martes, 9 de septiembre de 2008

Sospechosismo olímpico

Más de una vez he pensado que el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano, y hoy, lamentablemente, creo haber confirmado mi teoría: luego de que el taekwondoín Guillermo Pérez acabó con la anemia dorada que México padecía en el medallero olímpico, ahora el presidente de ese deporte en territorio tricolor declaró que se invirtió un millón de pesos para “convencer” a los jueces de hacerlo subir a lo más alto del podium.

¿Envidia o coraje? La verdad me resulta de lo más bajo acusar a alguien de esa manera cuando fuimos testigos de cómo el muchacho se partía el alma a base de aguantar golpes y patadas para darle un mínimo gusto a sus paisanos muy lejos de su tierra natal, para que otro, desde su escritorio y cruzado de brazos, invente tales afirmaciones. Seguramente el señor ya conoce los terrenos corruptos de su medio y cree que todos son de la misma especie, desafortunadamente para su causa no es así. ¿Se sabrá el programa de entrenamientos para llegar a ese nivel? ¿Conocerá la rutina de un deportista olímpico y los sacrificios que se hacen para poner los pies en esos territorios? A mí se me hace que no.

Pero claro, algunos de pantalón largo, camisa y corbata ven que alguien sobresale en el deporte y ya quieren acaparar la atención y sacar de la chistera pretextos para hacer quedar mal, justamente, con quien ahora deberían quedar mejor.

En fin, a algunos no les toca —y nunca debería tocarles— ni un gramo de polvo de esa medalla que con justicia se colgó Guillermo. Además yo no me le ponía al brinco porque no vaya a pasar lo del cubano que repartió candela por una decisión errónea de los jueces, según él.

Y ya que andamos con esto de las “mordidas” y los millones de pesos, ¿no sería mejor aplicarlo con la selección de futbol? Si es el deporte que más dinero deja en México, un chequecito firmado con varios ceros entregado por debajo del agua a los árbitros no estaría mal para verlos “ganar” por lo menos una Copa América, total, para los federativos sería un pellizquito económico en ese rubro.

¿Verdad que en ocasiones no es muy agradable soltarle la correa a la lengua? Insisto, el anti-doping debería ir más allá de los terrenos deportivos, ahí seguramente encuentran más tela de donde cortar.

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