jueves, 28 de abril de 2011

Recuerdos maratónicos

Poco más de siete meses han pasado desde aquella mañana en que mis piernas pedían clemencia mientras mi espíritu se regodeaba por los cielos. Ese 12 de septiembre fue un parteaguas en mi existencia terrenal, pues la línea de meta marcó un punto y aparte en mi persona y una revolución de acontecimientos comenzaron a surgir desde entonces, el principal de ellos, saber que mis límites habían quedado exorcizados para siempre.

Y lo confieso: cuando escuché el disparo de salida me asaltaron muchas dudas. ¿Qué diablos hago yo aquí? ¿Acaso estoy loco? ¿Lo terminaré? ¿En cuántos días no podré moverme? Pero a pesar de todo, jamás pasó por mi mente renunciar. Sabía que los meses de entrenamiento debían tener alguna buena consecuencia y ese era el momento para demostrarlo; arranqué con paso suave pero constante, acompañado por algunos amigos que me dejaron en el kilómetro 4 y justo ahí comenzó una batalla contra mí mismo.

Entonces descubrí la magia que tiene este deporte, aquello por lo cual muchos nos miran como si fuéramos personas extrañas y a la vez extraordinarias. Después de 32 kilómetros, mi resistencia física viajaba en sentido opuesto a mi resistencia mental y ambas parecían irreconciliables: debía hacerle caso a una sola de ellas. El cansancio recorría cada centímetro de mis piernas, pero no le di tiempo para convencerme y así, con el asfalto quemando cada uno de mis pasos, por fin vi caer el número 42.

Hoy, cuando el calendario me recuerda que faltan cuatro meses para enfrentar nuevamente el reto, puedo decir que me emociona sobremanera pensarme ahí, parado en la línea de salida y con una Ciudad de México a los pies de miles de corredores. Cientos de personas han estado alrededor mío desde aquel mi primer maratón y hoy no me cansaré de repetirlo: esto también es por ustedes. Porque no somos seres extraños ni extraordinarios, sólo algunos que un día decidimos salir a las calles para demostrarse a sí mismos que 42 kilómetros son la medida justa para saberse vencedores de cualquier reto, pero siempre con los pies en la tierra y a la vez muy cerca del cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Siempre

Solía amortiguar la rutina en mi trinchera de letras que almacenaba en este rincón electrónico desde donde malabareaba con frases, párrafo...