Eran las cinco de la mañana. El sol aún no se asomaba pero desperté de inmediato al escuchar la alarma electrónica. Mis sentidos se activaron rápidamente y cualquier sensación de cansancio quedó atrás ante lo que vendría unos instantes después… mi primera vez.
Afuera, el viento soplaba tímido pero dentro de mí el calor comenzaba a sentirse con mayor intensidad. Entonces me vestí rápidamente porque el reloj avanzaba y sabía que la puntualidad para el encuentro sería fundamental. Salí y, conforme lo planeado, ahí estaba esperando. Un nerviosismo me recorrió todo el cuerpo pero no había marcha atrás. Durante mucho tiempo tenía ganas de hacerlo y, estando en aquel lugar, ya no podía arrepentirme.
Algunos accesorios y ropa estaban de sobra y seguramente me estorbarían, así que me los quité. Decidí comenzar. Minutos después de las siete de la mañana los movimientos empezaron cadenciosos. No debía precipitarme en el acto porque mi intención era disfrutarlo y terminar satisfecho por lo realizado. “Tranquilo Alejandro, relájate, sabes que puedes hacerlo”, me decía una y otra vez.
Poco a poco el ritmo cardiaco aumentaba, la respiración se aceleraba y el sudor aparecía. Por momentos hasta los gestos faciales se hacían presentes ante el esfuerzo que se acrecentaba con el correr del tiempo. Entonces decidí bajar la intensidad porque sabía que tenía poco tiempo de haber iniciado y aún no llegaba lo mejor. Relajé los músculos. Confiaba plenamente en mi capacidad de resistencia y en el nivel del mar que me ayudaría a terminar el acto debidamente.
Las manecillas avanzaban y, como consecuencia de las agitadas acciones, el cansancio empezaba a manifestarse pero me resistí a parar. El momento cumbre estaba cerca, así que me concentré plenamente y aceleré la velocidad de mis movimientos... una hora con 53 minutos después de comenzado el acto, finalmente di el último esfuerzo. La sensación de placer fue única, excepcional. El torrente sanguíneo fluía velozmente y una sonrisa se reflejó en mi rostro. Los latidos del corazón paulatinamente se tranquilizaron, los músculos se relajaron y la respiración volvió a tomar su cause normal. Había logrado mi objetivo.
Minutos después, una ducha fue necesaria y el desayuno me ayudó a recuperar tanta energía derrochada momentos antes. Jamás en mi vida había hecho tal hazaña. “Una hora con 53 minutos, mucho mejor de lo que esperaba. Para ser mi primera vez, no estuvo nada mal”, me dije, mientras una sonrisa pícara se dibujaba en mi rostro. Para esos instantes, mi cuerpo ya pedía descanso, así que me recosté y reflexioné detenidamente lo que había hecho. “Desde luego que fue maravilloso y ya quiero volver a repetirlo”, pensé.
Sí, qué gran experiencia la mía. Más de uno me felicitó por el resultado obtenido y les he invitado a que lo hagan, verán que también les gustará… y es que correr un medio maratón en Veracruz sucede sólo una vez al año.
Afuera, el viento soplaba tímido pero dentro de mí el calor comenzaba a sentirse con mayor intensidad. Entonces me vestí rápidamente porque el reloj avanzaba y sabía que la puntualidad para el encuentro sería fundamental. Salí y, conforme lo planeado, ahí estaba esperando. Un nerviosismo me recorrió todo el cuerpo pero no había marcha atrás. Durante mucho tiempo tenía ganas de hacerlo y, estando en aquel lugar, ya no podía arrepentirme.
Algunos accesorios y ropa estaban de sobra y seguramente me estorbarían, así que me los quité. Decidí comenzar. Minutos después de las siete de la mañana los movimientos empezaron cadenciosos. No debía precipitarme en el acto porque mi intención era disfrutarlo y terminar satisfecho por lo realizado. “Tranquilo Alejandro, relájate, sabes que puedes hacerlo”, me decía una y otra vez.
Poco a poco el ritmo cardiaco aumentaba, la respiración se aceleraba y el sudor aparecía. Por momentos hasta los gestos faciales se hacían presentes ante el esfuerzo que se acrecentaba con el correr del tiempo. Entonces decidí bajar la intensidad porque sabía que tenía poco tiempo de haber iniciado y aún no llegaba lo mejor. Relajé los músculos. Confiaba plenamente en mi capacidad de resistencia y en el nivel del mar que me ayudaría a terminar el acto debidamente.
Las manecillas avanzaban y, como consecuencia de las agitadas acciones, el cansancio empezaba a manifestarse pero me resistí a parar. El momento cumbre estaba cerca, así que me concentré plenamente y aceleré la velocidad de mis movimientos... una hora con 53 minutos después de comenzado el acto, finalmente di el último esfuerzo. La sensación de placer fue única, excepcional. El torrente sanguíneo fluía velozmente y una sonrisa se reflejó en mi rostro. Los latidos del corazón paulatinamente se tranquilizaron, los músculos se relajaron y la respiración volvió a tomar su cause normal. Había logrado mi objetivo.
Minutos después, una ducha fue necesaria y el desayuno me ayudó a recuperar tanta energía derrochada momentos antes. Jamás en mi vida había hecho tal hazaña. “Una hora con 53 minutos, mucho mejor de lo que esperaba. Para ser mi primera vez, no estuvo nada mal”, me dije, mientras una sonrisa pícara se dibujaba en mi rostro. Para esos instantes, mi cuerpo ya pedía descanso, así que me recosté y reflexioné detenidamente lo que había hecho. “Desde luego que fue maravilloso y ya quiero volver a repetirlo”, pensé.
Sí, qué gran experiencia la mía. Más de uno me felicitó por el resultado obtenido y les he invitado a que lo hagan, verán que también les gustará… y es que correr un medio maratón en Veracruz sucede sólo una vez al año.
Una descripción maravillosa!
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