Ella vino de muy lejos y yo llegué algunos años después. Ella cuenta que sus días de infancia, aunque difíciles, tuvieron altas dosis de felicidad. Fue la segunda de sus hermanos y en la primaria no existía un solo ábaco que le hiciera competencia en las matemáticas. Jugaba con lo que tenía al alcance de sus manos, pero siempre con la imaginación por delante; saltaba, corría, bailaba y sus pasos abrazaban cada rincón de aquella tierra mágica que la vio nacer.
Pero los argumentos para vivir en ese poblado michoacano comenzaron a agotarse y la respuesta, al igual que la de muchos más, se llamaba Ciudad de México. Y así, aun con su voluntad en desacuerdo, el mapa de su vida la llevó hacia una dirección totalmente desconocida…
Ella cuenta que en su viaje hacia la gran urbe la acompañaba una maleta rebosante de nostalgias y dejó marcado el trayecto con sus lágrimas para, algún día, recordar el camino que la regresara a su terruño querido. Vivió y creció con la ciudad, aquella tan fascinante como misteriosa; quizá por eso se resguardó definitivamente en un rincón de su territorio, pues ambas compartían las mismas cualidades. Entonces su destino dio un vuelco cuando su mirada coincidió con otra y se convirtieron en una sola; el resultado, un par de personas más que le pusieron el número 4 definitivo a la familia.
Yo la conocí un 7 de noviembre y en ese momento, cuando me dio la bienvenida entre sus brazos, supe que había llegado al lugar correcto: la luz reflejada en su mirada me dio la razón. Ella me regaló vida, su ejemplo, dedicación, fortaleza y amor. Ha sido forjadora de un sinnúmero de cualidades en mi persona, muchas más de las que pueda contar en este espacio. Afirmar que es una persona extraordinaria resulta limitado. Ni el alfabeto ni una vida entera me alcanzarán para agradecerle por haber materializado aquella idea que tuvo un día y decidió bautizar con el nombre que hoy me identifica. Mi gratitud entera le pertenece; mi admiración y cariño, también.
Sí, ella vino de muy lejos y yo llegué algunos años después. Su nombre es María y ella es mi mamá.
Pero los argumentos para vivir en ese poblado michoacano comenzaron a agotarse y la respuesta, al igual que la de muchos más, se llamaba Ciudad de México. Y así, aun con su voluntad en desacuerdo, el mapa de su vida la llevó hacia una dirección totalmente desconocida…
Ella cuenta que en su viaje hacia la gran urbe la acompañaba una maleta rebosante de nostalgias y dejó marcado el trayecto con sus lágrimas para, algún día, recordar el camino que la regresara a su terruño querido. Vivió y creció con la ciudad, aquella tan fascinante como misteriosa; quizá por eso se resguardó definitivamente en un rincón de su territorio, pues ambas compartían las mismas cualidades. Entonces su destino dio un vuelco cuando su mirada coincidió con otra y se convirtieron en una sola; el resultado, un par de personas más que le pusieron el número 4 definitivo a la familia.
Yo la conocí un 7 de noviembre y en ese momento, cuando me dio la bienvenida entre sus brazos, supe que había llegado al lugar correcto: la luz reflejada en su mirada me dio la razón. Ella me regaló vida, su ejemplo, dedicación, fortaleza y amor. Ha sido forjadora de un sinnúmero de cualidades en mi persona, muchas más de las que pueda contar en este espacio. Afirmar que es una persona extraordinaria resulta limitado. Ni el alfabeto ni una vida entera me alcanzarán para agradecerle por haber materializado aquella idea que tuvo un día y decidió bautizar con el nombre que hoy me identifica. Mi gratitud entera le pertenece; mi admiración y cariño, también.
Sí, ella vino de muy lejos y yo llegué algunos años después. Su nombre es María y ella es mi mamá.
muy bueno amigo, felicidades a tu sra. madre , dale mis saludos y respetos cuidate ,
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