En
mis épocas universitarias solía llenarme la cabeza con teorías de la
comunicación y a veces, cuando veo televisión especialmente (ejercicio ya no
tan recurrente por miedo a tener pesadillas), compruebo que quienes dictaron
semejantes ideas tenían las letras llenas de razón. Una de ellas en particular,
la llamada Agenda Setting, es fiel reflejo de lo que acontece en la actualidad
nacional. Y entonces ahí viene mi ataque de reflexión.
Al respecto, la explicación simple y llana dice que lo que se muestra en los medios es lo que influye en la percepción del público y no al revés. Entonces ya se jodió la cosa. Se hace una bonita agenda de aquello que debe dictar lo que la gente tiene que conocer y con base en eso armar temas de conversación a la hora de la comida, durante el asado del fin de semana o hasta en una borrachera, por qué no, aunque por otro lado nos cargue el payaso.
Entonces consideremos eso en la teoría y pongamos de ejemplo en la práctica, no sé, se me ocurre por inspiración divina, a México: angustiados porque 11 sujetos (más los cambios que sirven para lo mismo, o sea, nada) no le ganan ni a un equipo incompleto de la Ciudad Deportiva; que otra vez se fugó el más buscado por un túnel y el sistema penitenciario es más frágil que artesanía china de porcelana; que si el mandamás nacional anda de paseo con su séquito y se “indigna” con lo ocurrido, aunque le entristece más que su gaviota se le anda escapando del nido… ¿Ven por qué ya no prendo la televisión? Encima hay que tragarse la nueva temporada de la azucena de Chuchita, digo, la rosa de Guadalupe. ¡Carajo! Unas horas de ver la caja esa y me pongo mal.
El caso es que detrás de tanto show que nos imponen está lo bueno y muchos ni cuenta se dan, pero como somos Memelandia y el país de la queja virtual por excelencia, pasa todo y nada pasa. Digo, una cosa es el cotorreo y agarrarnos de lo que sea para hacerlo cómico porque así de jocosos somos los mexicanos, y otra muy diferente es hacernos de la vista gorda cuando tenemos información a nuestro alcance como hace años no sucedía y hacer como que la virgen nos habla.
Y tampoco hay que ser eruditos ni ratones de biblioteca para hacer un tratado de sociología en México, no exageremos, pero no está de más una leidita diaria de lo que acontece para formarnos un criterio y saber que hay vida más allá de lo que un puñado de canales nos ofrece. A fin de cuentas, nosotros somos responsables en gran medida de lo que ocurre y desafortunadamente a quien hay que echarle montón no es al que se pasea y a pesar de su ignorancia nos ve la cara, sino a quien lo puso ahí.
Sueño con el día en que apaguemos la tele y prendamos la conciencia, entonces el rumbo empezará a ser distinto. La ignorancia es la mejor arma para el que somete y la peor aliada para el sometido, la diferencia es que el primero lo hace de forma consciente y el segundo no; más de una generación hará falta para empezar a mover la maquinaria en favor de lo bueno, ¿por qué no comenzar ahora? La pregunta no es de quién hay que burlarnos, sino qué haremos para que evitar llegar a eso. ¿Qué proponemos entonces?
Al respecto, la explicación simple y llana dice que lo que se muestra en los medios es lo que influye en la percepción del público y no al revés. Entonces ya se jodió la cosa. Se hace una bonita agenda de aquello que debe dictar lo que la gente tiene que conocer y con base en eso armar temas de conversación a la hora de la comida, durante el asado del fin de semana o hasta en una borrachera, por qué no, aunque por otro lado nos cargue el payaso.
Entonces consideremos eso en la teoría y pongamos de ejemplo en la práctica, no sé, se me ocurre por inspiración divina, a México: angustiados porque 11 sujetos (más los cambios que sirven para lo mismo, o sea, nada) no le ganan ni a un equipo incompleto de la Ciudad Deportiva; que otra vez se fugó el más buscado por un túnel y el sistema penitenciario es más frágil que artesanía china de porcelana; que si el mandamás nacional anda de paseo con su séquito y se “indigna” con lo ocurrido, aunque le entristece más que su gaviota se le anda escapando del nido… ¿Ven por qué ya no prendo la televisión? Encima hay que tragarse la nueva temporada de la azucena de Chuchita, digo, la rosa de Guadalupe. ¡Carajo! Unas horas de ver la caja esa y me pongo mal.
El caso es que detrás de tanto show que nos imponen está lo bueno y muchos ni cuenta se dan, pero como somos Memelandia y el país de la queja virtual por excelencia, pasa todo y nada pasa. Digo, una cosa es el cotorreo y agarrarnos de lo que sea para hacerlo cómico porque así de jocosos somos los mexicanos, y otra muy diferente es hacernos de la vista gorda cuando tenemos información a nuestro alcance como hace años no sucedía y hacer como que la virgen nos habla.
Y tampoco hay que ser eruditos ni ratones de biblioteca para hacer un tratado de sociología en México, no exageremos, pero no está de más una leidita diaria de lo que acontece para formarnos un criterio y saber que hay vida más allá de lo que un puñado de canales nos ofrece. A fin de cuentas, nosotros somos responsables en gran medida de lo que ocurre y desafortunadamente a quien hay que echarle montón no es al que se pasea y a pesar de su ignorancia nos ve la cara, sino a quien lo puso ahí.
Sueño con el día en que apaguemos la tele y prendamos la conciencia, entonces el rumbo empezará a ser distinto. La ignorancia es la mejor arma para el que somete y la peor aliada para el sometido, la diferencia es que el primero lo hace de forma consciente y el segundo no; más de una generación hará falta para empezar a mover la maquinaria en favor de lo bueno, ¿por qué no comenzar ahora? La pregunta no es de quién hay que burlarnos, sino qué haremos para que evitar llegar a eso. ¿Qué proponemos entonces?
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