viernes, 10 de octubre de 2008

A michas

“El divorcio es una pérdida de la virginidad mental”, leí en una ocasión. Y a pesar de que nunca he llegado a esa instancia con alguna pareja, supongo que tener un acuerdo en medio del desacuerdo debe resultar un tanto complicado: repartición de bienes materiales, patria protestad, pensiones alimentarias y visitas a juzgados donde le ves la cara por obligación a quien antes se la veías por puro gusto.

Al respecto, hoy encontré una nota que me sorprendió gratamente. La moraleja de esa historia es que sí se puede llegar a buenos términos en esos asuntos. Sucedió allá por los rumbos de Camboya, donde una pareja permaneció unida durante 18 años, pero finalmente se dieron cuenta que vivir bajo el mismo techo era más tortura que placer. Así fue como decidieron terminar su relación mediante el divorcio y empezó el final del cuento de hadas golpeado por la realidad.

Cobijados por una casa de madera durante un buen rato de su vida, Moeun Sarim y su hoy ex esposa Vat Navy se dijeron adiós luego de casi dos décadas de compartir miradas cómplices y besos inundados de ternura*. Pero les llegó un qué sé yo en esos andares y faltaron a su promesa del amor eterno. Total, que el señor, dentro de todo el asuntito, fue compartido y pensó en su mujer aún después de acabada la relación.

Ignoro si se fueron “a michas” con los muebles o si se pelearon por ver quien se quedaba con la televisión o el DVD, pero lo que sí fue seguro es que la casa se la repartieron a medias… literalmente. Bastó un serrucho para solucionar el conflicto y el hogar no fue más tema de conflicto.

¿Coraje, despecho o simplemente ganas de fastidiar al prójimo (o prójima)? Ya me imagino la escena: “Por decreto legal, al señor Sarim le corresponde el baño, una recámara y la sala, y a la señora Navy, una habitación, el otro baño y la cocina... ¡a cortar se ha dicho!"

Repito, jamás he vivido una separación de tal magnitud, pero si así fuera, ¿no se supone que sería para no ver más a tu ex pareja? Si 18 años no fueron suficientes para aguantarse, ¿qué necesidad hay de vivir como vecinos? ¿Y si un día alguno de los dos decide mudarse, el letrero dirá: “Se vende media casa” o “A mitad de precio”? Por si alguien dudaba que por amor hacemos tonterías, pues también por desamor se hacen otras tantas.

Ahora entiendo porqué se responsabiliza a la pareja de ser la “media naranja”. En ese sentido no quisiera escuchar decir a alguien: “Eres la mitad de mi corazón”, capaz que a la hora del divorcio se lo toman muy en serio y la situación acaba en un asunto snuff. ¿Y qué tal si tienen solamente un hijo?... Mejor ya no le sigo, esto de las mitades me está afectando un poco.

* Elementos cursis que el autor de este blog añadió para matizar un poco el tema aquí expuesto.

1 comentario:

  1. ¡Qué loco! Imagínate, si el cerrucho resolviera las broncas... uff! sería la herramienta más vendida en el mundo... además cuántas horas y cuánto desgaste no nos ahorraríamos... el mundo entero sería muy fácil. y quizás muy aburrido....

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