ¡Sí señores, hay que derrochar mucha lana en estupideces, todo sea en nombre del absurdo político!
Y con el debido respeto que me merece el ombudsman, quien indicó la importancia de que una estación se llame “Derechos Humanos” para ayudar a que la idea se quede en el imaginario colectivo de la gente, le diría que un simple cambio de nombre a un túnel con vagones naranjas y miles de personas circulando a través de ellos no resolverá asuntos de verdadera importancia, ¿o acaso un secuestrador, violador o asaltante se persignará y evitará hacer de las suyas al pasar frente a esta estación?
Además el cuento no termina ahí. Se pretende hacer también un túnel para conectar a la estación con la nueva sede de la comisión, el cual saldrá en 80 millones de pesos. Digo, un pellizquito al presupuesto para el capricho de unos cuantos, no está mal. Y uno quejándose de la crisis y la falta de recursos. Pregúntenles a ellos, verán que la mayoría de los ciudadanos somos los que estamos mal.
Ya para rematar mi post, citaré textual a un participante de un foro donde su opinión me pareció creativamente acertada. El ciudadano que las plasmó se dice llamar “Marcelo y su carnal”, y explica atinadamente una propuesta de fondo. Yo votaría por él:
En este controvertido afán de llamar a las cosas por lo que no son que tienen las autoridades del Metro perredista, les sugiero cambiar los nombres de las siguientes estaciones por sus verdaderos nombres: Estación Tacuba por Deshonestidad Valiente; Merced por Irresponsabilidad Demagógica; Colegio Militar por Retraso de Obras; Bellas Artes por Antivalores Familiares; Mixcoac por Indecencia Congénita; Auditorio por Insensibilidad Social; Santa Anita por Crítica Política Destructiva; Jamaica por Incomunicación Social; Camarones por Falta de Servicios Eficientes; Guerrero por Arrogancia Petulante; Balderas por Voluntad Arbitraria; Aeropuerto por Ingratitud Permanente; Pantitlán por Falta de Derechos de los No Natos; Viveros por Desamor Humano; Copilco por Incomprensión Ciudadana; San Joaquín por Imprudencia Persistente; Chabacano por Inseguridad Pública; Mixiuca por Derroche Injustificado; y San Cosme por Falta de Empleos. No importa lo que cueste cambiar los nombres tradicionales de esas estaciones, pues a ustedes les sobra el dinero. Y créanme que no soy azul ni tricolor, sólo un ciudadano ya cansado de tantas puntadas sin sentido ni razón.
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