Hay dos figuras públicas que me causan cierto escozor: los policías y los políticos. La diferencia entre ellos, además del apodo que se cargan, es que roban pero con diferente uniforme y desde distintas trincheras. Unos “orillan a la orilla a los coches negros oscuros” para morder cuales viles caninos; los otros, más decentes en su atuendo pero no por ello menos ladrones, saquean al pueblo apostados en sus asientos finamente tapizados y con su voz al ritmo de beeeee.
Pero dejemos el paseo al zoológico para otro momento. El reino animal ya tiene suficientes especies de gran estirpe como para achacarles por competencia a un par de baja denominación. El asunto hoy es el alza de los impuestos por parte de nuestra inigualable camarilla política. Juro que ni un libro de Carlos Trejo me ha dado tanto miedo como este asunto que trae de cabeza a México, disque para salir del hoyo económico en el que se encuentra.
Curiosos me resultan los argumentos para mandar al cielo los precios y al infierno a la gente. ¿O cuándo va usted a creer que aumentar el IVA es para que los pobres mejoren su condición social? Más bien, se trata de robarles a los más necesitados para dárselo a quienes menos lo requieren… como un Robin Hood pero a la inversa.
¿Y qué me dice del 3% a las telecomunicaciones? Con eso que el internet y la telefonía en México ni se usan y son un lujo, un pago extra en esos rubros no es trascendente. Luego continuamos con el tabaco y el alcohol, aunque a decir verdad, algunos prefieren saltarse una comida que dejar de beber cebada los fines de semana futboleros. Como sea, los consumidores ahora podrán presumir de padecer cirrosis económica (sólo falta que Oceánica y AA aumenten impuestos, eso sí sería una absoluta perdición).
También alimentos y medicinas están en el debate. Ya nomás falta que nos vengan con el cuento de pagar un 3% adicional a las quesadillas del mercado o cooperar para los Simi-impuestos. Y en la educación, el flamante cerebro hacendario pretende recortarle entrada de lana a la UNAM, como si el Premio Asturiano fuera de chocolate o la institución aportara una simple embarradita de investigación en el ámbito nacional.
Pues sí, todo lo anterior no se trata de una mala novela escrita por un autor cuyo pasón de mota haya rebasado sus límites. Esas son las ideas de aquellos que ruegan votos discurseando 40 mentiras por minuto para luego traicionar a quienes confiaron en ellos. ¿Pero de qué nos quejamos? Si tenemos una plaga de Juanitos “trabajando” por los intereses de México, la democracia nacional es la más cara de mundo (y aún más caras sus consecuencias), y nuestro mandatario ofrece empleos a los hermanos guatemaltecos mientras aquí despide a 40 mil de un jalón (¡acabo de descubrir quién es ese autor de la mala novela!). ¿Verdad que el escenario es digno de una película de terror?
Por eso yo tengo mi propuesta para aumentar impuestos: que cada político falto de neuronas aporte el 50% de su sueldo, otro 49% cada vez que le mienta al pueblo, y el 1% restante le basta para vivir como la gran mayoría de la gente… en el inframundo. Para que vean lo que se siente.
Pero dejemos el paseo al zoológico para otro momento. El reino animal ya tiene suficientes especies de gran estirpe como para achacarles por competencia a un par de baja denominación. El asunto hoy es el alza de los impuestos por parte de nuestra inigualable camarilla política. Juro que ni un libro de Carlos Trejo me ha dado tanto miedo como este asunto que trae de cabeza a México, disque para salir del hoyo económico en el que se encuentra.
Curiosos me resultan los argumentos para mandar al cielo los precios y al infierno a la gente. ¿O cuándo va usted a creer que aumentar el IVA es para que los pobres mejoren su condición social? Más bien, se trata de robarles a los más necesitados para dárselo a quienes menos lo requieren… como un Robin Hood pero a la inversa.
¿Y qué me dice del 3% a las telecomunicaciones? Con eso que el internet y la telefonía en México ni se usan y son un lujo, un pago extra en esos rubros no es trascendente. Luego continuamos con el tabaco y el alcohol, aunque a decir verdad, algunos prefieren saltarse una comida que dejar de beber cebada los fines de semana futboleros. Como sea, los consumidores ahora podrán presumir de padecer cirrosis económica (sólo falta que Oceánica y AA aumenten impuestos, eso sí sería una absoluta perdición).
También alimentos y medicinas están en el debate. Ya nomás falta que nos vengan con el cuento de pagar un 3% adicional a las quesadillas del mercado o cooperar para los Simi-impuestos. Y en la educación, el flamante cerebro hacendario pretende recortarle entrada de lana a la UNAM, como si el Premio Asturiano fuera de chocolate o la institución aportara una simple embarradita de investigación en el ámbito nacional.
Pues sí, todo lo anterior no se trata de una mala novela escrita por un autor cuyo pasón de mota haya rebasado sus límites. Esas son las ideas de aquellos que ruegan votos discurseando 40 mentiras por minuto para luego traicionar a quienes confiaron en ellos. ¿Pero de qué nos quejamos? Si tenemos una plaga de Juanitos “trabajando” por los intereses de México, la democracia nacional es la más cara de mundo (y aún más caras sus consecuencias), y nuestro mandatario ofrece empleos a los hermanos guatemaltecos mientras aquí despide a 40 mil de un jalón (¡acabo de descubrir quién es ese autor de la mala novela!). ¿Verdad que el escenario es digno de una película de terror?
Por eso yo tengo mi propuesta para aumentar impuestos: que cada político falto de neuronas aporte el 50% de su sueldo, otro 49% cada vez que le mienta al pueblo, y el 1% restante le basta para vivir como la gran mayoría de la gente… en el inframundo. Para que vean lo que se siente.
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