viernes, 11 de enero de 2008

Antes de partir

Domingo 20 de enero de 2008, diez de la mañana... todo habrá terminado. El año pasado cuando pisé por primera vez ese circuito jamás pensé toparme nuevamente con él, pero el tiempo pasa y algunas metas se forjan en el camino. Ésta será una de ellas.

Podría decirse que se trata de algo lúdico y para algunos seguramente así será, pero para mí, esta carrera tendrá tintes muy personales, más allá de los 21 kilómetros de los cuales consta su trayecto. Y es que cuando uno vive con fantasmas y miedos en la cabeza, bien pueden exorcizarse de diversas formas y mi mejor argumento será este. Las únicas dos opciones que tengo al respecto serán: acabar con ellos o hundirme con ellos.

Nunca me he enfrentado a una situación así, y aunque más de uno me diga que mi andar deportivo me facilitará las cosas, la verdad siento nerviosismo y hasta temor. En mis 27 años de vida jamás he corrido tanto sin pausa alguna y el desgaste físico será importante, por ello el aspecto mental fungirá como pieza clave para lograr el objetivo.

A nueve días de la cita en Veracruz aún me asaltan algunas dudas. A veces uno desea que todo a su alrededor marche debidamente y con base en ello motivarse para acabar con cualquier reto, sin embargo, hoy día ese no es mi caso, pero el tiempo no detendrá su marcha para esperar a que me recupere de todo cuanto me sucede. Esto es parte de crecer y como tal habrá que afrontarlo.

¿Qué significan entonces 21 kilómetros? En lo personal, será la distancia justa para enfrentarme a mí mismo, al cansancio y a la forma de vencer obstáculos que la vida pone frente a uno. Seguir adelante o abandonarlo todo.

Sólo un compañero conocido, entre tres mil corredores, participará en el medio maratón. Nadie más estará conmigo: ni mis papás (como normalmente sucede), ni mis amigos, ni tampoco los lugares en los que suelo correr. Las condiciones serán distintas: el clima, la altimetría, la distancia y la soledad. Pero la presencia en mi mente de aquellos a quienes quiero estará conmigo, y si los recuerdos son más grandes que mis miedos en un trayecto de adversidades, entonces habré ganado la partida, de lo contrario, un derrumbe será inminente… esa es mi promesa.

En el trayecto se me irán muchas cosas (o me quedaré atrapado en otras) y, como alguna vez lo dije, una carrera es la analogía con la vida. Hoy estoy parado en un sitio nunca imaginado pero el destino suele ser más sabio que uno. No hay vuelta de hoja, es ahora o nunca. Nombres, momentos, sentimientos y recuerdos… todo conjugado en 21 kilómetros. ¿Suena fácil? Tal vez, pero se requiere una buena dosis de voluntad para hacerlo, y si alguna vez en mi vida pretendía abandonarme, hoy me aferraré como nunca a ella.

Apuestas y promesas existen por miles en este mundo. Hoy hice una conmigo mismo. Y así como alguna vez mencioné que el peor enemigo de uno mismo es uno mismo, puede ser que también exista lo contrario… valdrá la pena descubrirlo o seguir convencido de lo antes dicho. Al diablo con los premios y los primeros lugares de la carrera, el mejor reconocimiento será haber derrotado a mis miedos y el peor fracaso haberme quedado con ellos. Veremos qué sucede primero.

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